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Opinión: Las exageraciones son una atracción secundaria bien recibida en la postemporada de la NBA

En la postemporada de la NBA de 2023, LeBron James participó en el acto. También Stephen Curry y el MVP de la liga, Joel Embiid. Kyle Lowry sigue intentándolo, pero vaya que necesita ayuda. Hasta Nikola Jokic ha recibido aplausos.

Sí, esta postemporada ha mostrado la belleza del baloncesto. Los advenedizos, las sorpresas y el dominio. El Heat de Miami poniéndole fin a la remontada de todas las remontadas en las finales de la Conferencia del Este. Sin embargo, también se ha visto empañada por jugadores de todo tipo —ejem, Malik Monk, el sexto hombre de los Kings de Sacramento— cayendo y agitándose como si hubiera recibido una descarga eléctrica.

Todo en un intento desesperado por engañar a los árbitros para que piten faltas a su favor.

Bienvenidos a la Asociación Nacional de Exagerados del Baloncesto.

Simular o exagerar (en inglés, “flopping”) no es nada nuevo, por supuesto. En la década de 1970, Red Auerbach, el legendario y gruñón líder de los Celtics de Boston, fustigó en televisión nacional las “actuaciones de Hollywood” que estaban ensuciando el juego.

“Los simuladores de la NBA casi siempre están sobreactuando”, afirmó Anthony Gilardi, un asesor de actuación de Hollywood. “Cuando ves a estos muchachos con sus piruetas y caídas caricaturescas en la cancha, es tan exagerado y vergonzoso que resulta hilarante”.

Le pedí a Gilardi que observara algunos videos de caídas falsas en la postemporada y ofreciera una evaluación. Ya había visto la mayoría de las jugadas y conocía bien el tema. Es un fanático de los Celtics que ha visto todas las grandiosas simulaciones de Marcus Smart.

Según Gilardi, hay una diferencia tan grande entre los jugadores que reaccionan de una manera al contacto que genera la ilusión de que ha ocurrido una falta y aquellos que son tan obvios, que todos los aficionados en la arena pueden darse cuenta de que la reacción es falsa. Es la diferencia entre lo que vemos de un nominado al Oscar y un actor en una telenovela común y corriente.

“En las telenovelas, se suele percibir con facilidad que están actuando”, afirmó Gilardi, y enfatizan los diálogos de la misma manera en que el escolta de los Heat, Max Strus, lo haría con un golpe en el hombro. “No hay suficiente sutileza como para crear la ilusión”.

Gilardi ofreció algunas sugerencias sobre las maneras en que los artistas de la cancha podrían refinar su técnica.

— Profundiza en el rol. Saca todo lo que puedas de ello, aunque eso signifique cojear después de que se haya pitado la falta.

— Si vas a fingir una lesión, por el amor de Dios, identifica bien la parte específica del cuerpo: no te agarres más el brazo como si un tanque lo hubiera arrollado cuando te han golpeado en el pecho.

— Relájate y concéntrate. El arte está en la sutileza, no en el esfuerzo de intentar convencer.

Haz todo esto y el engaño no será tan evidente como para generarle pena ajena a los árbitros o generar el abucheo de los fanáticos, críticas de los analistas de la televisión o una sanción por parte de los ejecutivos de la liga.

“Si trabajaran en esto de la manera correcta”, afirmó Gilardi, “existiría una realidad en la que algunas de estas simulaciones serían tan buenas que ni siquiera se considerarían simulaciones. Eso es una buena actuación”.

Tras ver a la NBA intentar (y fracasar) detener las simulaciones durante más de una década, los jugadores de hoy parecen no poder evitarlo. No tengo una cifra para respaldar esto, pero la evaluación con la vista nos dice todo lo que necesitamos saber. Las simulaciones y exageraciones impregnan la postemporada como plantas rodadoras en una llanura desértica polvorienta.

Si buscas en Google “Mat Ishbia Playoffs Ridiculous Flop” (exageración absurda de Mat Ishbia en la postemporada), verás que hasta el multimillonario propietario de los Suns de Phoenix se ha lanzado un piscinazo en la cancha.

Al ser testigo de la derrota plagada de simulaciones de los Warriors ante los Lakers de Los Ángeles en las semifinales de la Conferencia del Oeste, el entrenador de Golden State, Steve Kerr, hizo un llamado personal para terminar con las “maniobras” y las astutas estratagemas “para engañar a los árbitros”.

Su solución: hacer que los árbitros de la NBA piten faltas técnicas contra los simuladores, como lo hacen los árbitros a nivel internacional. Al parecer, la liga está considerando probar esta regla durante las exhibiciones de verano.

Yo diría que no nos precipitemos.

Los árbitros de la NBA ya tienen bastantes problemas para decidir si los 10 pasos de James Harden con el balón en la mano, rumbo a una bandeja, merecen una infracción por caminar. Ahora tendrían la carga adicional de decidir, en tiempo real, si una falta fue real y comprobada o una artimaña. ¿Probabilidades de éxito? Escasas.

Además, recordemos que hace once años la liga anunció un plan para multar a los jugadores por simulaciones y exageraciones. Imponer multas de 5000 dólares a atletas multimillonarios y obsesivamente ambiciosos que caminarían descalzos sobre fuego para ganar un campeonato no funcionó del todo.

La simulación, en parte actuación y en parte competencia, ya está arraigada en la NBA. Muestra agilidad y habilidad, una profunda sed de triunfo, así como espectacularidad, atributos que definen a la liga. Todo forma parte del espectáculo.

Entonces, ¿por qué no divertirse un poco con eso? Tal vez, en lugar de resistirse y satanizar las simulaciones, deberíamos aceptarlas, pero exigiendo una mejor actuación.

Por ejemplo, tomemos las exhibiciones consecutivas de Jokic y James en los últimos minutos del segundo juego de las finales de la Conferencia del Oeste. La actuación de James fue algo digno de contemplar.

Cuando Jokic lo rozó (sí, rozó) mientras intentaba un pase, James comenzó a desplegar el vodevil. Su rostro se contrajo en una mueca. Giró su cuerpo de más de 2 metros y 110 kilogramos, retrocedió dando tumbos, saltó hacia atrás y se deslizó a lo largo del ancho de la mitad de la cancha hasta aterrizar en los pies de algunos espectadores, derramando sobre si la bebida de uno de ellos, que incluso le ofreció una toalla para secarse. James ofreció un empalagoso y sobreactuado “gracias” en respuesta.

¡Qué payasada!

Sin embargo, la exageración funcionó. Se le pitó una falta a Jokic y se le concedió el balón a los Lakers. James se repuso de un brinco, alerta, enérgico y sin mostrar ni un gramo de dolor. En un abrir y cerrar de ojos, recibió un saque de banda y dribló hacia la canasta.

Jokic y los Nuggets de Denver igual ganaron ese juego y barrieron la serie con cuatro triunfos consecutivos. Dado el modo dominante en el que Jokic ha estado jugando para llevar a su equipo a las primeras finales de la NBA de la franquicia, el concepto de detenerlo pareciera ser ficción pura.

c.2023 The New York Times Company