Un sueño reseteado: la jocketa que volvió a correr tras 11 años y medio

Terminar último en una carrera, cualquiera sea el deporte y muy lejos del rival más cercano, puede ser motivo de frustración para los resultadistas. Pero para Emily Fewster, volver a competir después de 11 años y medio fue un motivo de felicidad más allá del desenlace. Ella, nacida en Corea del Sur y criada en los Estados Unidos tras ser adoptada por una familia de Maryland, es jocketa y un ejemplo en seguir el aroma de la propia pasión: los caballos.

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Con tapabocas y sin espectadores en las tribunas, por los protocolos vigentes por la pandemia del coronavirus, para Fewster fue un regreso todavía más particular el viernes pasado. No había con quién compartir sus sensaciones, ni antes de subirse al caballo I Idolize You ni después, cuando apenas pudo intercambiar unas palabras con el entrenador y dueño del animal, Justin Nixon. Para el propio ejemplar también fue un volver a estirar los músculos: Nixon lo adquirió el 29 de febrero en 5.000 dólares, el precio que tenía en una carrera de las denominadas "de reclamo", también en 1200 metros y sobre la pista de arena de Laurel Park. Poco después, las competencias se detuvieron durante dos meses y medio en el estado de Maryland antes de reanudarse el 30 de mayo pasado.

Emily tiene 34 años y ningún recuerdo de su tierra. Sí, las imágenes más lejanas la remontan a la alegría de andar a caballo, inicialmente como un juego. A los 5, ya montaba algunos de equitación. Con el tiempo llegaron las pruebas planas, aunque aquella especialidad nunca dejó de estar presente. En el turf debutó el 4 de octubre de 2003, cumplidos los 17, en Pimlico, otro de los escenarios hípicos de Maryland, donde se corre el segundo paso de la Triple Corona norteamericana. Llegó última, lejos. Fue la única vez que lo hizo ese año, pero no sintió que el mal comienzo fuera a condicionar su sueño.

La carrera del regreso, con el número 9

Volvió a competir casi cuatro meses después, al mudarse a Nueva Orleans para escapar del intenso frío y buscar otros horizontes. Allí, en el hipódromo de Fair Grounds, estuvo en las gateras por segunda vez en su vida el 31 de enero de 2004. Su primer triunfo llegó el 22 de febrero, en su intento número 13. Ninguna mala suerte. Había estado cerca en su primera semana allí: perdió por medio cuerpo, tras haber llegado a la delantera en la recta final. El primer festejo, sobre la yegua Princessofthebayou, fue de punta a punta, sin suspenso. ¿La curiosidad? Segundo llegó Robby Albarado, un jinete coleccionista de triunfos clásicos que había tenido un buen gesto con la amazona el día de su debut en esa ciudad. "No estaba nerviosa, pero hice mi rutina. Cuando salí del vestuario, Robby me dejó usar su silla de la suerte. Así que estaba muy entusiasmada, tartamudeé, sonreí, me paré y cuando me detuve y miré al alrededor me dije oh, wow. Aquel día, realmente me emocioné, aunque no era mi primera vez", recuerda la jocketa.

El primer festejo también le generó sensaciones inesperadas. La yegua, una de las dos menos jugadas, pagó 103 dólares por cada dos. Un batacazo. "Estaba sorprendida. No sabía qué hacer. Sabía hacia dónde debía ir, pero era todo muy divertido, con muchos aplausos y risas", repasó hace un tiempo Emily a un medio local. Todo un contraste con la actualidad. "Aquel día regresé al vestuario acompañada de mi asistente, que me decía que lo había hecho muy bien. Me insistía para tomar mi casco diciendo que debía estar muy cansada. Yo estaba genial, emocionada; no entendía por qué me decía eso y me lo sacaba de la cabeza. Me preguntaba qué estaba haciendo y al llegar al cuarto (el consagrado jinete) Shane Sellers tenía un huevo en la mano, que aplastó en mi cabellera mientras me felicitaba. Todos salieron corriendo y yo quedé pensando en que estaba todo planeado. Es un ritual divertido cuando ganás tu primera carrera, pero nunca pude hacerlo yo", contó, entre risas.

