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Roland Garros: cómo es y cuánto cuesta pasar un día en el Abierto de Francia de tenis

Un malabarista juega con raquetas de otra época, en Roland Garros
Un malabarista juega con raquetas de otra época, en Roland Garros

PARÍS (Enviado especial).– El residencial Distrito XVI es una caricia a los sentidos. Es una de las porciones más ricas de la ciudad, donde se encumbran embajadas y que tiene en la elegante Avenue Foch, donde vivió tanto tiempo Guillermo Vilas, una de sus principales arterias. El lugar, arropado por el Bosque de Boulogne (con el doble de la superficie del Central Park neoyorquino), luce el hipódromo, el Parque de los Príncipes –donde Paris Saint-Germain actúa como local– y el Stade Jean-Bouin, sede del club de rugby Stade Français Paris.

También, claro, es la región donde se levanta el complejo de Roland Garros , la casa del torneo de tenis sobre polvo de ladrillo más prestigioso del tour. En el 2 de la calle Gordon Bennett, esquina Avenue de la Porte d’Auteuil, a unos quince minutos en automóvil del Arco del Triunfo, se abre un mundo de fantasía para los amantes del arte de las raquetas.

Una vista aérea del complejo de Roland Garros; al fondo a la derecha, la parte más forestada del Bosque de Boulogne.
Una vista aérea del complejo de Roland Garros; al fondo a la derecha, la parte más forestada del Bosque de Boulogne. - Créditos: @Aurelien Morissard

Llegar en coche al Abierto de Francia es una opción, obviamente. Pero no la más elegida por el público: los espacios de estacionamiento alrededor del estadio están reservados para los residentes locales y un indebido aparcamiento puede generar fuertes multas. Otros eligen el Vélib’, el sistema de bicicletas compartidas. Pero el metro, que circula desde las 5.30 hasta aproximadamente la 1 de la madrugada, es la vía más accesible, rápida y económica. Porte d’Auteuil, de la línea número 10, la que bordea el río Sena, es la estación más próxima al predio.

Cada ticket t+ (billete por un viaje), que sirve para todas las líneas de metro urbanas y también para el servicio de autobús, cuesta 2,10 euros (el precio se reduce si se adquiere el abono). No bien uno deja el vagón del subte es como si ya se ingresara en el ámbito del torneo. Publicidades, señalizaciones –en las paredes y en el piso– y un mural de Eugéne Adrien Roland Georges Garros, el pionero de la aviación francesa y piloto de combate durante la Primera Guerra Mundial que dio el nombre al certamen de Grand Slam parisino, acompañan el trayecto.

Un espacio para descansar y mirar tenis por pantalla gigante en el Abierto de Francia, bajo la custodia de los Mosqueteros, los cracks franceses del tenis de los años veintes.
Un espacio para descansar y mirar tenis por pantalla gigante en el Abierto de Francia, bajo la custodia de los Mosqueteros, los cracks franceses del tenis de los años veintes. - Créditos: @Christophe Ena

Una vez en la superficie, es imposible no adivinar hacia dónde hay que dirigirse. La cartelería abunda y en el camino hay cálidos “acomodadores” (mayoría de veinteañeros) que animan al público, hacen bromas y hasta juegan, con megáfonos, a ser umpires desde arriba de las sillas de jueces distribuidas por el lugar. La peregrinación es paciente, aunque hay un carril más rápido para acreditados; el público, masivo en cada jornada, lo toma como un día completo distinto, para pasarlo bien desde la mañana hasta la noche (las puertas del complejo se abren a las 10). Hay revendedores poco confiables, aunque algo camuflados, ya que no están bien vistos y van rotándose.

Entre la estación de subte y la puerta número 1 del club hay unos 400 metros: el recorrido es por una vereda que serpentea los invernaderos y el jardín botánico. Hay seguridad privada y doble cacheo (y revisación de bolsos) hasta el lugar en el que, finalmente, se presenta la entrada (de escaneo electrónico). No está permitido ingresar con bolsas grandes. Una vez que se entra en el complejo, lo primero que se observa es una “estatua” de acero y de seis metros de Roland Garros. Del mismo material, pero de tres metros, se eleva una de Rafael Nadal, el gran ausente este año.

La estatua de acero y de seis metros de Roland Garros, el pionero de la aviación francesa que le da el nombre al certamen de Grand Slam parisino.
La estatua de acero y de seis metros de Roland Garros, el pionero de la aviación francesa que le da el nombre al certamen de Grand Slam parisino.

