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El triste espectáculo de engaños entre Ousmane Dembélé y el Barcelona

KYIV, UKRAINE - NOVEMBER 02: (BILD OUT) Ousamane Dembele of FC Barcelona looks on during the UEFA Champions League group E match between Dinamo Kiev and FC Barcelona at Olimpiysky on November 2, 2021 in Kyiv, Ukraine. (Photo by Stanislav Vedmid/DeFodi Images via Getty Imagess)
Photo by Stanislav Vedmid/DeFodi Images via Getty Images

Hay algo muy triste en la relación entre Ousmane Dembélé y el Barcelona que va más allá del hecho de que el francés se haya perdido la mitad de los encuentros de su equipo desde que fichó por más de cien millones de euros en 2017. Algo que tiene que ver con los engaños mutuos, con la desconfianza, con las filtraciones y el pasotismo, las exageraciones forzosas y la falta absoluta de empatía por los dos lados, especialmente por la del jugador en este caso.

Vamos con los hechos y un poco con su interpretación: Ousmane Dembélé, a sus veinticuatro años, acaba este próximo verano el contrato por cinco temporadas que firmó con el Barcelona. Sí, cinco temporadas. El francés lleva cinco años en Barcelona, aunque parezca mentira. Después de un par de meses brillantes con Ronald Koeman de entrenador, incluso probando la posición de delantero acompañante de Leo Messi, lejos de la banda, la enésima lesión le dejó fuera durante meses y la posterior recaída ha hecho que este año prácticamente no haya podido jugar. La historia de siempre.

Dembélé es un jugador que cobra mucho y juega poco. Un jugador en torno al cual hay grandes expectativas, la mayoría estancadas desde hace cinco años. Cuando ha jugado, ha alternado buenos partidos, incisivos, llenos de velocidad y regate... con una incapacidad para leer el juego y resolver las jugadas impropia de un jugador de élite. Porque, digámoslo de una vez, Dembélé no es un jugador de élite. ¿Lo podría haber sido en algún universo paralelo sin lesiones, con disciplina y otro estilo de juego? Tal vez. Pero en este mundo real no lo es. Eso no quiere decir que no lo pueda ser en el futuro, pero, insisto, el futuro se va acortando.

Si el Barcelona no hubiera pagado lo que pagó por él y no estuviera en bancarrota, no tendría ningún interés en renovar a Dembélé. ¿Para qué quieres ofrecerle un pastón a un tío que no te va a jugar la mitad de los partidos y en la otra mitad va a alternar cal y arena? No tiene sentido. El Barcelona quiere renovar a Dembélé para venderle, punto. En medio, ya puede salir Laporta a decir que es un jugador clave y puede salir Xavi a decir que es el mejor jugador del mundo en su posición. Ninguno de los dos lo piensa. Es el Barcelona, como institución, el que necesita renovar a Dembélé y a continuación pasarle ese contrato a otro equipo y cobrarle un traspaso, aunque sea mínimo.

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Ahora bien, ¿a qué equipo le interesa alguien como Dembélé? Tiene que ser a un equipo muy desesperado o a un equipo sin nada que perder. Sería extraño ver a un equipo sólido de Champions, serio, con aspiraciones, ponerse a jugar a la ruleta con el francés. De todo se ha visto, pero... El perfil de equipo que puede estar detrás de un jugador así, como se ha publicado estos días, es el Newcastle. En realidad, cualquier equipo de media tabla de la liga inglesa, hasta arriba de dinero y con la ilusión de meterse en Champions algún año, para lo cual, necesariamente, tenga que arriesgar, porque a Haaland no van a ficharlo.

Llegados a ese punto, es normal que el jugador se piense sus opciones. Normal, pero triste, también, y ahora lo explicamos. Dembélé sabe que el Barcelona quiere renovarlo para venderlo e intuye que la campaña de Xavi es más institucional que otra cosa. Ahora bien, si me van a vender llevándose ellos un dinero por el traspaso, ¿por qué no ir yo directamente al equipo interesado, negociar un contrato anual más jugoso y de paso llevarme la prima de fichaje? En términos económicos, tiene todo el sentido del mundo y está claro que cada vez es lo más frecuente: los jugadores esperan a acabar su contrato para irse libres y llevarse ellos el dinero de los antiguos traspasos. A Cruyff le parecería aberrante -"mejor que el dinero esté en manos de los clubes porque ese dinero puede volver en cualquier momento"- pero es lo que hay.

Y, ya digo, tiene un punto triste. Porque no nos vamos a poner románticos a estas alturas de la vida ni vamos a pecar de inocentes, pero, hombre, si un equipo apuesta por ti como ha apostado el Barcelona por Dembélé; si has cobrado un dinero descomunal durante cinco años por apenas jugar, llegar tarde a los entrenamientos y llevar una vida privada poco saludable (según las filtraciones, al menos), tampoco pasa nada por hacer un último favor a ese equipo y compartir las ganancias de la siguiente aventura. Por supuesto, pierdes dinero, pero quedas bien y ayudas a un equipo que ha sido más que paciente contigo.

De momento, no parece que estemos en esas. Dembélé quiere más dinero para renovar porque intuye que luego, a lo mejor, no encuentra mejor postor en el mercado. El Barcelona no quiere pagárselo, primero, porque no se lo merece, no ha demostrado nada que justifique otro contrato millonario... y, segundo, porque no lo tiene. Necesita ofrecer justamente aquello que luego pueda asumir otro equipo cuando quieran venderle al jugador. Mientras tanto, unos juegan a que "están muy interesados en una pieza clave para el club" y el otro insiste en que "su intención es llegar a un acuerdo y quedarse". No parece que ninguno de los dos esté siendo honesto. Lo que se está negociando aquí es el reparto de dinero, o, más bien, si habrá tal reparto o se lo quedará todo Dembélé. Y está claro hasta qué punto le vendría bien al Barça no solo quitarse de en medio el contrato del francés sino recibir veinticinco o treinta millones del Everton de turno.

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