River y una eliminación que lo obliga a reaccionar lo más rápido posible para enfocarse en su gran objetivo: la Copa Libertadores

River, luego de la eliminación a manos de Boca en los octavos de final de la Copa Argentina.
LA NACION/Anibal Greco

Golpe al mentón. Lo que parecía ser una posible plataforma para conseguir un impulso único de cara a lo que viene se transformó en un cachetazo inesperado. El exitoso ciclo del River de Marcelo Gallardo en los clásicos mata-mata frente a Boca sufrió un segundo tropezón consecutivo: después de quedar afuera por penales el 16 de mayo en la Bombonera en los cuartos de final de la Copa de la Liga, tan solo 80 días después perdió los octavos de final de la Copa Argentina en La Plata. Así, sigue sin poder vencer a su clásico rival en este 2021 y no logró conseguir la deseada sexta eliminación en siete definiciones directas. Una noche de dolor de la que deberá salir rápido para enfocarse en la Copa Libertadores, el gran objetivo del semestre.

La historia le hacía un guiño para la nueva cita superclásica. Gallardo había ganado 59 de 73 series de eliminación (partidos únicos o de ida y vuelta) y River se había impuesto 13 de las 19 definiciones directas frente a Boca que se jugaron desde 1915. Pero este extraño 2021 no viene siendo un año favorable para su exitoso ciclo y el equipo del Muñeco todavía no pudo propinarle ese ansiado golpe al binomio Russo-Riquelme, que se ha llevado la mayoría de los laureles en la disputa.

Marcelo Gallardo, entrenador de River, consuela a su arquero y capitán, Franco Armani, tras la eliminación por penales frente a Boca, por los octavos de final de la Copa Argentina.
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Marcelo Gallardo, entrenador de River, consuela a su arquero y capitán, Franco Armani, tras la eliminación por penales frente a Boca, por los octavos de final de la Copa Argentina. (Fotobaires /)

En enero el Millonario igualó 2-2 en la Bombonera en la Copa Diego Armando Maradona en un partido que lo dejó al límite y luego le impidió jugar la final del título que conquistó el Xeneize. En marzo empató 1-1 en la Copa de la Liga en un partido que estuvo muy cerca de ganarlo. Y en mayo volvió a terminar 1-1 en los cuartos de final de la Copa, pero cayó 4-2 en los penales en medio del brote de Covid-19 que lo obligó a jugar con un equipo alternativo y con juveniles. Ahora, sumó un cuarto encuentro en el año sin poder derrotar a su máximo rival y, si se toma en cuenta el último que se había jugado en 2019, son cinco en fila sin poder imponerse en los 90 minutos.

La sensación general en el mundo River es que se dejó pasar una oportunidad de lujo para volver a imponerse. Porque las diferencias futbolísticas entre los dos equipos que se exponen en el último tiempo son evidentes. Quizás pesó la ausencia de Matías Suárez, el jugador franquicia que no pudo estar por la lesión muscular grado 1 en el aductor izquierdo. O afectó el exigente calendario que no le permite ni recuperar cargas físicas al máximo. Pero, más allá de las razones que se puedan encontrar, nada parece ser suficiente hoy para consolarse frente a la desilusión.

Marcelo Gallardo, DT de River, deberá volver a tocar las fibras íntimas del plantel para evitar que la caída ante Boca tenga efectos secundarios: se le viene Atlético Mineiro por los cuartos de final de la Copa Libertadores.
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Marcelo Gallardo, DT de River, deberá volver a tocar las fibras íntimas del plantel para evitar que la caída ante Boca tenga efectos secundarios: se le viene Atlético Mineiro por los cuartos de final de la Copa Libertadores. (Fotobaires /)

La caída cortó todas las rachas del equipo de Gallardo en la Copa Argentina. El Millonario había logrado superar 27 de las 30 definiciones directas que llevaba disputadas desde 2014, solo había perdido un partido en los 90 minutos (0-2 con Rosario Central en 16vos de final de 2015) y llevaba 25 juegos sin caídas con 23 triunfos y dos empates más 69 goles a favor y 13 en contra en las últimas cinco ediciones. Así, ya no podrá apostar por alcanzar el cuarto título para ser el máximo campeón histórico.

El equipo del Muñeco tendrá que reaccionar lo antes posible, renovar sus energías, tocar las fibras más íntimas internamente y mirar hacia adelante: el próximo miércoles jugará la ida de los cuartos de final de la Copa Libertadores frente a Atlético Mineiro. En la planificación del semestre trazada en la pretemporada en Orlando, Estados Unidos, había tres metas directas en el corto plazo: superar la serie de los octavos de final de la Libertadores frente a Argentinos Juniors, comenzar la Liga Profesional con resultados positivos para soñar con lograr el adeudado título local y eliminar a Boca en el cruce de la Copa Argentina. Dos se cumplieron, el otro no.

Las dos caras de la definición: los jugadores de Boca corren a abrazar a Carlos Izquierdoz, autor del gol decisivo; los de River lamentan la derrota.
LA NACION/Anibal Greco


Las dos caras de la definición: los jugadores de Boca corren a abrazar a Carlos Izquierdoz, autor del gol decisivo; los de River lamentan la derrota. (LA NACION/Anibal Greco/)

Ahora tendrá que afrontar un exigente calendario durante el mes de agosto. Le quedan siete partidos en 25 días. Primero, visitará a Godoy Cruz en Mendoza el próximo sábado por la quinta fecha de la Liga Profesional. Luego, recibirá a Atlético Mineiro el miércoles 11 en el Monumental por la ida de los cuartos de final de la Libertadores y lo visitará el miércoles 18 en Belo Horizonte por la vuelta. En el medio, el sábado 14 tendrá que jugar en Liniers frente a Vélez. Y en el cierre del mes tendrá otros tres partidos por el torneo local con fecha entre semana: Gimnasia, Aldosivi y Sarmiento, con días todavía sin confirmación.

Serán horas de lavado de cabeza para el plantel y el cuerpo técnico millonario. Como ante cada derrota dolorosa, es momento de poner paños fríos, llevar tranquilidad y encontrar la calma para preparar el ansiado duelo copero. Más allá de la tristeza, el presente le ofrece rápidamente una soga a River. La Copa Libertadores será, a partir de ahora, el foco central de un equipo que entiende que tiene con qué pelear hasta el final y sabe que, si logra exprimir al máximo todo su potencial, será un duro hueso de roer para cualquier rival. Llegó el momento de demostrar que sigue sabiendo cómo resurgir de una caída con celeridad. Ya lo ha hecho.