¿Bofetadas por televisión? ¿En qué nos estamos convirtiendo?

Kortney Olson vs Sheena Bathory, en un enfrentamiento de bofetadas de la Power Slap League. | Captura de video Youtube
Kortney Olson vs Sheena Bathory, en un enfrentamiento de bofetadas de la Power Slap League. | Captura de video Youtube

¿Qué sigue? ¿Quién puede sobrevivir al atropellamiento de un tanque?

¿Peleas con cuchillo en televisión nacional?

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Por si no te has enterado de su aparición en televisión por cable o de los múltiples videos virales que circulan por internet, un horrible proyecto disfrazado de deporte está ganando popularidad y aceptación.

El fenómeno de las peleas a bofetadas ha dado lugar a la Power Slap League, regulada por la Comisión Atlética de Nevada, pero toda la empresa tiene poco que ver con los deportes que derivan su poder de aprovechar lo mejor de la humanidad.

Es más bien una exhibición de puro castigo creada para obtener índices de audiencia televisiva, reproducciones de videos y dinero, dinero, dinero.

Kortney Olson, noqueada durante una competición de lucha a bofetadas televisada a nivel nacional, en su casa de Las Vegas, el 2 de marzo de 2023. (Bridget Bennett/The New York Times)
Kortney Olson, noqueada durante una competición de lucha a bofetadas televisada a nivel nacional, en su casa de Las Vegas, el 2 de marzo de 2023. (Bridget Bennett/The New York Times)

Si tienes un mínimo de conocimientos sobre traumatismos cerebrales y los peligros que entrañan los golpes en la cabeza, que esto te sirva de advertencia: no mires sin una bolsa de mareo en tu regazo.

Kortney Olson lo aprendió por las malas. Olson, de 41 años, fisicoculturista y propietaria de una empresa de ropa, apareció en el primer episodio de “Power Slap: Road to the Title”, una serie que debutó en TBS en enero. Su aparición en el programa fue su primer combate a bofetadas y, según ella, el último.

“Fue una experiencia horrible”, comentó en una entrevista reciente, refiriéndose a la supuesta competición producida por Dana White, presidente del Ultimate Fighting Championship de artes marciales mixtas y el más prominente feriante de la lucha a bofetadas.

En la televisión nacional, Olson y su oponente siguieron las reglas típicas de la lucha a bofetadas. Colocadas a unos metros de distancia, se turnaban para propinarse golpes con la palma abierta en la cara, a toda velocidad y cargados de adrenalina.

Olson y su rival, Sheena Bathory, no se inmutaron ante los golpes. Eso no está permitido. No retrocedieron para evitar ser golpeadas. Eso no está permitido. No levantaron las manos para detener o desviar un golpe. Eso tampoco está permitido. Cuando golpearon a Olson, perdió el conocimiento y cayó al escenario del UFC Apex de Las Vegas como una lata de refresco aplastada y tirada a la basura.

“Al instante, vi todo negro”, aseguró.

Se levantó, pero en seguida cayó de bruces. Se levantó con dificultad, tambaleante y aturdida. “¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí?”, recuerda que pensó.

En la retransmisión de la TBS, se reprodujo un video en cámara lenta del golpe con la cara desfigurada para una audiencia televisiva de casi 415.000 espectadores. La cámara cortó a White, que miraba en una habitación cercana, alegre.

White quiere que la lucha a bofetadas sea la siguiente cosa en volverse un gran éxito.

“Imbéciles”, llama a sus críticos, señalando que muchos fueron igualmente despectivos con la UFC y sus predecesores en el pasado.

Dice que la lucha a bofetadas, tal como él la presenta, con controles de seguridad y médicos a mano, es más segura que el boxeo.

“En el Slap se dan de tres a cinco bofetadas por combate. En el boxeo, los púgiles reciben entre 300 y 400 golpes por combate”, explica, y añade que si a alguien no le gusta, no está obligado a mirar.

