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Quién está realmente detrás de la nueva Superliga europea

Florentino Pérez hablando con Joan Laporta, ambos con mascarillas.
Florentino Pérez (centro), presidente del Real Madrid, y Joan Laporta, del Barcelona, son dos de los dirigentes del fútbol europeo dispuestos a participar en la nueva Superliga. Foto: Ángel Martínez/Getty Images.

El planeta fútbol se ha despertado hoy con lo que puede ser la noticia más impactante no ya del año, sino de la década o hasta de lo que llevamos de siglo: el anuncio de la creación de la Super League. Esta nueva competición tendría un formato que ya conocemos de otros deportes como el baloncesto, pero aquí es una innovación absoluta: algunos equipos (hasta 15 de los 20 participantes, según indica el comunicado) tendrían condición de fundadores y, por tanto, participarían siempre, sin necesidad de clasificarse previamente. Tal sistema rompe con más de un siglo de tradición y está generando debates muy intensos entre los aficionados.

Pero ¿por qué surge esta iniciativa precisamente ahora? ¿Qué ha ocurrido para que, si bien se llevaba tiempo con habladurías sobre tema, la autoproclamada élite del balompié europeo decida en este momento dar semejante paso adelante? ¿Quién hay detrás de este movimiento?

No hay que ser un detective para adivinar que el asunto, más que con el deporte, tiene que ver con el afán puro y duro del beneficio económico. En todo caso, por si quedaba alguna duda, se disipa rápidamente al constatar la presencia en el proyecto de JP Morgan. Tal como informan numerosos medios, como The Guardian, un portavoz de esta entidad ha reconocido que serán ellos quienes financien los costes del nuevo torneo, cifrados en unos 6.000 millones de dólares.

Es posible que el nombre de esta compañía te suene, puesto que hablamos de una de las empresas financieras más importantes del mundo. Con oficinas centrales en Nueva York y más de dos siglos de antigüedad, se trata de uno de los bancos de inversión más relevantes que existen. Sus activos, según los informes del propio gobierno estadounidense, se cuentan en trillones de dólares. Durante la crisis inmobiliaria de 2008 se les acusó de fraude con las hipotecas de alto riesgo, una de las prácticas que contribuyeron al colapso de la economía global en aquel momento, y aunque tuvieron que asumir multas muy fuertes, a la larga salieron reforzados y mantuvieron su posición dominante en el mercado.

Entrada a las oficinas de JP Morgan en Manhattan, Nueva York (Estados Unidos).
Entrada a las oficinas de JP Morgan en Manhattan, Nueva York (Estados Unidos). Foto: Tim Clayton/Corbis via Getty Images.

Conocemos ya la identidad de quien pagará la nueva gran fiesta del fútbol; intentemos ahora entender el porqué. Hay un motivo que lleva no solo a los grandes clubes del Viejo Continente a pedir ayuda, sino a esta entidad a estar dispuesta a ofrecerla. Y esa razón no es otra que la pandemia del coronavirus.

Por un lado, las entidades deportivas más importantes han sufrido un golpe terrible en su contabilidad desde los primeros confinamientos hace poco más de un año. Partidos a puerta cerrada, ausencia de visitantes en sus museos y tiendas, reducciones en los ingresos publicitarios y de televisión... han mermado sustancialmente los ingresos, mientras que los gastos en gran medida han permanecido, pese a que muchos jugadores han accedido a soportar reducciones salariales. Ahí está el ejemplo del Barcelona y la crisis económica que está viviendo, para la que veremos si el nuevo mandatario Joan Laporta encuentra salida. Así las cosas, los 3.500 millones de euros que se prevé que reciban los equipos participantes solo en concepto de infraestructuras serán más que bienvenidos.

Por otro, a la propia JP Morgan le interesa tener algún sitio donde poner el dinero. Los grandes bancos han llegado a un punto en el que se encuentran con un exceso de liquidez: disponen de efectivo abundante pero, como la economía está muy ralentizada, no hay demanda de préstamos y no tienen manera de obtener beneficio con él. Por eso las oportunidades de inversión ahora mismo son más que bienvenidas, y solo una institución del tamaño tan descomunal puede permitirse participar en un proyecto de tanta envergadura como este.

El proyecto de la superliga europea es antiguo, en realidad. No hay más que recordar las referencias al respecto que dio Josep Maria Bartomeu, antiguo mandatario del Barça, justo cuando salía del club. La intención, no obstante, era sacarlo adelante más a medio plazo, asegurándose el consenso total que ahora no se tiene; sin ir más lejos, clubes tan importantes como el PSG de momento no están incluidos, y los alemanes como el Bayern de Múnich o el Borussia Dortmund se han mostrado abiertamente en contra.

Por supuesto, la UEFA, las grandes federaciones nacionales y las Ligas de los países implicados, e incluso algunos gobiernos nacionales, también han recibido la novedad con hostilidad y han amenazado con represalias. Tampoco hay que olvidar que algunos de los equipos implicados, particularmente el Real Madrid y el Barcelona, no son legalmente empresas, sino clubes en los que hay que contar con el voto de los socios; en el caso de los culés, hasta el propio Laporta había manifestado hace poco su oposición. Habrá que ver, por tanto, si finalmente la idea sale adelante o solo es un golpe de efecto que sirve como posición de fuerza para las negociaciones de la reforma de la actual Champions League, otro tema que también lleva tiempo debatiéndose y que, a priori, parece más viable. Pero por falta de dinero no va a ser.

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