Paula Pareto: el legado que deja la leyenda argentina del judo

La Peque derrotó a la eslovena Marusa Stangar por Ippon.
Santiago Filipuzzi

TOKIO.- Desaparece el sudor, perdura el legado. Paula Pareto terminó su participación en Tokio 2020 y dejó una huella indeleble como deportista. No solo pesan sus logros en el judo a lo largo de 18 años de carrera, sino también una manera de conducirse en la vida. Atleta ejemplar que no solo desafió con su rocoso cuerpo de 48 kilos a rivales de todas las razas, sino que también estuvo en la primera línea desde su papel de médica en tiempos difíciles. Entregó todo de sí, arropada con el yudogui y con el ambo de doctora. Dio igual: la misma pasión en sus dos facetas. Se retiró con diploma olímpico, después de la derrota ante la portuguesa Catarina Costa en el repechaje.

Fue la primera mujer argentina que se consagró campeona olímpica en la historia. Aquella gesta en Río 2016 la ubicó definitivamente en un sitial privilegiado del deporte argentino, pero antes ya había dado señales concretas de que iría por más, inconformista siempre e impulsada por ese cuerpo inquieto, tan castigado en el tiempo, al cabo. Y si no generó más popularidad entre las nenas fue porque sus participaciones en el judo son difíciles de seguir para el gran público. A ella le cabe a la perfección el concepto de empoderamiento: independiente, ambiciosa, versátil en cada actividad que asume. Disciplinada y segura de sí. Ya quedó en el Olimpo del deporte.

¿Qué más se le puede pedir a la Peque, de 35 años? Que transmita sus enseñanzas en el judo argentino desde su mirada docente y profesional. Y que su ejemplo deportivo se traslade a cualquiera que se lance al alto rendimiento. Resulta llamativo que se repitan los nombres de dos judocas nacionales en las grandes citas y que tengan 35 años o más. Siempre son ella y Emmanuel Lucenti, que competirá en -81 kg. Sin embargo, Pareto confía en una renovación y una formación desde abajo: “Veo una buena base y los juniors están consiguiendo buenos resultados, al margen de los problemas de entrenarse por la pandemia. Además, tenés a Keisy Perafán (25 años), que consiguió una medalla de bronce en el Panamericano de Guadalajara y fue quinta en el Mundial de Hungría”.

Pareto nunca fue un personaje controvertido. No se le ha escuchado una sola frase altisonante, aun con la autoridad que le otorgan la medalla dorada en Río y la de bronce en Pekín 2008. Pero sabe perfectamente qué está bien y qué está mal dentro de su ámbito; quiénes son los dirigentes que suman y cuáles son las autoridades que dinamitan proyectos y estructuras. Y también es chinchuda y cabezadura, cómo no, pero siempre debido a su infatigable autoexigencia. En los últimos años ya estuvo bajando línea de ese innato sentido de superación hacia los jóvenes judocas, con los que colabora en la parte técnica. Y también desde su rol de representante de los atletas panamericanos en la Federación Internacional de judo.

“El legado que dejo es que los chicos nuestros sepan que no existen los imposibles. Que podés lograr una medalla olímpica viviendo y entrenándote en Argentina. Me di cuenta que depende más de uno que de lo que te digan. Es cierto que en Asia o Europa hay otro nivel de entrenamiento, pero no quiere decir que a ellos no se les pueda ganar”, describe.

Pero lógicamente, no alcanzará con los esfuerzos individuales de Pareto para que aparezcan nuevas figuras nacionales sobre el tatami. Será tarea de estamentos superiores para que la Argentina siga en el primer mundo del judo, al menos en una categoría. Nunca hay que perderlo de vista: la Peque fue campeona olímpica, mundial y panamericana; se cubrió de todos los lauros posibles. Festejó y lloró. Trascendió fronteras con su fiereza competitiva.

El mundo tomó nota de su valía deportiva, pero incluso los ojos extranjeros observaron más allá en su persona. Se preguntaron de quién se trataba esta pequeña mujer, indagaron más a fondo y se encontraron con una joya, tras valorar su aporte para la sociedad en un rubro clave como la medicina. Así, gracias a esa mirada externa, Pareto fue distinguida para transportar la bandera olímpica en la ceremonia inaugural del Estadio Olímpico de Tokio, nada menos. En representación de América, se la reconoció bajo el lema de “aquellos atletas que tuvieron un papel clave en la respuesta contra la pandemia del coronavirus”.

“Fue una sorpresa más de las tantas que me ha dado el deporte. Increíble que entre tantos deportistas olímpicos me hayan elegido para representar a toda la región. Llevar la bandera olímpica es otro de los grandes sueños de cualquier deportista, porque ahí están representados todos los valores del deporte olímpico... los anillos nos enamoran a todos. Fue un gran honor y el COI me dio varias facilidades”, contó.

Paula, heroína del Hospital de San Isidro, sintió que no podía resistirse a semejante honor tras aquel llamado del olimpismo, por eso es que incumplió su habitual resguardo de no asistir a las inauguraciones de los Juegos, como en Pekín, Londres y Río. Así fue entonces que, en un tramo de la apertura, millones de personas en el mundo la vieron caminar por TV sosteniendo la insignia, con sus anteojos puestos, junto con los representantes de los otros cuatro continentes y un referente del equipo de Refugiados.

Paula Pareto debutó en los Juegos Olímpicos de Tokio con un contundente victoria ante la sudafricana Geronay Whitebooi.
Santiago Filipuzzi

Paula Pareto debutó en los Juegos Olímpicos de Tokio con un contundente victoria ante la sudafricana Geronay Whitebooi, luego, no pudoi avanzar en el repechaje (Santiago Filipuzzi/)

A principios de julio, cuando ya realizaban la ambientación en la ciudad de Sakai Machi antes de los Juegos, su entrenadora Laura Martinel recibió la noticia del nombramiento para la Peque de parte del Comité Olímpico Argentino, trasladada originalmente por el COI. Enseguida, la coach y su dirigida entendieron que una eventual negativa al organismo sería casi una falta de respeto. En este contexto, la Federación Internacional de Judo contempló la preservación de su estado físico, por eso es que le dieron garantías: pudo someterse primera al pesaje, para luego irse en ómnibus derecho al estadio. “Me pesé a las 20 y 20.10 salimos. Pero a las 0.30 ya estaba durmiendo en la Villa Olímpica. Era lo que más me preocupaba: volver rápido”.

La Peque judoca se transforma ahora en una ciudadana común en busca de la concreción de planes: “Recibí varias propuestas, tanto desde el punto de vista médico como del entrenamiento en el judo. Todavía no hay nada definido, pero sí haré una especialización en medicina. Ojalá se dé todo o algunos proyectos personales que ya los tengo en la cabeza”, se ilusiona esta inspiradora reconvertida en leyenda, que siente que dejó el alma en cada certamen y fue fiel a sus principios de entregar hasta lo último.

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