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Paraguay - Argentina, por las Eliminatorias: la selección y el falso N°9 que no logró disimular la ausencia de Lautaro Martínez

Joaquín Correa define cruzado, un remate que no encontró el arco ni resultó una habilitación para Ángel Di María; el tucumano tuvo oportunidades, pero no estuvo acertado
Jorge Saenz

Con el inicio de las eliminatorias para el Mundial de Qatar el nombre empezó a verse seguido en las convocatorias que ensaya el seleccionador Lionel Scaloni. En el segundo juego camino a la cita asiática anotó el gol de la victoria sobre Bolivia, en La Paz; repitió festejo en el triunfo 3-1 sobre Venezuela, en Caracas, en septiembre pasado. De extremo o de delantero, el puñado de minutos con el que progresó con la camiseta argentina y la lesión de Lautaro Martínez le posibilitaron ser titular, por primera vez en el recorrido sudamericano, frente a Paraguay, en Asunción. El tucumano Joaquín Correa tomó la responsabilidad de suplantar al artillero del ciclo, a quien en esta temporada se convirtió en un nuevo compañero en Internazionale, de Milán.

De mayor a menor, el desafío no lo superó futbolísticamente a Correa, aunque no tuvo la puntería para vulnerar a Antony Silva, que le ahogó en dos oportunidades el grito para el festejo. En un encuentro con múltiples situaciones frente a los arcos, no pudo hacer olvidar al dueño del gol.

Villasanti evitó el gol de Correa

Un arranque prometedor, porque apenas empezó a correr el cronómetro interpretó la tarea que le encomendó Scaloni. No resultó un N°9 de área, no ejecutó la función que tiene acostumbrado Martínez, cuando el Toro es el faro, la referencia que expone el equipo para atacar. No es un futbolista con esas características y el seleccionador tampoco lo hizo cumplir con un papel que no le sienta. El tucumano no tuvo un posicionamiento fijo , le escapó a Gustavo Gómez y Junior Alonso, los zagueros centrales que ubicó Paraguay; preferentemente se recostó sobre la izquierda, para que los volantes trazaran diagonales. Cumplió con los movimientos, pisó en falso cuando debió ser el encargado de dar la estocada a la acción.

Los 15 goles de Lautaro Martínez en el ciclo Scaloni lo imponen como el máximo goleador, por encima de Lionel Messi (14). Ellos están distanciados del resto, al punto que Leandro Paredes y Sergio Agüero, con tres goles, aparecen como los más cercanos en la lista. Lejos de paralizarse por esos números mágicos, Correa dispuso de la primera jugada de riesgo que provocó la Argentina: Ángel Di María lanzó la pelota para que con potencia desaire a Gómez, pero Silva leyó la intención y le quitó la pelota.

Para Correa, que de adolescente hizo una prueba en River, pero extrañaba a la familia y decidió regresar a Tucumán, todos los interlocutores fueron válidos. Si Di María lo descubrió en el comienzo, Messi lo encontró desmarcado, minutos más tarde. Leo por el eje del ataque y el delantero ubicado como extremo izquierdo definió de derecha, cruzado; Silva, con un manotazo resolvió y desvío la pelota que tenía destino de red.

De características diferentes a las de Lautaro Martínez, Joaquín Correa cumplió con los movimientos que pedía el equipo, aunque desaprovechó las oportunidades que tuvo para convertir
NORBERTO DUARTE


De características diferentes a las de Lautaro Martínez, Joaquín Correa cumplió con los movimientos que pedía el equipo, aunque desaprovechó las oportunidades que tuvo para convertir (NORBERTO DUARTE/)

Se repitió la conexión -Messi ubicó a Correa-, pero el jugador de Internazionale evidenció el primer atisbo de falta de convicción , como si las dos acciones anteriores le hubieran minado el espíritu. El remate quedó a medias, entre un disparo al arco y un pase a Di María; Omar Alderete, que primero se enredó con el balón, logró despejar casi sobre la línea.

Fueron 12 minutos en los que Correa fue protagonista casi exclusivo, entre los movimientos para no ser presa de los defensores y las oportunidades que se le presentaron para abrir el marcador. La intensidad de ese cuarto de hora y la imposibilidad de hacer blanco lo sacaron del eje, como cuando Messi descargó -era la única opción de pase- y se quedó inmóvil o cuando intentó jugar con la estrella de PSG, dejó la pelota a mitad de recorrido y Gómez barrió pelota y pierna.

Joaquin Correa trata de superar la marca de Gustavo Gomez
NORBERTO DUARTE


Joaquin Correa trata de superar la marca de Gustavo Gomez (NORBERTO DUARTE/)

El descanso del entretiempo lo devolvió al rol principal, le faltó esa virtud y la fortuna que suele acompañar los N°9. Primero, al dejar correr un desborde que ejecutó Di María por la izquierda, imaginando que por detrás podía acompañar Messi. Ese apetito y esa voracidad es la que identifica a Lautaro Martínez. Pero también el infortunio, como en la habilitación de Di María que resolvió con un remate de cabeza y Mathias Villasanti se interpuso en el recorrido de un balón que se insinuaba de riesgo para el arquero Silva.

Con un cuarto de hora para el desenlace, Julián Álvarez saltó al campo de juego en su reemplazo. El juvenil de River, en estado de gracia, que convirtió dos goles el fin de semana en el superclásico, no tuvo tiempo ni sus compañeros exhibían la misma intensidad en un partido que resultó de mucho despliegue físico y con una humedad ambiente que provocó un alto desgaste.

Correa sabe que la vida suele ofrecer segundas oportunidades. La tuvo después de abandonar River, porque Renato Cesarini lo devolvió al ruedo y Estudiantes se terminó de quedar con la joven promesa. Años más tarde, ya cuando las selecciones juveniles empezaron a ser parte de su rutina, Internazionale, el club que en el último mercado de pases desembolsó 30 millones de euros para quedarse con su pase, lo rechazó; se rehízo, Sampdoria ofreció 8.000.000 de euros y lo fichó. La aventura europea continuó por Sevilla, el estreno con la selección Mayor en un amistoso con Brasil en 2017 y cuatro años después el pico: campeón de la Copa América y el desquite en Inter. Anoche, ante Paraguay, tuvo su primer partido como titular en el ciclo Scaloni: cumplió con los movimientos, pero no fue el N°9 que pudo disimular la ausencia del goleador.