Omitió el hecho de que muchos participantes en peleas de bofetadas solo reciben un golpe y este es el que los deja inconscientes.

Mira, el boxeo merece su propio nivel de crítica y castigo. Pero conlleva una gran habilidad. Los competidores pueden al menos protegerse. Pueden esquivar golpes, apartarse y levantar las manos. Por algo se llama la ciencia dulce.

En la lucha a bofetadas, hay poca habilidad perceptible y solo una línea de defensa: el cráneo de la persona. Ahí está el problema.

Camiseta de Kortney Olson de la competición de lucha a bofetadas en su casa de Las Vegas, el 2 de marzo de 2023. (Bridget Bennett/The New York Times)
Camiseta de Kortney Olson de la competición de lucha a bofetadas en su casa de Las Vegas, el 2 de marzo de 2023. (Bridget Bennett/The New York Times)

He escrito a menudo sobre el impulso de nuestra sociedad hacia la violencia y cómo, en muchos de nuestros deportes, causar dolor es una parte importante de la empresa. El daño se ha convertido en el objetivo. El sufrimiento es el espectáculo.

En ninguna parte es esto más cierto que en las peleas a bofetadas.

¿Se le ocurrirá a alguien algo aún más básico? Si la lucha a bofetadas o algo parecido tiene éxito y encuentra un público real, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, como esperan White y otros, entonces sí, sin duda.

Cuando hablé con destacados expertos en traumatismos cerebrales la semana pasada, enseguida señalaron una triste coincidencia: justo cuando la sociedad y el mundo del deporte prestan atención a limitar las conmociones cerebrales y salvar a los atletas de los nefastos efectos de los golpes en la cabeza en otros deportes, aparece la lucha a bofetadas.

Según Geoffrey Manley, catedrático y vicepresidente de cirugía neurológica de la Universidad de California en San Francisco, los golpes laterales —los únicos permitidos en las peleas a bofetadas, en las que se golpea la zona de las mejillas— son, con diferencia, los peores. Según explica Manley, tras un golpe de este tipo, la cabeza del receptor gira de manera violenta, el cerebro se retuerce dentro del cráneo y las conexiones nerviosas cerebrales pueden acabar seccionadas.

Ese tipo de traumatismo, experimentado con suficiente frecuencia, aumenta el riesgo de demencia y encefalopatía traumática crónica, o CTE, la enfermedad cerebral degenerativa que ha afectado a decenas de exboxeadores y jugadores de la NFL.

“Si quisiéramos tener un modelo de conmoción cerebral en humanos, básicamente haríamos que alguien se pusiera de pie como lo hacen” en una pelea a bofetadas, explicó Manley. “Harías que alguien asestara un golpe en un lado de la cabeza, sin protección y sin defensa”.

Las peleas a bofetadas como competición organizada son un fenómeno relativamente nuevo. La iniciativa cobró fuerza después de que los videos de concursos de bofetadas rusos se hicieran virales a principios de la pandemia.

Qué mundo. Qué vergüenza.

Vergüenza para la Comisión Atlética de Nevada, que autorizó la lucha a bofetadas a finales del año pasado, con lo que le dio una especie de bendición oficial.

TBS y su empresa matriz, Warner Bros. Discovery, también merecen desprecio. Proporcionan una plataforma brillante y altamente producida para las peleas a bofetadas, sin tener en cuenta tanto el costo humano como la forma en que las peleas socavan la presión más amplia por la seguridad de los atletas.

White es un multimillonario que ha ejercido su poder para mantener a la gente indefensa. Bajo su liderazgo, ha rechazado las peticiones de los luchadores de la UFC para que se les pague mejor. Tampoco sufrió ninguna repercusión por abofetear públicamente a su mujer en enero.

Claro que es un Svengali de las peleas a bofetadas. Pero no hay ninguna posibilidad de que se ponga a sí mismo en la peligrosa e impotente posición que está imponiendo a los demás. Más bien, observará desde lejos, alegre.

c.2023 The New York Times Company

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