Ramón Ramírez, el inocente pecador vendido al América tras ser ídolo en Chivas

Ramón Ramírez celebrando un gol con Chivas en 1997. (AFP via Getty Images)
Ramón Ramírez celebrando un gol con Chivas en 1997. (AFP via Getty Images)

Ramón Ramírez no tenía idea de cuál era su futuro. Y cuando se enteró de que ya había un contrato sin su consentimiento, trató de frenarlo. Pero era imposible. Aunque su pierna zurda lo había convertido en un ídolo de multitudes ataviado de rojiblanco, Ramírez tendría que resignarse a jugar con la playera del némesis: Las Águilas del América. Jamás le preguntaron. Fue tratado como una mercancía sin voz ni voto.

"A mí nunca me consultaron; en ese momento a los que estaban de directivos les dije que se frenara", recordó Ramírez en una entrevista 2020 para Fox Sports. Sin embargo, cualquier esfuerzo que hiciera sería echado en saco roto. La decisión estaba tomada por las cúpulas directivas de América y Chivas, esta última encabezada por el recordado Salvador Martínez Garza, a pesar de lo que eso significaba para ambos equipos. Los tapatíos padecieron la deshonra de dejar ir a su máximo ídolo al odiado rival y, por su parte, el club azulcrema optaba por un jugador que no quería jugar para ellos y había dejado claro su rechazo.

“A las directivas siempre les argumenté que un jugador consolidado y que haya sido un referente, no podía negociarse con el acérrimo rival. Lo hice en su momento, pero aún así me dijeron que el contrato ya estaba hecho", recapituló en aquella charla.

El desencanto de Ramírez con el club de Coapa dio pie a un rotundo fracaso durante sus seis meses como inquilino del Estadio Azteca. El talentoso lateral izquierdo, que también podía jugar como volante y muchas veces cumplía el rol de enganche, disputó sólo 18 partidos vestido de amarillo y marcó tres goles. Ese rendimiento exhibió públicamente que en ningún momento se sintió a gusto con la decisión que desde un escritorio se tomó suplantando su voluntad.

La carrera no volvió a ser la misma desde ese momento. Seis meses pueden costar muy caro en el futbol. Tras la fallida conversión en americanista, Ramírez recaló en Tigres, pero con los felinos apenas dio muestra del futbol que lo convirtió en un referente total de la Selección Mexicana en la década de los 90. Y también durante esta etapa en el club regio tuvo lugar el incidente extracancha más relevante de su carrera: Ramírez estuvo involucrado en un accidente automovilístico en el que fallecieron tres personas.

La versión que el exjugador ha reiterado sobre aquel asunto es que fue su auto el que recibió el impacto en la carretera, y no al revés, además de que siempre ha manifestado que no iba tomado, como se especuló al comienzo del caso. Las críticas que recibió por ese incidente lo persiguieron durante el resto de su carrera.

Después de tres años de sinsabores, Ramírez volvió al lugar de donde nunca debió salir, pero ya nada era como antaño. Su segunda etapa en Chivas (2002-2004) lo vio convertirse en un jugador secundario, plenamente decorativo, ya sin la velocidad y exquisitez que supo cautivar a todos los fanáticos del buen juego, porque ese era el encanto de Ramírez y muchos otros estandartes de la década noventera: no importaba en qué equipo jugaran, todos disfrutaban del futbol que ofrendaban en los campos mexicanos.

Hoy en día, las “traiciones” forman parte sustancial del futbol, pero ninguna ha tenido un impacto tan grande como la de Ramírez, que era un auténtico ídolo en Chivas, pero cuya transferencia fue involuntaria. Cada vez es más normal que un jugador vista las playeras de dos acérrimos rivales con apenas un tiempo de separación entre una y otra etapa. Es el caso actual de Jonathan “Cabecita” Rodríguez, que hace un año fue campeón de Liga con Cruz Azul y ahora ha sido anunciado como nuevo refuerzo del América tras un breve paso por el futbol de Medio Oriente. Previamente lo han hecho otros elementos como Nicolás Castillo y el Maza Rodríguez.

En un futbol en donde los clubes se aprovechan de los jugadores, son muchos los que deciden pasar por alto los sentimentalismos del “amor a la camiseta” y toman el dinero que les asegura una vida de calidad perpetua a ellos y sus familias. Nadie puede criticarlos por eso.

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