Un club brasileño ficha a un portero condenado a 20 años por asesinato

El futbolista brasileño Bruno Fernandes rodeado de policías armados
Bruno Fernandes (de rojo), en 2010, detenido por el asesinato de su novia. Foto: Domingos Peixoto/AFP/Getty Images.

A veces en el mundo del fútbol se producen fichajes controvertidos, polémicos y hasta morbosos. Contrataciones que por unos motivos u otros llaman tanto la atención que hacen que se agoten los adjetivos. Pero pocas, muy pocas veces nos encontramos con situaciones tan truculentas como la que acaba de protagonizar Bruno Fernandes.

A sus 34 años, el portero brasileño acaba de fichar por el Poços de Caldas. Este pequeñísimo club procede de la ciudad del mismo nombre en el estado de Minas Gerais, al sureste de su país, y tras un periodo de inactividad por problemas económicos el año que viene se reincorporará a la Segunda Divisão, que pese al nombre es la tercera categoría del campeonato regional. Muy, muy lejos del brillo del Flamengo con el que Bruno empezó a hacerse famoso hace una década, con el que llegó a ser campeón nacional en 2009 e incluso fue durante un tiempo capitán del equipo. Ganó incluso cierta repercusión internacional por ser uno de esos ejemplos poco habituales de porteros que meten goles ejecutando lanzamientos de falta.

Parece un caso más de jugador que conoce durante un tiempo la gloria, con quien incluso se llega a especular para defender la camiseta de la selección nacional, pero que termina su trayectoria profesional en la tranquilidad del fútbol modesto. En este caso, sin embargo, la historia tiene tintes más truculentos. Porque la carrera de Bruno se interrumpió abruptamente cuando, en 2010, fue detenido, acusado de participar en un caso de secuestro, tortura y asesinato.

La víctima fue Eliza Samudio, una modelo y escort un año más joven que él con quien Bruno había tenido una relación extramatrimonial fruto de la cual ese mismo 2010 nació un bebé. Según las investigaciones, el futbolista se negó a reconocer al hijo, a lo que la madre reaccionó presentando una demanda para reclamar el pago de la manutención. Fernandes, preocupado por las consecuencias que el escándalo podía tener en su imagen deportiva, contrató a unos delincuentes para que la mataran e hicieran desaparecer su cuerpo.

El cadáver no se llegó a encontrar, pero sí restos de sangre y de ropas en un terreno propiedad de Bruno. Además, se contaba con el testimonio de un primo del acusado, quien dijo que un sicario maniató y estranguló a Eliza, luego la descuartizó y echó los trozos a comer a los perros. Todo esto, más el hecho de que durante el juicio confesó (entre lágrimas) que sabía que la mujer estaba muerta, fue suficiente para que el tribunal condenara al futbolista a veintidós años de cárcel (más tarde reducidos a veinte, porque uno de los delitos, el de ocultación del cadáver, había prescrito). Por supuesto, el Flamengo rescindió su contrato en cuanto empezó el proceso.

Así las cosas, el guardameta lleva ya unos cuantos años entre rejas, cumpliendo su condena. Pero eso no ha sido suficiente para que el mundo del fútbol se olvide de él. El Poços de Caldas se ha decidido a recuperarle, aunque para ello ha tenido que recurrir a estratagemas legales un tanto complejas.

Porque, evidentemente, Bruno no es aún un hombre libre. Esto significa que, aunque se le ha concedido régimen semiabierto gracias a su buena conducta, puede salir a trabajar durante el día, pero, según explica el diario Folha de São Paulo, está obligado a permanecer todos los días entre las 20 y las 6 horas en casa, en Varginha, localidad a unos 160 kilómetros de Poços. Además tampoco puede salir del domicilio los domingos y festivos, debe presentarse ante el juzgado el día 10 de cada mes y tiene prohibido el acceso a bares y pubs. La policía militar se encarga de vigilar que cumpla con estas reglas; de hecho, es la segunda vez que le conceden estas ventajas, pero en la primera ocasión, en 2017, se la revocaron porque le sorprendieron tomándose una cerveza en horario laboral.

Durante su presentación con su nuevo club (que inicialmente estaba prevista para el día 25 de septiembre pero tuvo que retrasarse hasta el pasado sábado porque las autoridades no le concedieron el permiso para viajar), el arquero se negó a contestar cualquier pregunta relacionada con su crimen y solo aceptó hablar de fútbol. Dijo que, pese a llevar tanto tiempo alejado del fútbol en activo, confía en recuperar poco a poco el nivel que tenía, porque “la posición de portero es diferente, hay jugadores con 40 años”. De hecho, anteayer mismo ya debutó con los blanquinaranjas disputando 45 minutos en un partido amistoso contra el Independente de Juruaria, un equipo aficionado, en el que ganaron 2-0.

El contrato de Bruno, informa GloboEsporte, dura tres meses: hasta enero, que es precisamente cuando empieza la competición oficial. Para sacarlo adelante habrá que superar dificultades logísticas, puesto que cada viaje tiene que estar autorizado expresamente por los jueces; de hecho, no puede ejercitarse con sus nuevos compañeros, sino que ha contratado los servicios de un entrenador personal que acude a su residencia en Varginha. Si el rendimiento es bueno y se consigue que la justicia le permita ir a Poços con más frecuencia, la entidad se planteará incorporarle con carácter definitivo.

¿Qué opina la afición de todo esto? Los seguidores del vulcão, apodo por el que se conoce a una entidad que solo tiene once años de historia pero que es una refundación de otro club anterior, están divididos. Hay quienes están dispuestos a pasar por alto la catadura moral del asesino con tal de contar en su plantilla con un jugador muy por encima del nivel al que podrían aspirar en condiciones normales. Para otros, sin embargo, es inadmisible tener un criminal en sus filas. De hecho, en las publicaciones recientes del club en sus redes sociales como Facebook o Instagram abundan los comentarios críticos, que hablan de “vergüenza”, “asco” o “basura”.

No es, de todas formas, la primera vez que ocurre algo así. Bruno ya intentó volver al balompié en 2017, cuando anunció que fichaba por el Boa Esporte, club precisamente de Verginha de calidad suficiente como para jugar el campeonato nacional. Llegó incluso a presentarse con ellos y a jugar algún partido. Pero, aunque el público le acogió con aplausos, la cosa no salió bien por dos motivos: el primero, que varios patrocinadores retiraron inmediatamente su publicidad, y el segundo, que aquella cerveza que se tomó a deshoras hizo que le retiraran los privilegios carcelarios.

¿Tú qué opinas? ¿Te gustaría que un criminal condenado jugara en tu equipo si tiene un nivel mucho más alto que el de la categoría? ¡Cuéntanos qué te parece en los comentarios!

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