Rangers, el club escocés que murió, resucitó y jugará la final de la Europa League

Los jugadores del Rangers celebran en el  Ibrox Stadium, de Glasgow, el triunfo ante el Red Bull Leipzig y la clasificación a la final
OLI SCARFF

Los números de James Tavernier harían las delicias de cualquier delantero. Desde que llegó al Glasgow Rangers escocés en 2015 ha jugado 383 partidos, en los que ha marcado 81 tantos y brindado 106 asistencias, cifras nada despreciables si se tiene en cuenta que este jugador inglés de 30 años es lateral derecho.

Ayer, en el abarrotado estadio de Ibrox Park, Tavernier no faltó a su cita. A los 18 minutos de juego apareció libre por el segundo palo para empujar un centro bajo de Ryan Kent y lograr el gol que igualaba la serie semifinal de Europa League frente al Red Bull Leipzig alemán. No podía ser otro que el capitán, el símbolo del equipo de casaca azul, el mismo que el 5 de abril de 2016 marcaba ante el Dumbarton para devolver a los suyos a Primera División y concluir la porción inicial de la muy dolorosa travesía del desierto que debió afrontar la entidad desde 2012.

Un rato más tarde, con goles de Glen Kamara, un finlandés hijo de padres de Sierra Leona, y del inglés John Lundstram, fichado en enero del Sheffield United, el conjunto escocés redondearía la labor. El 3-1 definitivo, inobjetable desde lo futbolístico, no fue un triunfo más: significa un regreso al punto de partida. El próximo miércoles 18, en Sevilla y ante el Eintracht Frankfurt germano, el Rangers será uno de los protagonistas de la final de la segunda competición europea. La última vez había sido en 2008 y la derrota ante el Zenit ruso (2-0) anticipó la catástrofe que estallaría poco después y que condicionaría la propia existencia de un club que con 55 títulos posee el récord mundial de ligas nacionales conquistadas.

¡Rangers, a la final de la Europa League!

Fundado en 1873, el Rangers Football Club no nació con vocación religiosa y si quince años más tarde se convirtió en bandera de los protestantes de la ciudad fue por simple oposición al que ya por entonces aparecía como máximo adversario. En 1888, el hermano marista Andrew Kerings, de origen irlandés, dio origen al Celtic, en cuyo escudo aparece el trébol verde de cuatro hojas representativo de la muy católica Irlanda. La rivalidad surgió de manera casi espontánea, y al margen de que más de una vez ha derivado en hechos de violencia también ha sido el principal estímulo de crecimiento para el fútbol escocés. La competencia feroz y el afán de superarse entre sí fueron siempre el motor de la Scottish Premiership.

Salvo en la década inicial del siglo XX, el Rangers siempre estuvo por delante. En 1961 fue el primer equipo británico en alcanzar una final continental (derrota ante la Fiorentina en la Recopa) y aunque el Celtic alzó la Copa de Europa en 1967, el color azul dominaba con comodidad las estadísticas locales con un holgado 54 a 43 en títulos de liga. Hasta que llegó la catástrofe.

El principio del fin

Todo comenzó en 1988, cuando David Murray, magnate del acero escocés, puso en marcha su idea de convertir a los Gers en una potencia del fútbol. La política seguida para lograrlo, pedir préstamos para el fichaje de jugadores extranjeros, jamás logró concretar el objetivo. Peor aún, acumuló una deuda que la crisis económica mundial que estalló en 2008 fue transformando en impagable. Un año más tarde, el banco Lloyds, uno de los principales acreedores, tomó la administración del club, y en 2011 otro empresario, Craig Whyte, asumió las riendas de la institución cuando la cuesta abajo era imparable. En junio de 2012 se produjo la debacle final. La oficina de Hacienda británica rechazó un plan para refinanciar la deuda de 26 millones de euros y decretó la quiebra.

El reconocido Glasgow Rangers desapareció como tal, aunque ese mismo día Charles Green, ex futbolista y hombre de negocios en Inglaterra, pagó 7 millones de euros y firmó la refundación bajo el nombre The Rangers Football Club. Sin embargo, las desgracias no acabarían ahí. El “nuevo” equipo pidió incorporarse a Primera o eventualmente Segunda División, el resto de los clubes no lo aceptaron y la Federación Escocesa lo obligó a empezar desde cero. El orgulloso Rangers pasó a ser uno más de la Cuarta categoría.

Los hinchas celebran la clasificación a la final
ANDY BUCHANAN


Los hinchas celebran la clasificación a la final (ANDY BUCHANAN/)

Los años siguientes fueron un calvario para la institución, que al mismo tiempo veía impotente cómo el Celtic sumaba campeonatos sin oposición alguna. Pero a la vez, el castigo sirvió para comprobar que la historia, la pasión y el poder de convocatoria de los grandes clubes es capaz de superar los peores momentos. Durante esas interminables temporadas en el destierro, 50.000 hinchas del Rangers llenaron Ibrox Park en cada partido aunque ni siquiera supieran los nombres de sus adversarios y viajaron por todo el país para seguir a su equipo por ignotos campos de fútbol. Los Gers ganaron sin problemas los torneos de Cuarta y Tercera, tropezaron en una promoción ante el Motherwell en su primer año en Segunda, y el gol de Tavernier los devolvió a su sitio en 2016.

Volver a ser

La segunda parte del largo sendero de retorno tardaría algo más en llegar. Hubo que esperar hasta 2018 para que, con la contratación como entrenador de Steven Gerrard, aquel talentoso volante que fue ídolo del Liverpool, todo empezara a ser como antes. El ex líder de Anfield Road modificó y actualizó el estilo de juego. Puso más énfasis en la elaboración en mitad de cancha y el ataque en bloque que en la vía directa. Los resultados los cosecharía en la temporada 20-21, cuando el Rangers festejó su título número 55 con una ventaja récord de 25 puntos sobre el Celtic.

El futuro pintaba color de rosa, pero una nube ensombreció el panorama a mitad de esta temporada. En noviembre pasado, Gerrard no pudo resistir la tentación de volver a Inglaterra y aceptó el ofrecimiento del Aston Villa. Aunque el cielo se despejaría pronto. Su sucesor, el holandés Gio Van Bronckhorst, mantuvo e incluso profundizó la idea de juego, desestimando en algunos casos como en el partido ante el Leipzig la presencia de un 9 tradicional. Los blues de Glasgow pulverizaron al poderoso Borussia Dortmund en febrero, superaron sin mayores apuros al Estrella Roja serbio en marzo y sufrieron hasta definir en los penales los cuartos de final frente al Braga portugués.

En mayo, por fin, llegó su apoteosis. El capitán Tavernier enseñó el camino y sus compañeros lo siguieron sin dudar, empujados por un público que vibró con su equipo sabiendo que cualquiera sea el resultado en Sevilla la historia ya está escrita. Como en 2008, el Rangers, uno de los grandes del fútbol mundial, disputará la última instancia de una competición europea. La resurrección, ahora sí, por fin ha terminado.