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Trepados a un portón, con la radio y entre corredores: 50 hinchas fueron a "ver" a Gimnasia

Un chico trata de ver como puede algo de Gimnasia vs. Banfield, un partido que no satisfizo los esfuerzos del medio centenar de simpatizantes que concurrieron al bosque platense.

LA PLATA.- Mientras el mundo se preocupa por el coronavirus y se ocupa de ponerle un freno (muchas federaciones, de hecho, suspendieron sus competencias), en la Argentina empezó otro campeonato. Un torneo raro que puso en marcha su segunda versión, pero ahora con otro formato: un híbrido entre liga y copa. Un certamen que seguramente pronto dejará de existir, aunque ahora efectúa algo no menor: suma puntos para los promedios y para la clasificación para disputar los trofeos internacionales.

La primera cita de este parche que se le puso al fútbol argentino en la temporada anterior se desarrolló en La Plata, a pesar de que los entrenadores de ambos equipos habían pedido la suspensión. "Yo estoy sanísimo, pero para mí se tiene que cortar", afirmó Diego Maradona, el director técnico de Gimnasia, en una charla con Fox Sports. "Cuidamos a la gente y no a los que estamos involucrados en todo esto", reclamó Julio Falcioni, el DT de Banfield, también en declaraciones para la televisión. Esos discursos y el encuentro que se desarrolló después estuvieron enmarcados por un escenario vacío, casi desolador. El cotejo se llevó a cabo sin público y prácticamente sin prensa (solamente ingresó la cadena de televisión que transmitió el juego).

En algún momento el partido estuvo en riesgo. Según trascendió, Leonardo Ponzio (referente de River) se comunicó con un par de futbolistas con la intención de parar todo. Hubo un rato de incertidumbre. Pero tras una reunión entre dirigentes, los capitanes Matías García y Nicolás Bertolo y el árbitro Andrés Merlos, el presidente de Gimnasia explicó la situación: "Tuvimos un retraso porque hubo algunos llamados, pero estamos obligados a jugar porque no hay nada que nos evite hacerlo". Los dos planteles, apremiados por el riesgo de descenso, temieron perder los puntos.

Minutos después de ese cónclave, afuera del estadio, estallaron fuegos artificiales. Unos 50 hinchas que concurrieron a las inmediaciones del Juan Carmelo Zerillo comenzaron a cantar. Hubo bocinazos y entraron bombos en escena.

Más allá de ese grupo de simpatizantes ruidosos, se trató de una jornada especial, negativamente especial, para el Bosque platense. Muy distinta. Faltó color. Los corredores atléticos superaron el número de fanáticos triperos y los automovilistas conseguían lugar en la puerta del estadio. Cuestiones -claro está- que no suceden cuando el Lobo se presenta en condición de local. Por supuesto que resultó comprensible: miles de hinchas prefirieron mirar las acciones por televisión, ya fuera en sus casas como en algún bar.

El estadio Juan Carmelo Zerillo iluminado pero casi vacío; así se abrió la Copa Superliga.

Los que fueron al Bosque lo escucharon por radio. Estaban cerca y lejos al mismo tiempo. "Quise venir para apoyar, al menos desde afuera. La verdad es que no pensé en el coronavirus ni en tomar precauciones. Me acerqué para alentar y estar junto al equipo", comentó Nahuel Carrera, socio de Gimnasia, para LA NACION. Y agregó, convencido: "Me gusta estar acá y no dudé de venir, a pesar de no poder verlo". Algunos se treparon al paredón para, con poco éxito, captar algo del juego. Otros se resignaron y charlaron del momento del Lobo. El coronavirus, al menos por un rato, ni siquiera fue tópico de conversación.

Los puestos de choripán, un clásico del Bosque cuando hay partido, se limitaron a uno. "Esto, para nosotros, es tremendo. Vamos a pérdida. Siempre alguno compra, pero nada tiene que ver con un día normal", admitió Mónica, una de las mujeres encargadas de la atención.

Varios simpatizantes, despreocupados por el coronavirus, se reunieron en 60 y 118 para hacerle llegar a Gimnasia su aliento.

Todo raro, todo extraño. Unos simpatizantes no aguantaron hasta el final del cotejo y se fueron para observar en una pantalla el último rato. "Rajo para ver si llego a mirar el gol por la tele", gritó uno, confiado en el buen presente del conjunto de Maradona, que acumulaba tres triunfos en cuatro compromisos (incluida la Copa Argentina).

La historia culminó en silencio. El tanto del Lobo nunca llegó y los más de veinte hinchas que aguantaron hasta el final se retiraron sin la celebración que fueron a buscar. Una noche atípica que quedará en la historia: el día en que a Maradona no fue a verlo nadie.