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Por qué Pogacar da más miedo en el Tour de Francia que Induráin y Armstrong juntos

TOPSHOT - Team UAE Emirates' Tadej Pogacar of Slovenia rides during the 5th stage of the 108th edition of the Tour de France cycling race, a 27 km time trial between Change and Laval, on June 30, 2021. (Photo by Anne-Christine POUJOULAT / AFP) (Photo by ANNE-CHRISTINE POUJOULAT/AFP via Getty Images)
Photo by ANNE-CHRISTINE POUJOULAT/AFP via Getty Images

Los que ya tenemos unos años, vimos a Bernard Hinault... pero era aquel un Hinault crepuscular, guerrillero, sabedor de que era inferior a su compañero Greg LeMond pero empeñado en no rendirse, en no aceptar ningún pacto. Un tipo antipático, aquel Hinault, que no hacía prisioneros y se pegaba a puñetazos con el que se pusiera en su camino. Desde entonces, nuestros grandes campeones han sido distintos: Induráin era un hombre tranquilo interesado tan solo en las grandes vueltas: ni victorias de etapa, ni clásicas, ni un solo esfuerzo de más fuera de su amado Tour o su amado Giro. Batió el récord de la hora con la sensación de que aquello le daba más pereza que otra cosa. Al poco, se lo quitó Rominger y le dio básicamente lo mismo.

Armstrong tenía una mezcla de Hinault y de Induráin. Era arrogante, muy arrogante. Carismático, también. Tremendamente dominador en todos los campos: buen sprinter en sus inicios, excelente escalador, tan buen contrarrelojista como cualquiera de sus rivales... pero, al igual que Miguel sus esfuerzos no iban más allá del Tour de Francia, donde era absolutamente imbatible y a estas alturas todos sabemos por qué. Hasta siete veces consecutivas se impuso en París antes de que sus compañeros "cantaran", la USADA investigara y todo acabara con un enorme cráter en el palmarés de 1999 a 2005.

Pogacar tiene lo mejor de cada uno. A sus 23 años, va a por su segundo Tour -ya hizo tercero en la Vuelta con 21- y es difícil encontrarle un punto débil en ningún terreno: ayer ganó la contrarreloj, pero en principio lo suyo son los grandes puertos. La juventud puede jugarle una mala pasada pero es un tipo frío, competitivo, balcánico. No se pone nervioso, mide excelentemente sus fuerzas y, curiosamente, cuando todo el mundo se cae, él sigue de pie. Tiene ese aura de los campeones de grandes vueltas que necesitan muchos vatios y también un enorme don de la oportunidad a lo largo de tres semanas.

Ahora bien, Pogacar, que aún no ha demostrado ser especialmente carismático y pasa por las carreras sin grandes titulares ni grandes espectáculos de cara a la galería. Solo este año ya ganó el Tour de los Emiratos Árabes exhibiéndose en cada cuesta arriba. También ganó el Tour de Eslovenia con una superioridad ridícula. Se podría decir que eso son carreras menores, pero, ¿qué decir de la mejor Tirreno Adriático en décadas? ¿Quién se fue tras Matthieu van der Poel en aquella etapa mítica bajo la lluvia y estuvo a punto de cazarlo? ¿Quién acabó imponiéndose en la general con un minuto de ventaja sobre una versión marciana de Wout van Aert y casi cuatro sobre el tercer clasificado, ni más ni menos que Mikel Landa?

Team UAE Emirates' Tadej Pogacar of Slovenia (R) wearing the best young's white jersey and Team Jumbo Visma's Primoz Roglic of Slovenia cross the finish line at the end of the 2nd stage of the 108th edition of the Tour de France cycling race, 183 km between Perros-Guirrec and Mur de Bretagne Guerledan, on June 27, 2021. (Photo by MICHAEL STEELE / various sources / AFP) (Photo by MICHAEL STEELE/AFP via Getty Images)
Pogacar y Roglic, los dos eslovenos destinados a jugarse este Tour de Francia (Photo by MICHAEL STEELE / various sources / AFP) (Photo by MICHAEL STEELE/AFP via Getty Images)

Pogacar ha ganado todas las carreras en las que ha participado este año salvo la Vuelta al País Vasco -ganó etapa y quedó tercero- y los campeonatos de su país, donde tengo la sensación de que prefirió no ganar nada para no tener que llevar un maillot ajeno al de su patrocinador durante todo el año. No pudo participar en la Flecha Valona por protocolo Covid pero sí lo hizo en la Lieja-Bastoña-Lieja, la decana de las clásicas, la de los muros constantes. Llegó en un pequeño grupo junto a Michael Woods, Alejandro Valverde, David Gaudu y el todopoderoso campeón del mundo, Julien Alaphilippe. Les ganó a todos al sprint y sin demasiado esfuerzo.

¿Qué hacemos, pues, con un chico que tiene 23 años, ya ha ganado el Tour metiéndole casi dos minutos a todos en la cronoescalada final, gana también cronos llanas, se impone en los grandes puertos y compite a tope en vueltas de una semana y clásicas? Los otros campeones que hemos vivido daban respiro durante buena parte de la temporada. Pogacar, no. Pogacar, como su compatriota Roglic, y volvemos aquí al gen balcánico, compite de febrero a octubre y no deja prisioneros por el camino. No entiende lo que es "rodarse". No entiende de picos de forma, vive en un continuo estado de exhibición.

Hace un año, justo antes de su terrible caída, se decía que Remco Evenepoel era el nuevo Merckx. Aún está a tiempo de ser un excelente corredor, pero me da que al nuevo Merckx ya lo tenemos. No conseguirá un palmarés como el del Caníbal porque es imposible... pero sí es fácil imaginarle emulando a Hinault: buscando campeonatos del mundo, probando incluso en el pavé, acostumbrándose a la épica, dominando grandes vueltas a su antojo y dejándonos una década arrasada, probablemente la década en la historia del ciclismo en la que mayores talentos se han juntado.

Alguien que le gana al sprint a Alaphilippe, supera en las cronos a van Aert y deja atrás en montaña a Roglic, Carapaz, López y compañía es alguien, por definición, imbatible. No imbatible durante un mes y en tres etapas señaladas como Armstrong. No alguien imbatible en carreras largas como Induráin. Imbatible, siempre. Eso no quiere decir que los demás vayan a rendirse, por supuesto, pero ya sabemos que el Tour no depende de ellos. Aunque el maillot lo lleve van der Poel aún con el recuerdo de su abuelo Raymond Poulidor en la mente de todos, el líder es quien es, a nadie se le escapa.

¿Lo será hasta París? Si no se cae, sí. Lleva un año sin mostrar fisuras y aunque los rivales son tremendos, nada hace pensar que pueden remontar la desventaja. Salvo que se caiga, ya digo. O se lesione. El pelotón va a pasarse dos semanas y pico esperando una desgracia para tener alguna opción al triunfo. Lo mismo que pasaba con Induráin y Armstrong. Con Hinault y Merckx. Puede pasar, por supuesto -a Hinault le reventó la rodilla cuando iba líder en 1980, a Merckx le golpearon en el hígado en 1975- pero es improbable. Y aunque pasara, ¿qué hacemos con los próximos diez años? Esto, nosotros, no lo habíamos visto antes.

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