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River campeón: Ponzio, Pinola, Armani, Maidana... y los valiosos y pacientes guardianes del tiempo

El número 23: como en los viejos buenos tiempos, Ponzio lleva la pelota, con la mirada concentrada y otra vez campeón
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Leonardo Ponzio actuó durante los últimos 10 minutos en el clásico triunfal frente a Boca, en un repleto Monumental. Jugó, quitó, tuvo despliegue en un pequeño tramo, siempre con la bandera sobre su espalda. La bandera millonaria. Es el motor del sentimiento, el que tomó la decisión de regresar en la etapa más traumática de la historia, corrió como nunca antes, aceptó ser un actor secundario con Ramón Díaz. Y se consagró como un símbolo con Marcelo Gallardo .

Con el transcurrir de los años, pasó de imprescindible a una pieza de recambio sobre el campo de juego. Fue el sostén –antes, después– de una travesía maravillosa, acaso, la más brillante del gigante. Hace tiempo que espera del otro lado de la puerta. Es el capitán, uno de los hombres más queridos por el plantel, por el cuerpo técnico y por los simpatizantes. Ponzio los enamoró con su juego: todo un hallazgo para una entidad acostumbrada a otro tipo de paladar. Tiene 39 años, está a punto de colgar los botines como más le agrada: dentro del campo de juego. Fue un motor en el círculo central, según pasan los años. Contra Racing, antes de la vuelta olímpica. De su emoción. ¿Será el principio del adiós?

“Encontré un lugar en donde pude ser yo”, dice, con el 16° título en el bolsillo, el que iguala a Angel Labruna . La gente lo ovacionó cuando salió, 15 minutos antes del final: “Que de la mano de Leo Ponzio, todos la vuelta vamos a dar”. Y la dieron, lógicamente, con el capitán en el centro de la pista.

En las alturas, Ponzio también conquistó a todos
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En las alturas, Ponzio también conquistó a todos (Fotobaires /)

Jonatan Maidana ingresó en el segundo capítulo de la denominada “final del campeonato”, el triunfo de River sobre Talleres por 2 a 0, en Córdoba. El campeón jugó con uno menos desde los 7 minutos, por la expulsión de Felipe Peña. El caudillo tuvo una tarea impecable, como en sus viejos buenos tiempos. Voz de mando, potencia, fuerza en las alturas, impasable en el mano a mano.

El tiempo pasa para todos: Maidana (el mismo que se presentó en Núñez antes del infierno deportivo y las vivió todas, de la angustia al estrellato en continuado) juega bajo la sombra de Martínez, Díaz, Rojas, hasta el pibe Peña, víctima de una grave lesión. Lo soporta: sabe que desde su vuelta desde Toluca aporta a la causa desde otro espacio. Pero tiene cuerda para el relato: si no debe correr a un velocista, es fundamental. El Muñeco lo admira: por algo les dio las llaves a los 36 años. Y dispuso de su ingreso, a diez minutos del final. Ahora sí: la fiesta era completa.

Javier Pinola demostró su vigencia, en una noche inolvidable y como clásico número 3
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Javier Pinola demostró su vigencia, en una noche inolvidable y como clásico número 3 (Fotobaires /)

Javier Pinola fue titular en el áspero triunfo frente a Banfield por 1 a 0, sellado por un gol en contra, en una formación con jóvenes y piezas de recambio con experiencia. Víctima de dos lesiones serias –de esas que hacen replantearse todo–, vuelve, espera y se muestra como un líder positivo en el vestuario.

Hincha millonario, indispensable en la mayoría de las vueltas olímpicas, es otro de los rostros de que la vuelta olímpica nace desde el vestuario, en los entrenamientos. Es el mismo de siempre: el que suele liderar cada uno de los ensayos físicos. No se esconde, a los 38 años: es una suerte de entrenador más allá del césped. Ahora, justo ahora, tiene que decidir qué hacer con su futuro: el pasado lo reconforta porque suele estar en todas las fotografías felices. Las más grandes.

Gallardo, ganador: el DT se respalda en el valor de la experiencia
Gustavo Garello


Gallardo, ganador: el DT se respalda en el valor de la experiencia (Gustavo Garello/)

Fue el lateral izquierdo frente a la Academia: como en sus viejos tiempos. Quite, despliegue, liderazgo.

