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¿Y si Aspas fuese el Schillaci de España?

El delantero del Celta de Vigo Iago Aspas celebra la llamada del seleccionador Julen Lopetegui para disputar su primer Mundial. (Foto: EFE/Salvador Sas)
El delantero del Celta de Vigo Iago Aspas celebra la llamada del seleccionador Julen Lopetegui para disputar su primer Mundial. (Foto: EFE/Salvador Sas)

Hace unos días imaginaba junto a mi amigo Antonio Agredano un escenario feliz en el que Aspas se convertía en el Schillaci de España en el Mundial que viene. En nuestro sueño todo el mundo lo imagina en el banco, mordisqueándose nervioso el cuello del chándal, con la mirada ausente, pensando en las vacaciones, pero termina enchufando seis goles al primer toque y con la capa de héroe a la espalda. Lo reconozco, a diez de mayo vamos ya muy borrachos de esa rara mezcla de ansiedad e ilusión que solo sirven en las horas previas a una Copa del Mundo. Todo influye.

¿Por qué será esto, Antonio? El nuestro es técnico e imaginativo; Salvatore concreto y peleón pero algo hay, ¿verdad? Yo creo que nos hace gracia que Aspas también es menudo, rápido y medio calvo. O que va a comenzar a la sombra de un bigardo como Diego Costa, como le sucedió a Totò con Carnevale. Quizá sea que por Totò nadie daba un duro y acabó ganado al menos por una vez en la vida, un poco como nos sucede a nosotros mismos de cuando en cuando. Sabemos, eso sí que nuestras razones, como todo lo que cuenta realmente en el fútbol, son difusas y sentimentales. ¿O no tanto viendo partidos como el suyo ayer frente a Túnez?

Aspas entró al verde de Krasnodar como Schillaci al del Olímpico de Roma aquel verano del 90. En la segunda parte, con empate a cero y su equipo amargado frente a un rival inferior. En ambas ocasiones apareció un futbolista con una brújula en el bolsillo de los calzones En el precario alambre de los minutos finales, en ese abismo contra el reloj, el gallego se mueve con la misma soltura que el palernitano. Revulsivo, qué palabra tan horrible para concepto tan bello. Uno marcó de cabeza tras un buen intento de Vialli y el otro hizo buena la brega de Costa con un zurdazo seco e inteligente. En Italia o en Rusia, 1-0 y a cobrar.

Salvatore Schillaci celebra uno de sus goles en Italia 90 (Foto: Primo Piano)
Salvatore Schillaci celebra uno de sus goles en Italia 90 (Foto: Primo Piano)

Frente a un equipo tan pegajoso y directo como el tunecino, la selección volvió a añorar el ritmo y la fluidez necesarias para el fútbol protagonista que pretende Lopetegui. Partida por la mitad y aturdida por la voracidad del rival, España fue un gatito arriba y un cordero atrás en cada pérdida de balón. Presa fácil. Es innegable que Rodrigo trabajó la zona del nueve como manda la academia, pero los mejores minutos de España llegaron con Costa y Aspas en ataque. El primero fijando, dando tarea; el segundo, aprovechando cualquier rayo de luz que escupa ese momento esencial del fútbol que es la segunda jugada. Acabó el partido y Antonio me envió un mensaje con una única palabra: Schillaci.

Tras aquel Mundial, el otrora irregular Totò, que solo había encontrado el primer foco en la Juventus y la selección tras años de pelea como secundario en el infrafútbol italiano, reflexionó frente al micrófono“Hay épocas en la vida de un futbolista en los que te sale todo. Con solo respirar la metes dentro” Cómo no vamos a hacer cuentas y ver que Aspas ha enchufado cinco goles en sus nueve partidos con España. Que lleva 27 chicharros esta temporada. Cómo no vamos a imaginar a Lopetegui como Vicini, cambiando su idea a última hora y haciendo realidad esta locura.

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