Canelo v Plant: el boxeo debe poner en valor la diferencia entre un deportista y un macarra

BEVERLY HILLS, CALIFORNIA - SEPTEMBER 21: (L-R) Canelo Alvarez slaps Caleb Plant during a face-off before a press conference ahead of their super middleweight fight on November 6 at The Beverly Hilton on September 21, 2021 in Beverly Hills, California. (Photo by Ronald Martinez/Getty Images)

Hace relativamente poco tiempo escribí un artículo explicando por qué la gente odia a Saúl ‘Canelo’ Álvarez. Expliqué diferentes motivos por los que el mexicano se le atragante a muchos seguidores del boxeo, incluidos sus propios compatriotas. Dos de los puntos negros del que debería ser considerado uno de los mejores púgiles libra por libra de la historia son la arrogancia y alguna que otra salida de tono, y la tangana del pasado martes en la primera rueda de prensa promocional del combate en el que se enfrentará a Caleb Plant el próximo 6 de noviembre es una buena muestra de ello. Un esperpéntico espectáculo que no hace ningún bien, ni al Canelo en particular ni al boxeo en general. El noble arte no necesita ese tipo de sainetes forzados.

El duelo entre Canelo y Plant servirá para unificar todos los títulos del peso súper mediano y pondrá frente a frente a dos boxeadores con unos récords que hablan por sí mismos. El mexicano atesora 56 victorias (38 por KO), una derrota y dos empates, mientras que el estadounidense está invicto con 21 victorias (12 por KO). Un combate con estos protagonistas no necesita de teatrillos ni pantomimas en forma de empujones, bofetadas al aire e intercambio de puñetazos. Se puede calentar un combate con declaraciones más o menos hirientes, pero de ahí a mostrarse al mundo como dos macarras de discoteca que se pelean porque uno ha tirado la copa al otro de un codazo hay un trecho completamente innecesario de recorrer.

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“Yo no ladro mucho, pero muerdo. El que está hablando mucho es él y se lo voy a cobrar. No está a mi nivel y le noquearé en ocho asaltos”, declaró Canelo en la rueda de prensa previa al prescindible encontronazo que ha inundado las redes sociales y ha salido en todos los medios de prensa. El “pues tú más” parte del espectáculo, pero a las manos se llega dentro del ring, que para eso se tiene la posibilidad de dirimir diferencias a golpes de forma legal y además llevarse un buen puñado de machacantes, se pierda o se gane.

Un combate se empieza vendiendo en el micrófono y se resuelve entre las cuerdas. Así ha sido de toda la vida de dios. Es cierto que hay líneas que no se deben cruzar, como por ejemplo la familia o la religión, pero aun así qué necesidad hay de montar un espectáculo dantesco cuando te van a pagar por poder liarte a puñetazos con esa persona. Luego vienen los lamentos y las sacudidas de cabeza cuando alguien desconocedor y ajeno al boxeo (o cualquier deporte de contacto) no tiene inconveniente alguno en poner etiquetas que no le gustan a nadie. Pero es que tampoco se dan motivos para que no sea así.

De un tiempo para acá parece que la promoción no tiene límites, que vale todo. Y no es así, porque entonces se convierte al boxeo en un show bastante alejado de la realidad. Los púgiles tienen que ser un ejemplo dentro del cuadrilátero, pero también fuera. Detrás de cada uno de los asaltos disputados hay horas y horas de trabajo, entrenamiento, disciplina, sacrifico, dieta, sufrimiento, compromiso… De una gran cantidad de valores en los que deberían fijarse los más jóvenes cuando se plantean apuntarse a una escuela o gimnasio. Los mismos con los que defenderán ante sus padres su intención de convertirse en boxeador. Insisto, en boxeador y no en un macarra, una persona violenta, un chungo o un pandillero. En boxeador.

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