El Muñeco los conoce: nunca hubo (ni habrá) una mala cara por calentar el banco de suplentes o, ni siquiera eso. A veces, hasta quedan fuera de la lista de privilegiados. El entrenador los suele valorar, pero qué mejor que lo diga un compañero… que tampoco es un habitual titular. Bruno Zuculini los describe a la perfección.

“A mí me gusta ayudar. Yo trabajo para que le vaya bien al que está al lado mío. Me apego a los más chicos para eso y a los más grandes para seguir aprendiendo. Si yo quiero dar un mensaje, tengo que escucharlos a ellos. Tengo el privilegio de tener compañeros mayores que nos marcan el camino. Son los primeros que llegan, los últimos que se van. Los primeros en el gimnasio, en salir a correr... y los nombres son evidentes. Gracias a ellos, River es un gran grupo humano que siempre va para adelante y entrena a full. Nos marcan el camino y no nos permiten aflojar”, cuenta Zuculini.

River es campeón por múltiples razones. Por Gallardo, por Julián Álvarez, por la resiliencia. Porque no solo juega muy bien: se sobrepuso a todo. Porque tiene a Enzo Pérez (35), pero el símbolo está en otra dimensión. El resto de los guardianes de la experiencia hace tiempo que rubricaron su legado. Y ahora, en esta esperadísima vuelta olímpica, escribieron sus últimas líneas desde otro lugar. No desde el túnel del tiempo: su liderazgo se sella en el presente. Los (pocos) minutos sobre el campo son apenas una circunstancia.

Los pibes y los grandes: la comunión perfecta, la de River campeón
LA NACION/Mauro Alfieri


Los pibes y los grandes: la comunión perfecta, la de River campeón (LA NACION/Mauro Alfieri/)

Hay otros, con diversas historias. Como Milton Casco (33), el más joven… de los más viejos. Otro de los más queridos, luego de tantos años, de luces y sombras: es ovacionado luego del triunfo contra Argentinos por 3 a 0 y es ovacionado, otra vez, después de la goleada ante Patronato por 5 a 0.

Tras la salida de Leonel Vangioni, entre 2016 y 2017, no supo consolidarse en el equipo titular por lesiones y algunos bajos rendimientos. Tiempo después, entre 2017 y 2018, fue incorporado el uruguayo Marcelo Saracchi y pasó a ser suplente. Tras la transferencia de Saracchi a Alemania, Milton se consolidó. Tiempo después, apareció Fabrizio Angileri. Mucho antes, estaba Camilo Mayada y hasta Nahuel Gallardo. Entraba, salía. Meses atrás, la salida de Gonzalo Montiel, al fin, le devolvió el alma al cuerpo.

Casco es uno de los imprescindibles de River
Twitter @RiverPlate


Casco es uno de los imprescindibles de River (Twitter @RiverPlate/)

Y los hinchas recordaron la importancia de los abanderados del silencio. El que levanta la mano desde el fondo del aula: si hay que jugar en la izquierda, si hay que jugar en la derecha. Siempre listo.

Germán Lux (39) y Enrique Bologna (39) se ponen los guantes, se los sacan. El primero fue esencial en reconfortar al pibe Peña, cuando no paraba de llorar, al romperse en cuerpo y alma. El segundo, voló de un lado a otro del arco en la victoria por 2 a 1 sobre Sarmiento, en Junín. El del gol de Enzo Pérez en la última bola. El que, para muchos, es el triunfo del despegue, por las bajas, porque estaba herido. Porque salió adelante desde los guantes de la experiencia.

Armani tuvo un campeonato sensacional; recuperó su mejor versión, con la fuerza de la selección
LA NACION/Mauro Alfieri


Armani tuvo un campeonato sensacional; recuperó su mejor versión, con la fuerza de la selección (LA NACION/Mauro Alfieri/)

Sin embargo, resulta imposible ocupar ese puesto. El de Franco Armani (35), uno de los pocos intérpretes de selección de nuestro medio. De los últimos 16 encuentros, sufrió apenas 8 tantos. Y en ocho de ellos, no sufrió tantos. A su capacidad habitual, le agregó mejores salidas áreas –más convencido, preparado– y una mejor disposición con los pies.

Otro de los que vuela en la imagen de la mayoría de los recuerdos gloriosos. Es, también, una de las figuras del campeón. La vigencia, seguramente, lo lleve a Qatar 2022. Pero esa es otra historia. Ahora, cuando la emoción lo supera todo, celebra como un niño con su primera pelota. Como sus colegas de la experiencia: el fútbol –y la vida– tiene otro sabor. La gloria se disfruta según pasan los años.