Los cuatro campeonatos de Grand Slam (Australia, Roland Garros, Wimbledon y el US Open) son una suerte de Disneylandia para fanáticos del tenis. No sólo porque sobre sus courts se derraman los mejores jugadores del mundo a toda hora, sino también por las atracciones periféricas que ofrecen. El Abierto francés tiene su propio museo, donde están en exposición raquetas de todas las épocas, prendas y zapatillas de los campeones, una biblioteca, muestras temáticas y explicaciones sobre cómo son las distintas capas de piedra y tierra de las canchas, entre otros contenidos.

Este año, al cumplirse cuatro décadas del título en singles de Yannick Noah, el último francés ganador de Roland Garros, hay una muestra en su honor. El complejo, moderno, pero sin perder las pinceladas de la tradición del certamen, se monta sobre tonos grises y naranjas. Es sumamente arbolado, hay bancos de madera distribuidos por cada rincón y bebederos. Una reducida cancha de tenis, patrocinada por una marca de raquetas, es un atractivo para grandes y chicos que juegan con pelotas de goma espuma. Hay gigantografías de ex jugadores –sin rostro– para posar para fotos. Se advierte la electricidad en el aire; hay efervescencia y entusiasmo. Se oyen los idiomas más diversos.

El público pobló masivamente cada jornada desde el comienzo del torneo.
El público pobló masivamente cada jornada desde el comienzo del torneo. - Créditos: @Thibault Camus

Los espectadores se mueven como hormigas, de un rincón al otro, dependiendo de sus intereses tenísticos. Algunos tienen acceso a los estadios principales (el Philippe Chatrier y el Suzanne Lenglen; otros tienen tickets sólo para los courts exteriores). Los precios son variados y dependen de la categoría; hay desde 80 euros hasta 130 para el Simonne Mathieu, el estadio más nuevo, construido en los invernaderos del botánico. Para la cancha central hay entradas desde 60 euros (categoría 3 y sólo en los primeros días) hasta 450 para las finales individuales (los sitios de reventa y las agencias de turismo las ofrecen a tres o cuatro veces esos valores).

Comer y beber son, sin dudas, otro de los encantos de asistir a Roland Garros, desde un restaurante de comida típica francesa guiado por un chef ganador de estrella Michelin (Brasserie des Mousquetaires) hasta los puestos de servicio rápido del patio de comidas (donde ofrecen salchichas, rougail de bacalao, papas fritas, focaccia de jamón o vegetariana y tarta de limón), pasando por el bar de los Mosqueteros, en el que sirven langosta, sándwiches de brioche, ensaladas, bocadillos dulces y salados, y postres. Hay rincones de frutas frescas, helados y café. También se vende todo tipo de gaseosas y bebidas alcohólica (cerveza, vino blanco y champagne, las más consumidas). Funciona un sistema para agilizar la compra de hamburguesas y ensaladas: mediante la aplicación del torneo, las personas –estando en el partido– pueden encargarlas y retirarlas cuando deseen.

El poster oficial de este año

Luego de las zonas corporativas, el merchandising es una de las principales fuentes recaudadoras de Roland Garros. Las tiendas La Boutique se reparten por todo el complejo (también en varios puntos de la ciudad, como en un extremo de Champs Elysées), y hay un local principal, La Grande Boutique, ubicado debajo de la Plaza de los Mosqueteros, donde antiguamente estaba el Court 1 –cilíndrico, histórico, ya derrumbado– y donde hoy hay un espacio de descanso con reposeras y una pantalla gigante. La cantidad de souvenirs y artículos ofrecidos es incalculable... Remeras de algodón con el afiche oficial estampado en la espalda (37 euros), las clásicas toallas (de € 30 a 50), gorras (€ 26), vinchas (€ 15), anteojos de sol (€ 130), bolsos (€ 37), muñequeras (€ 10), reposeras (€ 79), llaveros (€ 10), tazas (€ 16), recipientes con polvo de ladrillo del torneo (€ 20), juegos de sábanas (€ 140). También venden medias (€ 18), lapiceras (€ 10), anotadores (€ 15), peluches (€ 50), pelotas de golf con el logotipo del torneo (€ 15) y hasta baberos (€ 30).

Roland Garros tiene veinte patrocinadores (el principal y desde hace décadas es BNP Paribas) y es retransmitido por más de 170 canales de televisión y plataformas digitales en 220 territorios. Desde su aplicación ofrece una transmisión de sonido ambiente para personas que tienen discapacidad visual y, desde este año, establece una “zona de tranquilidad” con reposeras para todos los que quieren aislarse de la multitud por un momento. Además, el impacto económico que genera es fortísimo para la región de Île-de-France (París y alrededores): según un informe oficial de la Federación Francesa de Tenis, la organización del torneo genera 228 millones de euros de PBI y, cada año, más de 6500 puestos de trabajo están involucrados en el evento, directa o indirectamente. Roland Garros es uno de los certámenes de tenis más valiosos y emocionantes, y también es una marca registrada en el mundo del deporte, un negocio redondo de principio a fin.