Primoz Roglic ha hecho grande a la Vuelta a España, pero no por lo que todos dicen

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TOMARES, SPAIN - SEPTEMBER 06: Primoz Roglic of Slovenia crosses the finish line injured after being involved in a crash in the final sprint during the 77th Tour of Spain 2022, Stage 16 a 189,4km stage from Sanlúcar de Barrameda to Tomares / #LaVuelta22 / #WorldTour / on September 06, 2022 in Tomares, Spain. (Photo by Justin Setterfield/Getty Images)
Primoz Roglic entra en meta dolorido tras su caída en la recta final de la decimosexta etapa de la Vuelta a España (Photo by Justin Setterfield/Getty Images)

Sospecho que hay una idea equivocada de Primoz Roglic entre los aficionados más casuales al ciclismo. Los que le vieron perder el Tour de 2020, descompuesto, casco torcido, en la última contrarreloj. Los que le vieron caerse los dos años siguientes cuando partía como uno de los máximos favoritos... y los que le han visto volar por los aires este martes cuando pretendía poner patas arriba la Vuelta a España tras un ataque desesperado que le dio ocho segundos en la general y le colocó a menos de minuto y medio de Remco Evenepoel justo antes de tener que anunciar su retirada.

Me temo que parte del atractivo de Roglic está en sus derrotas, o, más bien, en su manera de gestionar sus derrotas. Ese punto hierático, estoico, sin quejas ni excusas. Ahora bien, tengamos claro, por favor, que Roglic es un campeón descomunal. Un tipo con un palmarés a la altura de Tony Rominger, por poner un ejemplo, y que aún no ha dicho su última palabra ni mucho menos. No solo ha ganado tres Vueltas a España consecutivas sino que, desde su explosión en 2018, algo tardía por su pasado en los saltos de esquí, se ha impuesto dos veces en la Itzulia, otras dos en Romandía, una en Lieja, otra en la París-Niza y otra más en la Tirreno-Adriático y el Dauphiné. Aparte, en Tokio, se proclamó campeón olímpico contrarreloj.

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Con todo, entiendo que Roglic no sea un corredor cuya importancia pueda medirse en victorias. Cuando gana, el esloveno es un corredor dominante, capaz de imponerse en todos los terrenos y que ha hecho de los últimos tres-cuatro kilómetros de las etapas de montaña su coto privado. A Roglic hay que valorarle también por lo que hace cuando no gana. Por su capacidad de resistencia, su empeño en competir siempre, sin borrarse nunca. No es alguien que venga con el parte médico por delante para justificar una mala actuación.

Por ejemplo, en el pasado Tour de Francia se rompió dos vértebras en una caída y aun así siguió corriendo para ayudar a Vingegaard en la famosa etapa del Granon con su sola presencia. Llegó a la Vuelta a España in extremis y a la cuarta etapa ya llevaba dos triunfos parciales: uno con su equipo, en la contrarreloj del primer día, y otro, en solitario, con exhibición en Laguardia. Podría haberse echado a un lado, podría haberse limitado a hacer el viaje y pasear el dorsal número uno, pero Roglic no es así, nunca lo ha sido.

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Después de ser inferior a Evenepoel en las primeras etapas de montaña y en la crono individual, Roglic se vio a casi tres minutos del liderato. ¿Quién le hubiera culpado por bajar los brazos? Nadie. Pero el esloveno es otro tipo de deportista al que no estamos acostumbrados. El deportista que siempre lo intenta por si acaso, no vaya a quedarse con la sensación de que todo habría cambiado de no haberse ahorrado un esfuerzo.

Esos tres minutos, como decía antes, pasaron a menos de minuto y medio justo antes de su retirada y es lógico que las redes se llenen de mensajes de dolor y de agradecimiento. Roglic siempre dignifica todas las carreras que corre y la Vuelta a España no ha sido una excepción. El problema es que hagamos un exceso de "estética del perdedor" en torno a Primoz. Que lo recordemos por la caída y no por el demarraje anterior que dejó atrás a todo un pelotón bien armado. Que nos quedemos con la derrota en La Planche des Belles Filles y no con cómo se plantó en esa etapa con casi dos minutos de ventaja sobre Tadej Pogacar.

Por muy grande que sea en la derrota, Roglic hace grande todo lo que toca por lo bueno que es y la actitud que muestra en carrera. No podemos olvidarnos de todo lo que ha ganado y todo lo que va a ganar. Roglic no es un corredor de segunda fila al que se le escapan posibles victorias heroicas por la mala suerte. No es Mikel Landa, vaya. Primoz Roglic es uno de los cuatro mejores corredores de los últimos cinco años, no me atrevo a hacer un ránking entre Pogacar, Alaphilippe, Van Aert y él. Habrá quien le considere el cuarto... pero también habrá quien le coloque el primero.

Roglic es un tipo que enamora, pero no porque sufra, sino porque gana. Gana casi todo el rato y en casi todos lados. El asunto es que, cuando no lo hace, sabe perder con gracia. Entiende que no tiene sentido conformarse con segundos o terceros puestos y que, si sales a por todas, te puede pasar cualquier cosa, no hay quejas que valgan. Roglic hace grande todo lo que corre porque lo corre como el mejor. No nos quedemos con el hombre derrotado sino con el vencedor. Dejemos el "no pudo ser" para quien se sienta cómodo ahí. Roglic, sin duda, lo odia. Honrémosle por lo que es: un campeón con todas las letras.

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