Tom Dumoulin, un nuevo as en el ciclismo mundial
Tuvieron que pasar 100 ediciones del Giro de Italia para que un holandés se quedara con la “maglia rosa”. ¡Por primera vez! Y vaya casualidad, el último día de la centenaria carrera, Tom Dumoulin (Sunweb), vestido con el maillot nacional, como campeón de ese país, en la modalidad de contrarreloj: vestido de rojo, blanco y azul, cruzó la raya de meta, frente al Duomo de Milán, remontó el tiempo que tenía a favor el colombiano Nairo Quintana (Movistar), y entró de lleno en la historia. ¡Campeón!
Holanda, la tierra de las bicicletas, que ha dado corredores de la altura de, entre otros, Peter Post, Jan Jansen, Hennie Kuiper, Gerrie Kneteman, Henk Lubberding, Steven Rocks, Jan Raas, Eric Breukink y Joop Zoetemelk, desde que éste último ganase el Tour de Francia de 1980, no había logrado título alguno en una gran vuelta. Tuvieron que pasar 37 años, para que Dumoulin, aprovechando su gran planta (altura: 1,85m; peso: 70 kilos), el buen desempeño en las pruebas contra el cronómetro y su regularidad en la montaña, se hiciera a la camiseta rosada. Y devolviera a su país al primer escalón del ciclismo mundial.
Nacido en Maastricht, el 11 de noviembre de 1990, “La mariposa”, como le llaman por su forma de montar (“volar”) en su Giant, descubrió la bicicleta en su adolescencia. Tras dejar el instituto, quiso estudiar medicina pero no encontró plaza y decidió hacer Ciencias de la Salud. Al cabo de un año, de “clases aburridas”, se decantó por tomar más en serio el ciclismo. Su paso por la categoría amateur fue rápido, hasta llegar al Rabobank Continental (semiprofesional), donde dejó entrever que tenía madera para ser un gran corredor. Durante sus primeros años ganó el Gran Premio de Portugal, una etapa del Girobio en Italia y el Tríptico de Monts et Châteaux en Bégica. Carreras que casi le valen para su primer contrato profesional. Ya tenía un preacuerdo con el Cerveló para hacerse a sus filas en 2011, pero el equipo desapareció de la escena y no salió para la temporada de 2010.
En 2012, entró a formar parte del equipo profesional Argos-Shimano. Esa temporada vivió un año de aprendizaje que le dejó como resultados interesantes un sexto lugar en la clasificación general de la Vuelta Andalucía y un quinto puesto en el Tour de Luxemburgo. En 2014, su proceso comienza a dar grandes alertas del tipo de corredor que puede ser: gana por primera el Campeonato de Holanda, en la modalidad de contrarreloj, y es tercero, en la misma categoría, pero ¡a nivel mundial!, en Ponferrada (España), detrás del británico Bradley Wiggins y el alemán Tony Martin.
El mismo Dumoulin reconocería, más adelante, que fue el campeón olímpico inglés quién le sirvió de ejemplo para rebajar de peso y, aprovechando la ventaja en las etapas a cronómetro, tratar de subir a ritmo propio en las etapas de montañas para no desfallecer en sus intentos de lograr ganar una gran vuelta.
Así comenzó 2015, el año de su destape. Ganó etapa en la Vuelta al País Vasco, otra jornada en la Vuelta a Suiza, y levantó los brazos, dos veces, en las metas de la Vuelta a España. Carrera esta en la que fue líder pero la montaña y un intratable Fabio Aru (Astana) acabaron con sus aspiraciones. Al final fue sexto y ganó el premio de la combatividad.
En 2016, debutó en el Giro de Italia, ganó una etapa. Se vistió de líder pero abandonó en la séptima jornada por una enfermedad. Hecho que lo llevó a correr el Tour de Francia. En las carreteras galas, el velocísimo holandés ganó una contrarreloj y una etapa en montaña. Ya se acercaba al Dumoulin que conocemos ahora y que muchos comparan, por la manera de correr y físico, con el español Miguel Induraín. Ese mismo 2016, en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, fue medalla de plata, en la prueba de contrarreloj individual, tras el ahora retirado Fabian Cancellara.
Al inicio de este año, el Giant-Alpecin, el equipo de Dumoulin, que ya era parte del UCI World Tour (la máxima categoría del ciclismo mundial), y que había renovado de nombres por nuevos dineros que entraron de nuevos patrocinadores, vivió otro cambio de imagen. Pasó a denominarse Sunweb, con licencia alemana. Bajo la dirección de Iwan Spekenbrink. En este conjunto, Tom comparte el liderazgo para las grandes pruebas con la promesa francesa Warren Barguil. Y con el también joven australiano Michael Matthews, un potente embalador, ganador de varias etapas, en distintas pruebas del calendario. Como lugartenientes están Wilco Kelderman, Simon Geschke y Laurens Ten Dam.
Para Dumoulin, más que fuerza, el ciclismo es un juego mental. Un juego que este año comenzó a ganar, cuando el 1 de enero colgó en su perfil, de una red social, una foto en la que se le ve en el podio de Giro de Italia. Ahí está, vestido con la “maglia rosa” del año pasado, en la carrera más bella del mundo. Se le ve abriendo una botella de champagne, que ya deja salir sus primeros chorros de espuma en el podio. Junto a la imagen escribió: “¡Feliz año nuevo para todos! Todos sus sueños pueden hacerse realidad en 2017”.
Cuanta razón. Quizás eso también pasó por su mente, mientras veía a su lado el trofeo Senza Fine y engullía un trozo de pizza que su mamá había comprado cerca del Duomo de Milán, tras terminarse la carrera el domingo. El juego mental había finalizado, por ahora. Ya habrá tiempo para el Campeonato Mundial de ciclismo, el Tour de Francia de 2018 y la ilusión de un oro olímpico. Todo está en la mente… (y, en el caso del ciclismo, en las piernas). Gefeliciteerd, champ!
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