Vive a 20 metros de la cancha, no usa WhatsApp y le dicen el Don Ramón del fútbol del Ascenso

Pablo Vicó, DT de Brown de Adrogué / Foto: Twitter @CA_Brown
Pablo Vicó, DT de Brown de Adrogué / Foto: Twitter @CA_Brown

Amor. Amor es la palabra exacta para describir la relación de Pablo Vicó con Brown de Adrogué. Si hay algún personaje que represente cabalmente lo que significa el ascenso en el fútbol argentino, sin dudas aparecerá en escena la imagen de Vicó, de 72 años. Para definirlo, algunos lo llaman “El Ferguson del Conurbano”. Otros eligen “El Perón de Adrogué”. Lo cierto es que el “Bigotón” acumula 20 años trabajando en el club de sus amores y lleva 10 al frente del primer equipo. Vive dentro del club, a metros del campo de juego. Le escapa a la tecnología, no usa WhatsApp, limpia los baños, pasa el trapo y cocina dentro de la institución del Sur de Buenos Aires. Porque decir Pablo Vicó y Brown de Adrogué es prácticamente un sinónimo.

Esta institución, que hace 5 años militaba en la tercera categoría del fútbol argentino, hoy es noticia en todo el país: eliminó al histórico Independiente de la Copa Argentina luego de imponerse 4-3 en la definición por penales. Durante los 90 minutos, Brown jugó de igual a igual y empató 1-1 contra la entidad que exhibe siete copas Libertadores en sus nutridas vitrinas.

“Don Ramón”, como se lo llama afectuosamente a Vicó por su parecido físico con el personaje de “El Chavo del 8”, fue un delantero goleador en el club tricolor en Primera D. Al tiempo empezó siendo el sereno de la pensión y desde entonces, vive allí. Pegado a la cancha, a su habitación no la separa más de 20 metros del terreno de juego. Las paredes de su hogar son celestes y las cortinas rojas. Conoce las instalaciones de Brown de memoria: pasó por casi todos los cargos, ya que también fue el encargado de cuidar y alquilar las canchas de tenis, fue entrenador de Baby fútbol y después de las inferiores. Vicó derrocha humildad. Cuenta que muchas veces sus jugadores se sorprenden al llegar al entrenamiento, porque lo encuentran limpiando su habitación, barriendo, cocinando o haciendo su cama. “Las cosas de todos los días”, sonríe. El club es su vida, si hasta el buffet lleva su nombre. El estadio Lorenzo Arandilla, ubicado en la calle Ceretti, en pleno corazón de Adrogué, es su lugar en el mundo.

Con paciencia, Vicó supo esperar su tiempo, y hace casi diez años que dirige al primer equipo. Con un dato relevante: es el director técnico con mayor permanencia en su cargo de todas las categorías argentinas. “Es rara la vez que no me encuentres con la ropa del club puesta. Hay técnicos que quizá dirigen en saco y corbata, pero yo no puedo, no estoy cómodo. Dejame así, quereme como soy”, contó Vicó en una entrevista con TyC Sports.

Dentro de los insólitos homenajes que recibe permanentemente Vicó, resalta uno en particular: en San Clemente del Tuyú, una localidad balnearia de la Costa Atlántica, una calle de un barrio privado lleva su nombre. “Esas cosas me dan vergüenza”, repite ante cada consulta el DT que lleva dirigidos casi 400 partidos en Brown.

Vicó aún sueña en grande: quiere estar junto a su gran amor en la primera división. Por ahora, caminan a pasos agigantados. En la temporada 2012/2013 terminó 5° en la Primera B Metropolitana, ganó el reducido y ascendió por primera vez al Nacional B, la segunda categoría en importancia en la Argentina. En ese torneo ya se había dado otro de sus grandes gustos: vencer a Independiente 2-1 cuando el Rojo disputó ese campeonato tras el histórico descenso.

Sin embargo, en un camino que muchas veces resultó espinoso, Vicó pensó en dejar Brown en 2014, tras el descenso a la Primera B Metropolitana. Tomó un café con Adrián Vairo, el presidente del club, y le dijo que se marchaba. Del otro lado escuchó un “no” rotundo. Ambos se abrazaron y se largaron a llorar.

El 2015 resultó uno de los años más duros en la vida del director técnico. En febrero, su hijo Cristian Gabriel perdió la vida en un accidente automovilístico cuando dos delincuentes escapaban de la policía en un vehículo robado e impactaron de lleno sobre su camioneta. Un golpe inmenso para el DT, que inclusive le provocó un infarto. Vicó quedó internado y tardó varias semanas en recuperarse. Además, recibió la ayuda de todo su club e incluso fue al psicólogo y al psiquiatra. Dos fotos de su hijo cuelgan al costado de su cama. Le da fuerzas en el día a día, confiesa.

Ese 2015 le daría después un pequeño respiro, una brisa de aire fresco. Al tiempo, cuando consiguió el segundo ascenso con Brown, Vicó vivió una emoción incontenible, recordó a su hijo y se fue aplaudido por la gente de Deportivo Morón, una escena inusual en las canchas del fútbol argentino. Fue en el Nuevo Francisco Urbano, la casa del “Gallito”. Un símbolo de respeto que también vivió en otras canchas como la de Temperley y Los Andes.

Nuevo Schoenstatt, en Florencio Varela, es un lugar de peregrinación y de gracias cuyo corazón es el Santuario de la Santísima Virgen, bendecido por el Padre José Kentenich en 1952. Schoenstatt significa “hermoso lugar”, y hacia allí se acerca a menudo Vicó para rezar. Es creyente y siempre se aferra a algo, confiesa el entrañable flaco de bigotes.

El 2018 acaba de regalarle a Vicó otra de sus grandes alegrías. Sin estridencias, arengó a sus futbolistas de una manera particular en la previa de la definición por penales contra Independiente: “Estoy orgulloso. Sólo queda un paso más. Los penales. Rómpanle el arco. No busquen el lujo o el lucimiento personal. ¿Estamos de acuerdo? Y gracias por todo lo que demostraron. Mucho huevo”.

“Mi vida esta acá adentro. Si me quieren encontrar, acá estaré los 365 días del año”, repite mientras camina por su club. Un futbolero a la antigua, Vicó vive por y para sus colores. El tatuaje de Brown que luce en su brazo izquierdo con el escudo celeste, negro y rojo da cuenta de que es un amor para siempre.

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