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Las redes se escandalizan con el beso por sorpresa de un boxeador a la periodista que le entrevistaba

Imagen de la grabación de Kubrat Pulev besando a la reportera Jenny SuShe.
Imagen de la grabación de Kubrat Pulev besando a la reportera Jenny SuShe.

¿Recuerdas el momento mítico en que Iker Casillas, justo después de que España ganara el Mundial de 2010 en Sudáfrica, besó a su novia Sara Carbonero cuando la periodista le hacía preguntas ante las cámaras de la televisión? Salvando las distancias, ha ocurrido algo muy parecido en el mundo del boxeo. Con la diferencia de que mientras lo de hace casi nueve años se vivió como un acto muy romántico que emocionó a todo un país, el suceso protagonizado por Kubrat Pulev ha generado más indignación que aplausos.

El púgil búlgaro de 37 años, que compite en peso superpesado (más de 92 kilos), acababa de derrotar al rumano Bogdan Dinu en siete asaltos, en un combate disputado en Costa Mesa (California, Estados Unidos). La victoria es la número 27 de su brillante carrera, en la que por ahora solo ha perdido una pelea, contra un fuera de serie como Vladímir Klichkó. Por eso la informadora Jenny SuShe, que colabora con el portal Vegas Sports Daily, quiso hacerle varias preguntas.

Pulev contestó, en un inglés bastante correcto, a las cuestiones habituales sobre su preparación en los meses previos o la estrategia seguida. Para responder algunas de ellas necesitó ayuda de un traductor. Pero el instante más llamativo llegó al final, cuando Jenny le cuestionó sobre si se atrevería a luchar contra Tyson Fury. El entrevistado afirmó que sí con convicción, y acto seguido, sujetando la cabeza de la reportera, le plantó un beso en los labios, sonrió, dio las gracias y se marchó.

SuShe, quien (que se sepa) no tiene ninguna relación con Pulev más allá de la estrictamente profesional (de hecho el búlgaro está casado con una cantante muy popular en su país que usa el nombre artístico Andrea), solamente pudo responder con una risa nerviosa y un “Jesus Christ!”, sin mostrar ninguna reacción explícita de enfado o desagrado. De hecho, fue ella misma quien compartió la grabación en su canal de YouTube y no añadió ningún otro comentario al respecto. En cierto sentido es comprensible que la periodista no hiciera otra cosa: aunque, por su trabajo, está más que acostumbrada a tratar con la élite de este deporte, no debe de ser nada fácil plantar cara a un saco de músculos de 112 kilos y 1,94 metros de altura. Posteriormente, en Twitter, le preguntaron cómo se había sentido y dijo que el momento fue “extraño” y “un poco vergonzoso”.

En otras circunstancias, quizás en otros momentos menos progresistas de la historia, el gesto de Pulev habría despertado aplausos, risas cómplices y elogios hacia el “héroe” que habría conseguido llevarse un beso de la chica guapa. Por suerte los tiempos cambian: actualmente solo los más salvajes y retrógrados olvidan que para un acercamiento tan íntimo es preciso el consentimiento expreso. Por eso las reacciones de condena, especialmente en las redes sociales, están siendo muy numerosas, aunque todavía quedan algunos, demasiados, que le ríen la gracia.

No. Un avance que no era bienvenido. No hay que aplaudirlo.

Esto no es de machos alfa, se llama abuso sexual. La mujer responde de la misma manera en que demasiadas mujeres tienen que responder cuando tienen miedo de los hombres, se llama distensión. Hombres que penséis que este comportamiento es aceptable, aprended. No lo es. Nunca.

¿El abuso sexual es de machos alfa? Los tuiteros de boxeo necesitan ayuda.

Porque seguramente los que defiendan al boxeador ante esta situación consideren que no se trata más que de una broma inocente sin mayor trascendencia, cuando lo cierto es que sí que la tiene. No ya por la propia falta de respeto hacia la reportera (en rigor, eso es ella quien lo tiene que juzgar, nadie puede ponerse en su piel), sino por el ejemplo que transmite. Escenas como esta, en público y en medios de comunicación, difunden el mensaje de que es legítimo semejante abuso y pueden dar pie a que alguno se atreva a copiarlo. En pleno siglo XXI es preciso que la sociedad supere de una vez estas actitudes machistas.

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