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Por qué el sorteo le ha hecho un enorme favor a Rafael Nadal en Roland Garros

Tennis - ATP Masters 1000 - Italian Open - Foro Italico, Rome, Italy - May 12, 2022 Spain's Rafael Nadal reacts during his third round match against Canada's Denis Shapovalov REUTERS/Guglielmo Mangiapane     TPX IMAGES OF THE DAY
Rafael Nadal celebra un punto en el pasado Masters 1000 de Roma (REUTERS/Guglielmo Mangiapane)

Rafael Nadal volvió a entrenar después de sus problemas en el pie durante el encuentro de octavos de final de Roma que le enfrentó a Denis Shapovalov y las sensaciones fueron positivas. De por sí, esto no quiere decir nada. Descarta el desastre, pero poco más. El dolor en el pie es crónico y puede aparecer en cualquier momento. Por lo que el mismo Nadal ha comentado, tiende a hacerlo según el partido va avanzando, especialmente a partir del tercer set. En Roland Garros, los partidos se juegan al mejor de cinco.

Este ligero optimismo en torno a la condición física de Nadal se enturbió horas después con el sorteo del cuadro principal. A Nadal le tocó el más difícil todavía: posibles octavos de final contra Felix Auger-Aliassime (entrenado por su tío Toni), cuartos de final ante Djokovic y semifinales contra Carlos Alcaraz. Los tres, entre los nueve mejores del mundo. De superar esos tres obstáculos, una final en principio contra alguien del tipo de Stefanos Tsitsipas, ya finalista el año pasado, y también top ten de la clasificación ATP.

La noticia cayó como un jarro de agua fría sobre la prensa y los aficionados españoles y con cierta razón. Ahora bien, si analizamos la situación al detalle, los escenarios de Nadal en París se reducen a dos: o le duele el pie o no le duele. Si le duele, dan igual los rivales, Shapovalov es suficiente para eliminarle sin demasiada resistencia. Si no le duele, es cuando empezamos a tener posibilidades de un decimocuarto entorchado en la capital francesa. Y ahí, por supuesto, lo más descansado que llegues a la final, mejor para ti, pero, por otro lado, si tu pelea no está en el marco de un torneo concreto sino en el de la historia, lo que puede conseguir Rafa le colocaría en un nivel inalcanzable para todos sus competidores.

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Nadal ya es el tenista masculino con más grand slams conquistados. Si su victoria en Australia deshacía el triple empate con Djokovic y Federer con una actuación soberbia, inesperada y con todos los tintes épicos que uno espera de un hecho de tal magnitud, un nuevo triunfo en Roland Garros superaría hasta el paroxismo lo vivido en Melbourne. Rafa está cojo. No todo el rato, quizá, pero buena parte del tiempo. Durante el torneo, cumplirá 36 años. Me cuesta muchísimo verle jugar el año que viene y mucho más a un nivel razonable... pero, si se pasó enero, febrero y marzo sin perder un partido, ¿cómo vamos a descartarle en el corto plazo y en su torneo favorito?

Analicemos lo que el sorteo ha puesto delante a Rafa antes de lamentarnos: la oportunidad de ganar un mismo torneo de Grand Slam con diecisiete años de diferencia; la oportunidad de ganarlo cojo y cumplidos ya los 36. La oportunidad de derrotar, en su camino, a dos de las máximas estrellas del futuro -Aliassime y Alcaraz-, al otro gran candidato a mejor jugador (estadísticamente hablando) de la historia -Novak Djokovic- y a algún miembro de la Next Gen -Tsitsipas, pero no descartemos a Casper Ruud-. ¿Dónde encajaríamos eso en su carrera? ¿No sería acaso la mejor despedida posible?

Y, a la vez, este nivel exagerado de sus rivales, esta sucesión de talentos en su camino, le da algo muy necesario también: la posibilidad de perder sin dramas de por medio. Perder con dolor o perder sin él. Nadie va a lanzarse sobre Rafa si pierde contra cualquiera de los cuatro citados. No habrá derrota vergonzante como no habría victoria con asterisco. Queremos saber si Rafa está para jugar contra los mejores y lo vamos a averiguar. Mejor eso que seguir de puntillas. Si supera esta prueba, Nadal habrá dado un paso enorme en su camino por ser el mejor de todos los tiempos. Esa clase de apelativos solo se ganan en la exageración; tal vez por eso le venga tan bien un camino tan exageradamente complicado.

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