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¿Esto es tenis? Las rarezas de un deporte "con retoques" al que habrá que adaptarse y el impacto que provocan los cambios

Pueden concentrarse bien, incluso estando en Flushing Meadows: no hay ruidos de aviones provenientes del cercano aeropuerto de La Guardia ni gente que entra a los courts y sale en busca de gaseosas, hamburguesas y papas fritas, de esa que habitualmente perturba por su falta de tacto para respetar los momentos. Hace calor y hay humedad: bueno, el Covid-19 todavía no maneja la aguja climática, aunque sí nos tiene a todos bastante alterados y más histéricos.

El tenis profesional presentó en sociedad su "burbuja", vocablo de moda en los últimos meses e integrante de una nómina tan irritante como temida: "protocolos", "nueva normalidad", "PCR", "aislamiento", "hisopado"; lista que mete más miedo que el saque de John Isner o que tener enfrente a Rafael Nadal enojado porque cometió un error. Ahora bien, ¿esto es tenis?

Las canchas vacías han marcado la hoja de ruta en la reanudación de las actividades de manera progresiva, sean deportes de riesgo alto o bajo, salvo excepciones como la que se dio en el rugby neozelandés, con estadios atestados de gente como si nada hubiese sucedido en el mundo en 2020. Fútbol, golf, Fórmula 1, NBA, motociclismo, boxeo, polo en Inglaterra tuvieron protagonistas, autoridades, asistentes y poco más. Barbijos y muchos cuidados. Diferente a lo normal, claro.

Da la impresión de que el tenis (jugadores y aficionados) puede sentir más el impacto del cambio. En el fútbol, y ya lo sabíamos por la referencia de los partidos a puertas cerradas tan comunes en la Argentina por sanciones, el silencio de tribunas se contrapone con los gritos, diálogos y exteriorizaciones de los 22 jugadores y entrenadores/asistentes de campo. En el tenis es casi como el trabajo remoto del oficinista: la sensación de estar en una biblioteca. Sin gritos, sin aplausos, sin lamentos por una volea perdida. Sin insultos cuando el juez de línea marca un "foot fault" (falta de pie) en un saque: es que no hay jueces de línea. Sólo el umpire y lo que pueda aportarle la tecnología desde la pantalla gigante.

Cómo es vivir dentro de la burbuja armada en Nueva York

Jugaban Kyle Edmund (Gran Bretaña) y Kevin Anderson (Sudáfrica) en la cancha 17 en medio de un panorama desolador: plateas cubiertas por lonas, tres ball boys, los coaches y algunos allegados. Ganó Anderson por 7-6 (7/3), 4-6 y 6-3 en medio del silencio y terminó chocando raquetas con el rival vencido a modo de saludo de fibra de carbono. Para el choque entre el escocés Andy Murray y el local Frances Tiafoe, en el Grandstand, ya fue una "multitud": seis ballboys, coaches, allegados y personal desperdigados cómodamente.

El puntazo de Murray que nadie festejó

"Toc, toc, toc, toc". La pelota va y viene y es lo único que escuchan los tenistas en este Western & Southern Open que se mudó de Cincinnati al USTA Billie Jean King National Center, en las afueras de Nueva York, y que reúne a varones y mujeres. El ruido de los impactos, junto con la expulsión de aire en el momento del esfuerzo, conviven con los pensamientos (casi meditaciones) estratégicos y detección de los caminos más convenientes para buscar la victoria. Protagonistas que ni siquiera pueden mirar demasiado fuera de la cancha: ¿para qué otra cosa que recibir una indicación del coach (algo prohibido en el ATP y ahora autorizado en el WTA Tour) sería esa repentina búsqueda visual? Hasta eso debe ser más solapado que de costumbre.

Lo que hay que saber de la vuelta del tenis

¿Esto es tenis?, nos repreguntamos. Es otro tenis dentro de un mismo deporte. Para lo cual hay que ambientarse también. Porque hay jugadores que son inmunes al efecto del público, pero también están los que se alimentan de él, los que precisan ese impulso. Y lo peor viene después: ni siquiera podrán contentarse con un paseo nocturno por el Soho o por Broadway. Del complejo tenístico al hotel, a pedir un delivery, tener el celular casi como una prolongación de la mano (para algunos quizá no sea tan diferente a la "vieja normalidad") o mirar alguna serie o película por Netflix.

Murray festeja igual "con la gente", y un curioso saludo al umpire

El lado bueno de la historia (siempre lo hay) es que el tenis, que ya se había reanudado por el WTA Tour hace unas semanas, pudo volver a sentirse vivo. Y que fuera de los privilegiados que ya no miran cuánto ganan sino de qué dimensión es lo que logran, hay muchos que paulatinamente recuperan la bendición de poder trabajar. Una sensación que no cambiará la presencia o ausencia de público ni el rigor de una "burbuja" con la que están haciendo un approach de confianza.