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Fin de fiesta: la lesión de Rafael Nadal anuncia algo más que una retirada

Tennis - ATP Masters 1000 - Italian Open - Foro Italico, Rome, Italy - May 12, 2022 Spain's Rafael Nadal leaves court after losing his third round match against Canada's Denis Shapovalov REUTERS/Guglielmo Mangiapane
Rafael Nadal se despide del público de Roma después de su derrota ante el canadiense Denis Shapovalov (REUTERS/Guglielmo Mangiapane)

Incluso acostumbrados a las molestias de Rafa Nadal en su pie izquierdo y a los discursos pesimistas o, cuando menos, realistas en torno a su situación, lo de ayer del mallorquín en Roma pareció algo distinto. Incapaz de correr desde el inicio del tercer set ante Denis Shapovalov, Nadal acabó el partido por pura vergüenza torera, pero en unas condiciones físicas penosas. Su rueda de prensa posterior tuvo un punto triste que a nadie nos habría gustado escuchar: "No estoy lesionado, vivo con una lesión", "algún día me cansaré de aguantar el dolor", "espero poder jugar Roland Garros pero tengo que hablar con mi médico"...

La cronificación de la lesión y, sobre todo, la cronificación del dolor, hace muy difícil que esto tenga marcha atrás. Por supuesto, Nadal aún puede volver a sorprendernos y ganar en París o en Nueva York o incluso aguantar un año más si todo sale a pedir de boca... pero hay que hacerse a la idea de que esta lesión, este dolor que requiere de antiinflamatorios diarios solo para poder entrenar, anuncia una retirada más o menos inminente. A punto de cumplir los 36 años, después de haber ganado más grandes que nadie, con una vida familiar estable y un futuro asegurado en su academia de tenis, el propio Rafa se plantea ya en voz alta si todo esto tiene sentido.

Y quizá haya llegado el momento de mirar hacia atrás y de darnos cuenta de todo lo que ha significado Rafa para nosotros y de todo lo que se acabaría con su retirada. Para el deporte español, supondría casi el punto y final a veintitrés años de una generación descomunal. Digo "casi" porque aún queda Fernando Alonso, pero desde 1999 que ganara Óscar Freire el Mundial de ciclismo hasta ese inicio de 2022 en el que Nadal levantó el trofeo en Melbourne, hemos visto cumplirse los sueños imposibles de todo aficionado al deporte: Europeos y Mundiales de fútbol, baloncesto y balonmano; Tours de Alberto Contador, monumentos de Alejandro Valverde, no sé cuántas Copa Davis, títulos de Fórmula Uno, del Dakar, casi una década dominando Moto GP...

Hemos visto a dos hermanos españoles disputar un All Star de la NBA, Sergio García ganó en Augusta y Jon Rahm lo hizo en el US Open. Incluso hemos podido disfrutar de figuras aisladas en deportes minoritarios como Carolina Marín o Javier Martínez. Ruth Beitia ganó el oro olímpico en salto de altura femenino, Mireia Belmonte hizo lo propio en los 200 metros mariposa. Todo esto, y todo lo que seguro que me he dejado, habría sido impensable antes de que empezara a suceder. Absolutamente impensable. No ya todo a la vez, sino probablemente cada una de sus partes por separado.

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El fin de Nadal no será solamente el fin de una época en el deporte español. También lo será en el propio tenis mundial. La época del "Big 3". La época de los 61 grandes -de momento- conquistados por tres jugadores inimitables. Por supuesto, ahora todos jugamos a decidir quién es el mejor de la historia, pero estoy convencido de que dentro de quince o veinte años, cuando nuestros hijos nos pregunten, nos encogeremos de hombros y diremos: "Eran buenísimos. Los tres. Buenísimos. Cada cual a su manera".

De ese Big 3, tenemos a Roger Federer sin competir de verdad desde 2019 -no cuento su breve e infructuoso regreso de 2021- y a Novak Djokovic con la mente tanto en lo que pasa fuera de la pista como en lo que pasa dentro. En medio, Rafa Nadal, en el ocaso. El chico que, con 18 años ya le ganaba al todopoderoso suizo en Miami, y que con 35 empezó el año llevándose los tres primeros trofeos del año. Toda una carrera sorteando el dolor y los obstáculos para acabar siendo el mejor.

Ahora bien, todo tiene un límite y el propio Nadal lo especificó en la rueda de prensa: "Yo juego para ser feliz y el dolor te quita la felicidad". Lo que vimos en Roma fue muy triste. Todo campeón se merece que le destronen en la pista y no en la enfermería. Lo mismo aplica a Federer, por supuesto. El tenis sin ellos será otra cosa, probablemente peor. Estará Alcaraz, estará Tsitsipas, estará Zverev... pero no será lo mismo. Estos tipos han cambiado el deporte y sus narrativas. Su adiós, cada vez más cercano, no será cualquier cosa. Disfrutemos de cada minuto que nos quede como espectadores.

Vídeo | Nadal cae en Roma ante Shapovalov

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