Pelota parada, defensa y contraataque: el River más extraño y ganador de la era Gallardo (y por qué hasta domina con 10)

River está arriba de todos, porque tiene ataque, defensa y una personalidad arrolladora (Photo by DIEGO LIMA / AFP)
DIEGO LIMA

Marcos Rojo fue expulsado a los 15 minutos del primer tiempo en el superclásico disputado en el Monumental, por la 14a fecha. Cinco minutos después, Sebastián Battaglia dispuso del ingreso de Carlos Zambrano, un zaguero, por Edwin Cardona, un antiguo número 10. River se impuso de principio a final, más allá de la soberbia tarea de Julián Álvarez, autor de dos goles y el descuento, justamente, del peruano.

Boca se retrasó varios metros, River lo vulneró en todos los sectores, menos en el área: en lugar de apostar por una goleada, se inclinó por el toque y la circulación. Por el “ole, ole” de las tribunas y despreció la oportunidad de extender la diferencia. Sin embargo, fue un monólogo.

Felipe Peña fue expulsado a los 7 minutos del primer tiempo en el decisivo encuentro en el estadio Mario Alberto Kempes, entre River, el puntero y Talleres, el perseguidor. Una ventaja enorme, frente a un calificado adversario, en su cancha, con su gente. Casi, casi, como en el súper. Sufrió el equipo millonario durante los siguientes 10, 15 minutos. Más tarde, se acomodó, con una convicción arrolladora: su personalidad. River no solo juega para ganar, al fin, la única cuenta pendiente que le queda al ciclo de Marcelo Gallardo en más de siete temporadas en Núñez: a veces, parece que juega para la historia.

El 2-0 de fue marcado por Braian Romero, que jugó para la causa: actuó como una suerte de número 8; aquí, lo abraza Ponzio, un símbolo en el banco de los suplentes (Photo by DIEGO LIMA / AFP)
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El 2-0 de fue marcado por Braian Romero, que jugó para la causa: actuó como una suerte de número 8; aquí, lo abraza Ponzio, un símbolo en el banco de los suplentes (Photo by DIEGO LIMA / AFP) (DIEGO LIMA/)

“Hay que saber pasar las situaciones adversas de la mejor manera posible. Entre otras cosas, porque tenemos a Enzo, que cambió su posición para que nada cambie”, sostiene el conductor. No hizo cambios el Muñeco. Se acomodaron las piezas casi naturalmente, como se acomodan en las prácticas, en los partidos importantes, en las finalísimas. Más allá de las bajas -exageradas en todo el recorrido, muchas de ellas, por el rigor físico y la intensidad que exige el cuerpo técnico-, se recicla, se reacomoda y va para adelante... con la mirada atrás. Porque este River es distinto a todos.

Ataca, sí. Pero tiene otros atributos, menos expuestos en la era del Muñeco. Pelota parada (así fue el primer gol, de Simón a Rojas, entrando como número 9), contraataque (así fue el 2-0 en Córdoba, con otra vez un genial Julián Alvarez, con reflejos para capturar el arribo de Romero) y una defensa maravillosa. Porque los campeones suelen respaldarse en una última línea segura, confiable. Que arranca antes, varios metros adelante.

“Esto fue un golpe para los demás, cosa que vamos a tener que sostener, sacarle distancia al segundo y mantener con el tercero. No lo tomo como un triunfo heroico, lo tomo como una muestra enorme de carácter, saber interpretar, no resignar las formas, respetar lo que somos. Eso es lo que me llena de orgullo, los jugadores lo entienden y lo viven de esa manera”, advierte el entrenador.

Enzo Pérez, en primer lugar. Algo más que un jugador indispensable. Juega, corre, contagia, se tira al piso. Se levanta. A veces, al límite, es cierto. Es su marca registrada. “Sigamos así”, les exige a sus compañeros, en la reunión festiva del final, en el círculo central, en la cálida noche cordobesa. Así es con una distancia de 7 unidades frente a Talleres, y 9 delante de Boca y Lanús. Ya le ganó a los tres. Se retrasó unos metros, se disfrazó de defensor. También lo hizo muy bien.

