Óscar 'Conejo' Pérez, el portero que demostró que no hay edad ni tamaño para brillar en el futbol

Óscar 'Conejo' Pérez durante un partido con Cruz Azul, en 2006. (REUTERS/Henry Romero)
Óscar 'Conejo' Pérez durante un partido con Cruz Azul, en 2006. (REUTERS/Henry Romero)

Óscar 'Conejo' Pérez rompió toda lógica en el futbol. Dicen que los porteros siempre deben ser altos y transmitir la sensación de temor a sus rivales. No era el caso del Conejo, que con sus 1.72 metros inspiraba justamente lo contrario (pero luego rectificaban). Así lo constató Emmanuel Tito Villa, delantero argentino que en 2006 llegó a jugar a México con Tecos, y que luego edificaría una fructífera carrera en equipos como Atlas, Cruz Azul y Querétaro.

"Cuando lo conocí, yo no tenía gran conocimiento de la Liga Mexicana. En Argentina no se pasaba nada de México. Pero particularmente en aquel partido, miré... y dije: '¿ese es el portero?'. Con este hay que probar de todos lados, no llega al travesaño, decía yo. No pasaron cinco minutos, cuando van a centrar, dije 'acá está el primer gol nuestro'. Me elevo, y Pérez no estaba acá (media altura), estaba acá (arriba de él, un delantero que medía 1.80 metros y que se caracteriza por ganar balones aéreos). Llegó con una mano y la bajó. Dije: ¡cómo llegó el chiquito este allá arriba!", relató Villa para TUDN.

Sus pies tenían un resorte impresionante para cualquiera que lo viera atajar por primera vez, aunque con el tiempo esa condición se volvió normal para quienes lo veían volar en los campos del futbol mexicano. Y vaya que pasó mucho tiempo en esos campos: debutó como profesional en 1993 y se retiró en 2019. Durante muchos años existió un chiste popular para aquilatar su longevidad: decían que todavía era una joven promesa. Lo cierto es que la carrera del Conejo fue siempre impredecible.

Primero sorprendió por su estatura, luego por mantener un nivel alto después de los 40 años, y en medio de todo eso, por sus atajadas salvadoras, su insólita capacidad de alcanzar el travesaño con un pie, y para anotar goles... Lo hizo todo. Fue campeón con La Máquina en el recordado Verano 97 y subcampeón de la Copa Libertadores 2001, además de atajar con la Selección Mexicana en el Mundial de Corea-Japón 2002, y en Sudáfrica 2010, en una decisión criticada de Javier Aguirre —sentó a Guillermo Ochoa en aquel Mundial—.

En 2008, después de quince años en Cruz Azul, el equipo cementero juzgó que Pérez ya no tenía nada nuevo que ofrecer. Lo enviaron a Tigres, y en Tigres juzgaron que no era el portero de jerarquía que necesitaban. Mantuvo un nivel competitivo en clubes que peleaban la parte intermedia o baja del futbol mexicano: Jaguares de Chiapas, Necaxa y San Luis. En 2013, ya a los 40 años, llegó a Pachuca. Y tres años después, cuando ya tenía 43 en el 2016, fue campeón de nuevo. Su experiencia contrastaba con la jovialidad de Hirving Lozano, Erick Gutiérrez, Rodolfo Pizarro y Víctor Guzmán, pero tenía que ser así: el Conejo era la balanza, el punto de equilibrio que todo equipo ganador necesita. Al año siguiente ganó la Concacaf y jugó un Mundial de Clubes en el que Pachuca acabó en el tercer lugar.

Su carrera finalizó oficialmente en 2019. 23 años como porteros profesional. Hasta escalofríos da decirlo: jugó 741 partidos en Primera División. Cuando en el Clausura 2016, le hizo gol a su exequipo, Cruz Azul, quedó claro que ningún límite podía contener al Conejo. "Son sentimientos distintos. Cuando un portero hace una atajada no puede correr y festejar, tiene que seguir con la jugada y alertar a los compañeros. Cuando he tenido posibilidad de hacer gol es un sentimiento diferente, que pocas veces se da, y más estando uno como arquero. En el momento lo festejé, después pensé cómo puede ser que se lo hiciese a un equipo que quiero y aprecio mucho. Que me haya tocado marcarles fueron sentimientos contrarios", contó a Marca Claro sobre lo que representó hacerle gol a su club de formación.

Siempre fue un profesional: en la derrota y la victoria se comportaba de la misma forma. Por eso soportó tanto tiempo como profesional. "El trabajo que uno le da a su organismo, a su profesión, todo eso me ha ayudado muchísimo, el hacer una preparación previa, el no tener excesos en cuanto a la diversión, la bebida, trasnochar, todo eso lo dejo a un lado, siempre hay tiempo para todo y para mí lo más importante y lo que me tiene acá es la pasión que tengo por el futbol", contó a ESPN sobre su secreto para durar tantos años.

El Conejo estará en el Salón de la Fama. Fue votado para entrar en la generación 2023. Parece un reconocimiento justo para el portero que demostró que no hay edad ni tamaño para brillar en el futbol. No hubo mérito que escapara de sus alcances: todavía parece verlo ahí, en el campo, volando y saltando, para deleite de todos, porque lo extraordinario de su juego traspasó toda barrera lógica, generacional y prejuiciosa.

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