Emilio Pérez de Rozas, un moscardón en la noche

Juanma Castaño y Emilio Pérez de Rozas, en el futuro (o no) cartel promocional de 'El partidazo de Cope'.
Juanma Castaño y Emilio Pérez de Rozas, en el futuro (o no) cartel promocional de 'El partidazo de Cope'.

Hace algunas semanas, Sergi Mas —el único Monchi que caía bien a todo el mundo— entrevistó en su podcast de ‘El Periódico’ a Emilio Pérez de Rozas, a propósito de un artículo que había escrito sobre el comportamiento de padres y madres durante los partidos de fútbol que juegan sus hijos. Cuando Mas escribió en Twitter «Hablamos de la mala y la buena educación con Emilio Pérez de Rozas», a más de uno nos brotó una sonrisilla. Porque Emilio, veterano periodista deportivo con una trayectoria más que respetable, de un tiempo a esta parte se ha convertido en un colosal moscardón de la noche radiofónica.

Apostaría a que no hay un solo oyente de ‘El partidazo de Cope’ al que no le gustaría cerrarle el micrófono a Emilio cada vez que habla sin que le pregunten ni le den paso, que es casi siempre. Y quien dice cerrarle el micrófono dice, quizá, asesinarlo con sus propias manos. Pocas veces se ha conseguido una identificación mayor entre la audiencia y el conductor de un programa. Ambos comparten una desesperación que este último, Juanma Castaño, se esfuerza cada vez menos en disimular.

Emilio se ha erigido en una especie de copresentador del espacio. Es un mediocentro invasivo que necesita que todos los balones pasen por él, el cuello de botella de cualquier conversación. No hay pasaje que no quiera salpicar con comentarios cuya trascendencia real es inversamente proporcional a la que él les atribuye. No deja pasar una, pero eso no es lo peor, sino que para hacerse omnipresente necesita interrumpir a todo aquel que usurpa el uso de la palabra. Así, se le puede escuchar hablando por encima (o por debajo) de sus compañeros, a los que tiene por costumbre gastar el nombre para que echen el freno y escuchen el matiz esencial que en ese momento necesita hacerles: «Santi, Santi, Santi…». Porque Cañizares es otro de los que le liquidaría con gusto. No en sentido literal-literal, por supuesto.

No sé si el afán expansionista de Emilio es una cuestión de mala educación, si es cosa de ego o si, simplemente, es un pelma sin igual. No me corresponde el diagnóstico, sólo describir y sufrir los síntomas. Curiosamente, Emilio suele intervenir también los lunes por la mañana en otra tertulia, la de Radio Marca, y mantiene una actitud bien distinta. Allí no se le recuerda, por ejemplo, poner colofón a la intervención de otro con un: «Vaya, gracias, eso ya lo había dicho yo». ¡Cómo no lo vas a haber dicho tú antes, Emilio! ¡Si tú lo dices todo!