Suárez volvió a perder la cabeza

El partido ya estaba destinado para un empate. La intensidad en el juego había mermado y salvo alguna escaramuza de Lionel Messi, no había mucho de qué preocuparse en los arcos.

Hasta que apareció Luis Suárez con una de sus habituales perdidas de cabezas, y al minuto 81 le propinó una patada de fractura a Nicolás Otamendi a la altura de la tibia que no volvió añicos su hueso por esas cosas milagrosas que a veces tiene la vida.

Lo mejor vino después como parte de esa idiosincracia de la viveza criolla que tanto se celebra en esta parte del mundo. Suárez se toma su pierna como si el lastimado hubiera sido él con gestos de que acaba de sufrir una lesión muy grave. Todo prefabricado, todo producto de una pantomima para no ser expulsado por la brutal entrada a un colega.

Al final Suárez es sustituido para, después del partido, colgar una foto en Instagram con este mensaje: “Un punto importante para seguir sumando y seguir soñando con el Mundial!! Estoy bien, fue solo un calambre en el gemelo. Vamos Uruguay”.

Mientras tanto, Otamendi tuvo que entrenar aparte del grupo al día siguiente, pues aun cojeaba al apoyar su pierna izquierda y es duda para el partido ante Venezuela.

No es nada nuevo una desfachatez de estas en la carrera de Suárez. El prontuario sigue aumentando para un jugador con unas condiciones técnicas extraordinarias para el fútbol y un don especial para anotar goles, aunque a veces sea su temperamento hostil el que gane la partida.

De las imprudencias de Suárez empezamos a saber en noviembre de 2010 cuando en un partido de la Eredivisie le dio por morder a un rival. Jugaban Ajax-PSV, y tras una bronca entre jugadores de ambos bandos, el delantero charrúa terminó mordiendo a Otman Bakkal, mediocampista del PSV.

El árbitro no se percató del incidente, pero las cámaras sí habían registrado el bochornoso momento y Suárez recibió una suspensión de siete fechas, lo que le costó la banda de capitán y un distanciamiento con el equipo, que eventualmente ocasionó su salida al Liverpool. “Necesitaba un cambio de ambiente”, diría luego el hoy jugador del Barcelona.

Las cosas en Anfield no serían distintas. En otro partido clásico, esta vez entre Liverpool y Manchester United, disputado en octubre de 2011, Suárez tuvo un cruce de palabras con el francés Patrice Evra, quien luego en una entrevista pospartido acusó al uruguayo de haber utilizado palabras racistas contra él. Suárez negó dicho comportamiento, pero una investigación de la FA – haciendo uso de lingüistas de español – determinó que el delantero sí había utilizado la palabra “negro” en el enfrentamiento y lo sancionó por ocho partidos.

Dos años después, Suárez volvería por los mismos fueros. Otra mordida. Esta vez la víctima fue el serbio Branislav Ivanovic en abril de 2013, a quien el aun jugador del Liverpool dejaría otra ‘marca dental’ en su brazo. Las imágenes en vivo no dejaban dudas de la agresión para los que lo veían por TV a pesar de que el juez principal no se percatara. Ante la evidencia a Suárez no le quedó más que ofrecer excusas públicas, aunque la FA no se conmovió con el gesto del jugador: sanción de 10 fechas y una citación obligada para tomar clases de manejo de temperamento.

La cereza del pastel todos la conocemos y llegaría 14 meses después: la mordida a Giorgio Chiellini en el Mundial de 2014. La tercera de su carrera. Si antes Suárez había sentido el rigor de volverse mediático por acciones antideportivas, lo acontecido en Brasil tomaría niveles papales. La noticia dio, literalmente, la vuelta al mundo. La locura de Suárez la vieron en vivo millones de personas (menos el árbitro) y fue capturada por todas las cámaras que pueda agrupar una competición de tal magnitud. La situación escalaría tanto que se convirtió en tema de opinión presidencial con las declaraciones del entonces presidente de Uruguay, José Mujica.

La sanción de la FIFA no se haría esperar y Suárez sería expulsado del Mundial, recibiendo una sanción de cuatro meses sin poder disputar ningún partido de fútbol (ni siquiera amistoso), y sin poder tampoco entrenar con su equipo (Barcelona había adquirido sus derechos deportivos tras el Mundial). También le prohibieron entrar a un estadio de fútbol. Y encima, le prohibieron vestir los colores de Uruguay durante nueve partidos. Tras apelar la fuerte sanción en el TAS, el castigo de no poder entrenarse con sus nuevos compañeros y no poder jugar amistosos fue levantado.

Un historial extenso de mal comportamiento dentro del campo de juego en un lapso corto han agrietado la carrera del Suárez deportista a pesar de que su aptitud para desenvolverse en el fútbol es de un súper dotado. Su cabeza implica problemas, sus pies dan soluciones. Con esa disparidad convive uno de los mejores goleadores del planeta.

Mientras tanto, Otamendi sigue padeciendo los dolores de aquella fuerte y desleal entrada que pudo poner en riesgo su profesión. Y Suárez…tomando mate como si nada.

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