Fewster dejó de correr seis años más tarde, después de 40 victorias en 789 carreras. Su mejor temporada fue 2007, con 20 triunfos, uno de ellos en el John Henry Stakes (2200m), su única conquista fuera de lo común, en las riendas de Dubai Cat, en la pista de césped de Meadowlands, en Nueva Jersey. Cuando Emily terminó 4ª aquel 22 de enero de 2009 en Laurel Park, en el mismo terreno de su reciente retorno, no había nacido ni Marywiththeblueyes, la madre de I Idolize You. No se había planteado dejar, pero las oportunidades se discontinuaron.

"Desde pequeña siempre dije que quería ser jocketa y todos me decían que era difícil, que probablemente no sucedería. Pero yo quería ser un jinete profesional en alguna especialidad cuando fuera mayor. Sabía que eso era lo que quería, y tuve mucha suerte", sostiene la amazona. Tal vez, las cosas no fueron como lo soñaba, pero nunca se rindió. "Fue más difícil en algunos aspectos que no esperaba y resultó más fácil en otros. Desde un principio me dije a mí misma que estaba en forma y galopaba todos los días. Yo hacía todo eso, aunque el ajuste de conducción y el ritmo son totalmente diferentes con la equitación. Me dijeron tantas veces que me iba a resultar difícil que no me costó mucho adaptarme", amplía, en la cadena de confesiones.

Emily había estado galopando con mayor frecuencia y exigencias en un campo desde los 13 años. Luego, quiso conocer un hipódromo y un par de entrenadores la pusieron bajo su ala para aprender más secretos de la nueva especialidad, las carreras. Se aferró a las rutinas. Se levantaba a las 4, salía de su casa a las 5, entrenaba caballos hasta las 10 y luego se iba a descansar al vestuario o regresaba al hogar, con sus mascotas. Así fue mientras se educó para competir en las pistas y cuando estuvo corriendo con buena frecuencia. En algún momento, atendía en simultáneo con su madre, Rosie, a una yegua de su propiedad y a sus crías. Serían algunos de sus compañeros para los certámenes de salto al emprender el camino inverso y dejar los hipódromos para retomar la equitación, con la sonrisa siempre firme, más allá del resultado y de los golpes.

"Tuve algunas caídas. Me lesioné el estómago, el hígado, me fracturé una rodilla y me rompí un dedo, nada grave", detalla, restando importancia. Aprendió a convivir con los infortunios, como todo jinete. Son huellas de la profesión. También tuvo caricias al alma: "Una tarde estaba caminando por Nueva Orleans y un hombre apareció detrás de mí. Me tocó en el hombro y cuando me di la vuelta me abrazó y me dijo que había apostado sus dos últimos dólares a un caballo mío que ganó y por eso en ese momento estaba aliviado. Me dijo muchas gracias, me estrechó la mano y se fue. Lo que hacemos los jockeys es el 5% o el 10% de lo que hace el caballo, pero fue agradable saber que de alguna manera lo ayudé".

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Un día, sus prioridades cambiaron y se alejó de la competencia profesional. También era feliz con el grupo de Goucher College. El color de la medalla que ganaran, en competencias individuales o grupales, era la anécdota. Y si no había premio, se festejaba igual. Como cuando era niña, rompía las tablas al intentar saltar y sonreía.

Hacer equitación, galopar y el cariño por los caballos la llevó otra vez a uno de los hipódromos de la ciudad en diciembre pasado. Nixon, un cuidador de bajos recursos, le ofreció ejercitar a los suyos cuando dejó Woodbine, en Canadá, y se afincó en Laurel Park. Desde entonces, incluso durante la pandemia, Fewster trota cada mañana a todos los purasangres del stud, por lo que recibe un sueldo. "Ella hace un gran trabajo, está muy involucrada. Merecía volver a tener una oportunidad en una carrera en recompensa por su dedicación", explica el entrenador, que desde la tribuna vio seguir el paso de los punteros y perder ritmo desde la última curva a I Idolize You. Al final de la competencia, Emily le entregó a Justin su mejor sonrisa, ahora oculta bajo el barbijo. A la sociedad la fortalece la confianza y la pasión.