Un River... sólido. ¿Impensable en la era Gallardo? Lo dice Enzo: “El equipo dio un paso muy grande. Nos complementamos muy bien todos más allá del hombre de menos que tuvimos desde muy temprano. Hicimos las cosas muy bien. Creo que hemos tenido esa madurez e inteligencia. Por ahí en otros partidos nos ha costado, pero el equipo hoy está más sólido en todas las líneas. Dimos otros paso hacia adelante. Nos enfrentamos a un buen equipo y mostramos la solidez que veníamos teniendo”.

¿Cómo hace para jugar con una fisura en el quinto dedo del pie derecho? Su respuesta representa el espíritu del grupo. “Me voy sintiendo muy bien, obvio que todavía tengo esa pequeña molestia en el dedo, pero venimos haciendo el esfuerzo grande, estoy contento porque vienen saliendo las cosas muy bien”. Es una máquina de ganar: siete al hilo. Y ahora, se viene Argentinos, en el Monumental.

Pero el tema es la defensa, más allá del laboratorio (¿alguien se olvida de los goles de cabeza de Mercado, de Pezzella, de la pegada de Pisculichi?) y la personalidad de ganador. Atlético Mineiro lo dejó de rodilllas (¿cuántas veces le pasó en el ciclo del Muñeco en la Libertadores?) y, entre las migajas, se levantó. Y entre figuras con menos pergaminos, resucitó. Enzo Fernández, el otro Enzo, a los 20 años, es otro motor en la zona media. El pibe Santiago Simón es la revelación del torneo: como el Enzo veterano, juega en varios puestos. Y tiene 19 años.

Enzo Pérez, corazón: de defensor y de volante, el alma millonaria
Twitter @RiverPlate


Enzo Pérez, corazón: de defensor y de volante, el alma millonaria (Twitter @RiverPlate/)

El cambio xeneize de Zambrano por Cardona a los 20, el Muñeco lo dispuso en el entretiempo: Maidana (36 años y dos meses sin jugar) por Benjamín Rollheiser (otro pibe, como el expulsado Peña, como el monumental Álvarez). Y no desentonó, al lado de Rojas, disfrazado de número 4, de un desatado Martínez y de un dubitativo Casco. River fue el aguante. Sin la posesión (apenas del 31 por ciento), con apenas un córner contra 9, menos remates (7 a 12) y otros datos que le dieron la espalda, tuvo un extraordinario dominio psicológico en Córdoba. Como contra Boca, como contra San Lorenzo. Seguramente, ocurrirá con Argentinos, más allá del resultado: River obliga a tirar la toalla.

La expulsión de Peña, a los 7 minutos, le dio a River otra razón para imponerse en la escena
Fotobaires


La expulsión de Peña, a los 7 minutos, le dio a River otra razón para imponerse en la escena (Fotobaires /)

Romero jugó de... número 8 con llegada. Y más tarde, entró Zuculini. Al Muñeco, siempre excesivamente audaz, no lo marea el romanticismo. Cuando hay que meter, se mete. Ya ocurrió en viejas épocas de copas. Julián Alvarez, en las alturas, se divierte en la soledad, como con compañía. River está preparado para el asalto final, con una fisonomía que cuesta encontrar una réplica en el pasado. Es otro. Provoca desde otro lugar, invita a un nuevo debate. Cómo se protagonista estelar con la fuerza arrolladora de su estantería y el “contragolpe ofensivo”, algo así como el River del ‘86.

Rojas celebra el gol (de clásico número 9) y detrás, grita Martínez: los defensores, al ataque
Twitter @RiverPlate


Rojas celebra el gol (de clásico número 9) y detrás, grita Martínez: los defensores, al ataque (Twitter @RiverPlate/)

El conductor piensa en la... cabeza. “Adversidades se presentan todo el tiempo, tuvimos que desafiarnos como cuerpo técnico, es difícil sostenerse en el fútbol argentino, con la misma dinámica de hace mucho tiempo, convencimiento, respetar una idea, un estilo, más allá de las problemáticas. En las situaciones difíciles hay que dar un poco más, sacar cosas que no se estaban viendo. Estos partidos marcan la esencia de un equipo y eso me llena de orgullo, volvimos a mostrarnos como un equipo que se sostiene con cabeza, con ideas, esfuerzo colectivo en las adversidades. Una vez más pudimos sacar a relucir ese corazón”.

Y el músculo más noble, el corazón...