El trabajo duro ha terminado; ahora comienza uno nuevo

LONDRES— Giorgio Chiellini y Leonardo Bonucci tenían planeado un día repleto de actividades. Salieron de Inglaterra en la madrugada del lunes 12 de julio y aterrizaron en Roma junto al resto de los triunfantes y exhaustos campeones de la Eurocopa 2020 de Italia poco después del amanecer. Allí, presentaron a su público el deslumbrante botín plateado de su campaña. Chiellini llevaba puesta una corona.

De allí, el seleccionador de Italia, Roberto Mancini, se escabulló para robarse un breve momento junto a su familia y los jugadores fueron trasladados a un hotel. A los periodistas se les dijo que el equipo tendría la mañana para dormir, antes de reunirse nuevamente para un almuerzo de celebración.

El lunes por la tarde vino con una lista completa de compromisos: Chiellini, el capitán de Italia, tenía programado presentar a sus compañeros de equipo al presidente italiano, Sergio Mattarella, en el palacio del Quirinal a las 5 p. m. y luego llevarlos a una recepción con el primer ministro Mario Draghi en el palacio Chigi una hora y media después. Hasta el lunes por la mañana, las autoridades del país todavía estaban explorando la posibilidad de incluir un desfile de victoria en algún momento de esta semana.

Solo cuando todo eso esté hecho, es que Chiellini, Bonucci y el resto de los jugadores podrán bajar el telón de su temporada. Un par de días después, sus otros compañeros de equipo —con los que pasan la mayor parte de sus días en su club, la Juventus— se reportarán nuevamente para el primer día del entrenamiento de pretemporada.

El club no espera una gran asistencia. Además de sus dos centrales, Chiellini y Bonucci, la Juventus sabe que sus compañeros de equipo de Italia Federico Chiesa y Federico Bernadeschi también estarán ausentes.

Tampoco estarán los diversos representantes de la Juventus que han estado comprometidos con otros países en las últimas semanas: Álvaro Morata, cuya selección española fue eliminada por Italia en las semifinales de la Eurocopa; así como los defensas Alex Sandro y Danilo, parte de la selección brasileña que perdió la final de la Copa América pocas horas antes del triunfo de Italia. A Adrien Rabiot, Matthijs de Ligt, Cristiano Ronaldo y todos los demás también les han concedido un par de semanas extra de descanso.

Lo necesitarán. Los campeonatos de este verano —en Europa y América del Sur— han llegado al final de un largo y arduo calendario, que se remonta más allá del inicio de esta temporada, en septiembre, cuando se reanudó el fútbol tras la pausa impuesta por la pandemia de coronavirus.

Muchos de estos atletas han estado jugando, con descansos muy breves, desde junio de 2020: 13 meses de trabajo duro ininterrumpido, que ha provocado advertencias de la FIFpro (el sindicato global de jugadores), varios entrenadores y, cada vez más, de los propios jugadores de que no solo estaban en riesgo de sufrir alguna lesión, sino de que su carga de trabajo era demasiado grande como para esperar que tuvieran su mejor desempeño.

Sería reconfortante pensar, que la Eurocopa 2020 y la Copa América —aunque todavía no con la Copa Oro en América del Norte—, decida que el trabajo duro ha terminado; que el fútbol ha recuperado los tres meses que perdió durante la primera ola de la pandemia, y que ahora todo volverá a la normalidad. En Inglaterra, los clubes ya están planificando juegos con estadios llenos apenas comience la Liga Premier el segundo fin de semana de agosto.

La realidad es un poco diferente. Tradicionalmente, el 30 de junio es la fecha que marca el final del año en el mundo del fútbol. Es el momento en el que los contratos expiran o se renuevan, cuando los clubes liberan a los jugadores que ya no necesitan y una temporada se convierte silenciosamente en la siguiente. Este año cayó, como suele suceder, en medio de un torneo. Pero mientras esta temporada se convierte en otra, el trabajo duro apenas ha llegado a su punto medio. Y la culpa exclusiva de eso la tiene el mismo fútbol.

El primer partido de la Copa del Mundo de 2022 se realizará en menos de 500 días. El torneo, programado para el invierno para evitar el sofocante calor del verano en el golfo Pérsico, tiene previsto comenzar el 21 de noviembre del próximo año. Catar, el país anfitrión, será uno de los participantes en ese partido inaugural. Gracias al retraso causado por la pandemia, ningún otro país está ni siquiera cerca de clasificarse.

En Europa, la mayoría de los equipos aún tienen seis partidos clasificatorios por jugar; varios más tendrán que participar en una repesca antes de reclamar sus lugares. En Asia, la fase de grupos ni siquiera ha comenzado. En África, tampoco ha iniciado y además tiene un campeonato continental pendiente: la Copa Africana de Naciones está programada para celebrarse en Camerún en enero. El largo proceso de clasificación de América del Sur está a un tercio de su camino: Brasil se encuentra en la cima de la tabla de clasificación tras seis partidos, pero aún le quedan 12 por jugar.

No será sino hasta el verano de 2023 que los jugadores masculinos de élite del mundo tendrán un verano para descansar y recuperarse de manera adecuada. La mayoría de ellos. Al menos los europeos y sudamericanos. Hay otra Copa de Naciones programada para África ese verano y también otra Copa Oro.

Como siempre, serán los jugadores los que pagarán el precio. Sobre todo, irónicamente, los que tienen mayor éxito. En Wembley, el domingo pasado, fue difícil no quedar impresionado ante la compostura, la calma y el empecinamiento de Chiellini y Bonucci, los viejos guerreros curtidos en el corazón de la defensa de Italia. Entre los dos acumulan 220 partidos con la selección.

Llevan haciendo esto durante casi dos décadas. Se merecen la fastuosidad y la ceremonia de una recepción oficial con el presidente italiano. Pero más que nada, se merecen un descanso. Y sí, podrán tomarse uno desde hoy. Pero tendrán que asegurarse de estar de vuelta al trabajo en dos semanas.

© 2021 The New York Times Company