Opinión: Quienes se oponen al aborto quieren que las mujeres tengan miedo de pedirles ayuda a sus amistades

El mes posterior a la decisión de la Corte Suprema de anular el fallo de Roe contra Wade, una mujer de Texas que tenía dos hijos y había iniciado trámites para divorciarse de su esposo descubrió que estaba embarazada. Convencida de que no quería tener otro hijo y preocupada de que su esposo intentara aprovechar su embarazo para obligarla a seguir con él, hizo lo que muchos de nosotros habríamos hecho: les pidió ayuda a dos amigas.

En mensajes de texto que ahora forman parte de un espeluznante caso en juicio, se constata que sus amigas le respondieron con cariño y solidaridad. Una de ellas le recomendó recurrir a Aid Access, una organización con oficinas en Viena que les envía píldoras abortivas a personas que se encuentran en lugares donde está prohibido el aborto. Luego, la misma amiga le envió otro texto para avisarle que había encontrado a alguien que vivía cerca y podía conseguirle el medicamento. Tanto ella como otra amiga le ofrecieron su casa para proceder con el aborto. “En la vida hay errores”, comentó en un mensaje de texto la otra amiga. “No puedes caer en una espiral. Tal vez esta sea la palmada en el cuerpo que necesitas para separarte de él”.

Al ahora exesposo, Marcus Silva, le llegó su revancha. La semana pasada, presentó una demanda de homicidio culposo contra las dos amigas de su exesposa, y la mujer que supuestamente consiguió las píldoras abortivas que tomó, con la que busca obtener un pago de 1 millón de dólares de cada una (como todo parece indicar que el juicio provocará actitudes abusivas en su contra, decidí no incluir el nombre de las mujeres).

El caso de Silva parece contar con el respaldo del movimiento antiaborto, pues lo representa Jonathan F. Mitchell, ex procurador general de Texas, quien redactó la ley del aborto de Texas con un sistema de recompensas, que les da a los ciudadanos de a pie facultades para demandar a otros por “conductas que induzcan o inciten a la realización o provocación de un aborto”. Otros integrantes de su equipo legal son Briscoe Cain, distinguido por su oposición al aborto en la Cámara de Representantes de Texas, y tres miembros de la organización legal católica de derecha Thomas More Society. “Ayudar en un aborto autogestionado en Texas”, afirma la demanda, es “un acto homicida”.

Este caso tiene varias implicaciones desgarradoras. En primer lugar, proporciona un ejemplo especialmente vívido del control que las prohibiciones contra el aborto les dan a los hombres sobre las mujeres. En los mensajes de texto citados en la demanda, la exesposa de Silva escribió, en relación con su embarazo, que sabía que Silva lo “utilizará en mi contra” e “intentará actuar como si tuviera algún derecho a participar en la decisión”. En vista de que el hombre decidió demandar a sus amigas, parece que lo conocía bien. Lo que quizá no tenía claro era cuánto poder político podría amasar su exesposo en nombre de sus prerrogativas patriarcales.

Según Melissa Murray, profesora de Derecho de la Universidad de Nueva York, es significativo que la demanda no se haya presentado con fundamento en la ley de aborto con recompensas elaborada por Mitchell. En cambio, se presentó como un caso de homicidio culposo, en señal de que Murray le apuesta a obtener reconocimiento judicial de la condición de persona del feto conforme a la legislación de Texas.

“Texas prohíbe el aborto, pero no porque sea una especie de homicidio, es decir, el asesinato de una persona”, explicó. En el pasado, los legisladores de Texas han propuesto legislaciones en las que el aborto se clasificaba como homicidio, en cuyo caso practicar un aborto o tener un aborto serían actos sancionables con la pena de muerte, pero nunca se aprobaron esos proyectos de ley. Si se normaliza la idea de la personalidad jurídica del feto en la legislación gracias a casos de homicidio culposo como el de Silva, será más fácil que normas relativas al asesinato se lleguen a aplicar al aborto. “Jonathan Mitchell está jugando una partida de ajedrez pentadimensional con este enfoque”, comentó Murray.

Es difícil pronosticar las probabilidades de éxito de esta demanda, pues dependerá del juez al que se le encomiende resolverla. Joanna Grossman, profesora visitante de Derecho en la Universidad de Stanford, dijo que, en su opinión, el procedimiento es absurdo porque “no se redactó con la intención de convencer a nadie de que es un argumento legal serio”. El problema es que los jueces de ideología de extrema derecha no necesitan ningún argumento legal serio. Después de todo, hay otro juicio interpuesto en Texas en el que está por verse si un juez federal designado por Donald Trump toma la decisión sin precedentes de revocar la autorización dada a la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos para el fármaco abortivo mifepristona. Hay muchos jueces, indicó Grossman, que “solo actúan a voluntad del movimiento antiaborto”.

Independientemente de las consecuencias legales, el mensaje para las mujeres en estados en que está prohibido el aborto es inequívoco: “Estás sola”. “Nadie va a esperar a ver si este exesposo consigue que se le otorgue el pago de daños y perjuicios por este aborto”, afirmó Grossman. Solo van a ver la noticia sobre la humillación pública que sufrieron las mujeres acusadas de ayudar a la exesposa de Silva y el grave riesgo financiero en que las puso, y van a pensar dos veces antes de confiarles a sus amigas cualquier información sobre un embarazo no deseado.

“La intención de Mitchell es atacar la red de información en su conjunto, para que las personas de verdad terminen en un absoluto aislamiento emocional, sin poder confiar en nadie”, aseveró Grossman.

La demanda incluye una fotografía de la exesposa de Silva y sus amigas vestidas como personajes de “El cuento de la criada” para la Noche de Brujas del año pasado. Se presenta como evidencia de que “celebraron el asesinato”, pero sospecho que fue para que sea fácil identificarlas y se les castigue por su desfachatez.

Resulta que la broma privada de las mujeres fue más atinada de lo que podrían haberse imaginado. En la novela, a las mujeres no se les permite comunicarse entre sí salvo mediante frases piadosas conocidas, y la protagonista tarda meses en darse cuenta de que su compañera de compras Ofglen, de apariencia sumisa, en realidad es una rebelde. “No digas nada”, le advierte Ofglen. “De ninguna manera”.

c.2023 The New York Times Company