El patrocinio saudita toma por sorpresa a los anfitriones de la Copa Mundial Femenina de fútbol

MELBOURNE, Australia— Antes de que su presencia comenzara a ser permitida por una flexibilización de las restricciones gubernamentales en 2018, las mujeres en Arabia Saudita que se escabullían a los estadios públicos para ver los partidos de fútbol corrían el riesgo de ser arrestadas. Es por eso que los reportajes noticiosos publicados esta semana de que el reino, a través de su marca de turismo Visit Saudi, había llegado a un acuerdo con el órgano rector del fútbol mundial para convertirse en un patrocinador destacado de la Copa Mundial Femenina de este año, fueron recibidos el miércoles 1 de febrero con una sensación de sobresalto y consternación.

A las jugadoras, aficionados y simpatizantes del torneo —el evento deportivo femenino más grande jamás organizado en Australia y Nueva Zelanda— les cuesta comprender lo que para ellos parece un matrimonio corporativo incómodo entre Arabia Saudita y la FIFA, el órgano rector del fútbol mundial. Los organizadores locales de la Copa del Mundo, sorprendidos por la noticia, exigen una explicación.

“Estamos muy decepcionados de que Football Australia no haya sido consultado sobre este asunto antes de que se tomara cualquier decisión”, afirmó un portavoz del órgano rector del fútbol del país, a través de un comunicado. Football Australia declaró que sus líderes y los de su socio en la Copa del Mundo, la Asociación de Fútbol de Nueva Zelanda, “le han escrito conjuntamente a la FIFA para aclarar la situación con urgencia”.

La FIFA no respondió a los mensajes en busca de comentarios. Un representante de la Autoridad de Turismo de Arabia Saudita no respondió de inmediato a una solicitud similar.

Otros, particularmente en Australia, no ven mucho qué aclarar. Sugieren que el patrocinio de Visit Saudi de un campeonato femenino es solo el ejemplo más reciente de lo que los críticos han descrito como un esfuerzo de un gobierno de usar dinero para financiar el tipo de limpieza de reputación ridiculizado y bautizado como “sportswashing” (blanqueamiento deportivo) y de la voluntad de la FIFA de ser un socio activo en este esfuerzo.

“Que Arabia Saudita patrocine un evento deportivo mundial femenino es como si Exxon patrocinara la COP28 o McDonald’s un simposio sobre alimentación saludable o contra la obesidad”, afirmó Craig Foster, excapitán de la selección masculina de fútbol de Australia, cuya defensa de los derechos humanos lo ha convertido en ocasiones en un crítico notorio de la FIFA. “Va perfectamente en línea con la sed de dinero de la FIFA a cualquier costo y el total desprecio por su política de derechos humanos, por no hablar de los principios”.

En lo que respecta a la FIFA, agregó Foster, “conceptos como la igualdad de género solo son tan duraderos como la cantidad de dinero recibido de compañías o países abusadores e, inevitablemente, el dinero gana”.

Sin embargo, otros afirmaron que los patrocinios sauditas en deportes como el fútbol, el golf, el boxeo y la lucha libre, junto con sus inversiones en negocios, entretenimiento y artes, así como una expansión de oportunidades para las mujeres en toda la sociedad, representan un impulso más fuerte por parte del gobierno saudita para diversificar su economía dependiente del petróleo e incrementar su relevancia en el escenario mundial.

“Es parte de una estrategia mucho más amplia, en varios deportes, independientemente del género, que está diseñada para convertir a Arabia Saudita en el centro de gravedad regional, como la nación quiere hacer con todo”, afirmó James M. Dorsey, académico del Instituto de Oriente Medio de la Universidad Nacional de Singapur.

“Sí, es un tema de imagen, pero gira en torno a posicionar al reino como una potencia”, agregó.

En los últimos cinco años, Arabia Saudita se ha convertido en un actor clave en el fútbol. Ha cultivado una estrecha relación con el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, y ha invertido miles de millones de dólares en eventos, programas y asociaciones (así como en la adquisición de un equipo de fútbol de la Liga Premier de Inglaterra). Mientras tanto, la FIFA ha buscado incrementar la inversión en el fútbol femenino, el cual a pesar de su crecimiento continúa recibiendo una fracción del apoyo financiero que respalda el fútbol masculino.

Al mismo tiempo, liderado por su poderoso príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, Arabia Saudita ha buscado pulir su reputación como el tipo de país que se podría asociar con grandes eventos deportivos mundiales y donde Lionel Messi podría elegir ir de vacaciones, en lugar de una monarquía conservadora que, según los cuerpos de inteligencia estadounidense, asesina disidentes y encarcela a los ciudadanos por sus actividades en las redes sociales.

“Existe un deseo evidente por parte de la élite, impulsado en gran medida por Mohamed bin Salmán, de lograr una enorme revolución cultural o algo similar en un periodo realmente corto”, afirmó David B. Roberts, académico de la región en el King’s College de Londres. “Al mismo tiempo, tenemos cambios cualitativos que nadie pensó serían remotamente plausibles o posibles, como la emancipación relativa o significativa de las mujeres como actores económicos independientes en el reino”.

Obtener el apoyo de las jugadoras y los hinchas del fútbol femenino, así como de los australianos, podría ser más complicado. Sídney, que ha tenido una creciente demanda de boletos para la Copa del Mundo, alberga algunos de los eventos de orgullo LGBTQ más grandes del mundo, entre ellos un festival de Mardi Gras de tres semanas; además, algunas de las jugadoras más destacadas del torneo, como Sam Kerr, capitana de la selección femenina de Australia, y su novia, la mediocampista estadounidense Kristie Mewis, son gays.

Los miembros de la comunidad LGBTQ en Arabia Saudita, como en muchas otras partes de Oriente Medio, sufren discriminación y enfrentan potenciales arrestos y enjuiciamientos.

“Si esta información es cierta, es profundamente desconcertante”, afirmó Moya Dodd, exvicecapitana de la selección de Australia que entre 2013 y 2017 fue una de las primeras mujeres en formar parte del Consejo de la FIFA. “Si la FIFA planea aceptar dinero para exhortar a los aficionados y jugadores de la comunidad LGBTQ+ a visitar Arabia Saudita, cuesta ver cómo esto podría satisfacer los principios comerciales responsables y mucho menos cumplir con las propias obligaciones y políticas a favor de los derechos humanos de la FIFA”.

c.2023 The New York Times Company