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Óscar Jiménez, el portero del América que servía como reemplazo, pero como titular decepciona

Óscar Jiménez en un partido contra el Nashville, en septiembre pasado. (Getty Images)
Óscar Jiménez en un partido contra el Nashville, en septiembre pasado. (Getty Images)

Óscar Jiménez esperó durante seis años pacientemente su oportunidad. Llegó al América en el invierno de 2016. Venía de labrar una modesta carrera en Jaguares de Chiapas. Ahí, en la discreción de un equipo en la que todo era ganancia, Jiménez había respondido muy bien. Su llegada a Coapa representaba el clásico fichaje de un portero suplente: era confiable, pero no tenía el estatus ni el potencial para ocupar la titularidad de Las Águilas.

En ese mismo mercado, el América fichó a Agustín Marchesín, que venía de Santos Laguna, otro equipo sin demasiados reflectores, pero en donde el argentino se ratificó como uno de los mejores porteros del país. Y esa etiqueta fue la que sedujo al América. La apuesta no pudo ser mejor: Marchesín se marchó con tres títulos bajo el brazo en los dos años y medio que jugó con los azulcremas, antes de partir al futbol de Europa con el Porto. Jiménez fue titular en el intervalo que comprendió el adiós de Marchesín y la llegada de un portero sucesor. Lo hizo bien, y mucho se habló de que, quizá, era momento para confiar en él de manera definitiva.

No había forma. El regreso de Guillermo Ochoa, después de una odisea de ocho años en Europa, estaba cantado. Los guantes de Marchesín únicamente podían llenarse con otro portero de jerarquía. Óscar Jiménez tuvo que esperar por su turno al bate una vez más. Los titubeos constantes de Ochoa, en su regreso y en sus tres años de estadía en la segunda etapa, reforzaron la teoría de que el América podía tener al portero que necesitaba en la banca, porque siempre respondía, porque era un seguro de vida: si algo fallaba con el titular, ahí estaría Jiménez para dar certidumbre.

Ochoa se marchó tras decidir que quería volver a Europa. La no renovación del cinco veces mundialista le entregó la llave del arco americanista a Jiménez. Pero el América quiso tener un plan B, y por eso fichó a Luis Ángel Malagón, portero de 25 años que ha sido proyectado como futuro ocupante del arco tricolor (aunque no se ha consolidado plenamente como guardameta confiable). Era momento de hacer justicia: Jiménez espero su oportunidad y le llegó. A diferencia de lo que la directiva hizo en 2019, ahora no compraron a un portero de jerarquía; simplemente querían a alguien que le hiciera competencia a Jiménez, pero con la impronta de que el titular sería él.

Y en nueve partidos se ha confirmado que Jiménez no es un portero hecho para el arco del América. El sábado, contra Atlas, recibió dos goles obra de Brian Lozano. El uruguayo del Atlas probó desde lejos, como si olfateara la inseguridad de Jiménez, y en ambos casos fue gol, con la sensación evidente de que un arquero no puede permitir dos goles así. Jiménez no es portero de aquellos que "gana partidos"; su mérito, hasta ahora, era no cometer errores, hacer lo elemental. Pero los goles contra Atlas dejan claro que Jiménez está sobrepasado por la responsabilidad que hoy ostenta, una responsabilidad desconocida durante toda su carrera.

Jiménez fue un portero de Liga de Ascenso hasta los 25 años, cuando dio el salto de Lobos a Jaguares en 2013. Solo fue titular de Primera División durante tres años y medio. Desde que llegó al América, únicamente ha jugado 38 partidos en seis años. Era un reemplazo confiable, pero sus capacidades estaban delimitadas a ese rol. Ahora el América comienza a darse cuenta de ello, como en 2011 lo hicieron con Armando Navarrete, portero que fue suplente de Ochoa durante años y siempre respondió cuando le tocó atajar. Pero su momento estelar llegó cuando Ochoa se fue a Europa, y Navarrete apenas duró un torneo como titular.

En el futbol las cosas pueden ser así: a veces es mejor no exceder el papel de actor secundario, si lo que se quiere es tener la aprobación del público. Jiménez está a nada de perder la oportunidad que parecía merecer, que todos creían que merecía, y que finalmente confirmó que nada era mejor para él que ver el arco desde la banca.

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