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Son enemigos, no rivales

Tras la cumbre entre Angelici y D’Onofrio en Paraguay, el titular millonario sorprendió al declarar que Macri pretende disputar la final en Núñez.
Tras la cumbre entre Angelici y D’Onofrio en Paraguay, el titular millonario sorprendió al declarar que Macri pretende disputar la final en Núñez.

Ya basta de mentiras. Ya basta de engaños. Ya basta de hacerse los serios. Ya basta de querer mostrar una cara que no tienen. Ya basta de hipocresía.

Ya basta señor Rodolfo D’Onofrio. Ya basta señor Daniel Angelici. Ya basta de darse la mano por delante y clavarse el puñal por detrás.

Se reúnen en eventos sociales y muestran una solidaridad que no existe. Toman a la gente de estúpida queriendo transmitir una amistad absolutamente ficticia.

Lanzan una frase que pretenden que sea creíble: “Somos rivales, no enemigos”. ¡Mentira! Son enemigos, por más que lo quieran disimular.

Todo comenzó en aquel fatídico mes de mayo de 2015. Sí, el día del tristemente célebre gas pimienta, el del nefasto Panadero.

Ese día fue el principio del fin. Un ataque cobarde, feroz, indignante. Boca Juniors falló en el operativo de seguridad que debía brindarle a su anfitrión deportivo. Merecía una sanción mucho más dura en lo extradeportivo. Lo que no merecían ni los millones de hinchas ni los propios jugadores es que no se jugaran los 45 minutos restantes una vez que las condiciones de igualdad deportiva estuviesen aseguradas.

D’Onofrio, creyéndose el dueño de la situación, movió los hilos en casa ajena. Y luego sin perder tiempo, sin ni siquiera reunirse con Angelici para plantearle su posición, salió corriendo esa misma noche a Asunción a pedir los puntos y la descalificación de Boca sin jugar, lo que finalmente le fue concedido. ¿Eso no es traición a la “supuesta amistad con el rival del cual no se es enemigo”?

Pasaron tres años y medio y las palabras “abandono” y “escritorio” se hicieron moneda corriente, tanto de un bando como del otro.

Pero más que el “abandono” y el “escritorio”, había otra peor que si bien no se oía, iba creciendo en la clandestinidad, sobre todo del lado de Boca, dolido por lo que consideraban “traición”: la “venganza”.

“Los puntos se ganan en la cancha”, repitió una y mil veces Daniel Angelici, posición que encontró y encuentra gran oposición dentro de su propia dirigencia y de los hinchas. Ellos quieren “venganza”.

Tras los hechos acontecidos el sábado, la tan esperada oportunidad les llegó. Angelici trató de mantener su postura, pero acosado por la presión, la cambió.

Por su parte D’Onofrio, el mismo que salió corriendo a Asunción, ahora reclama cordura. Dice que el contexto no es el mismo, aunque las consecuencias sí lo sean.

En 2015 se atacó a los jugadores dentro de la cancha. En 2018 fue afuera. ¿Importa eso? Definitivamente NO. Hubo agresión, hubo heridos, hubo un acto delincuencial. ¿Qué importa si fue adentro, afuera, con el partido empezado o sin empezar?

En 2015 se debió jugar lo que restaba. En 2018 también debe suceder lo mismo. La diferencia es que ya está todo tan distorsionado que cualquier cosa puede pasar. La bomba de tiempo está a punto de estallar, sólo hace falta que se prenda la mecha.

Se juegue donde se juegue está latente la posibilidad de una “guerra civil”. Quedó demostrado que no hay manera, ni estrategia, ni voluntad, ni disposición para frenar la locura.

Para colmo este miércoles D’Onofrio redobló la apuesta y con altos aires provocadores desafío a Angelici. Una muestra más de intolerancia y desenfreno.

Lo más sensato sería declarar la Copa Libertadores 2018 desierta y que el vigente campeón de América (Gremio) represente una vez más a la Conmebol en el Mundial de Clubes. Evitaríamos así posibles consecuencias nefastas. (Sí, otra vez la misma frase que aparece en tantas otras columnas escritas en esta misma sección…).

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