Sergio Ramos para lo bueno y para lo malo: un error indigno de su experiencia

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Volvió la Champions League y el Real Madrid continuó con su paso firme de las últimas semanas. Una nueva victoria para el equipo de Santiago Solari, en el Johan Cruyff Arena, plaza para nada sencilla y donde el equipo sufrió más de lo recomendado.

La victoria final fue un 1-2 que perfectamente podría haber terminado en empate o en victoria ajacied, a tenor de lo visto en el campo y de la polémica suscitada tras la anulación de un gol del argentino Nicolás Tagliafico, tras consultar el árbitro con el VAR. Pero una genialidad de Vinicius, finiquitada por Karim Benzema, y un remate a la red de Marco Asensio en el 87, dieron una victoria importantísima al Real Madrid para empezar a pavimentar el camino a cuartos de final.

Sin embargo el verdadero protagonista de la noche fue el capitán merengue, Sergio Ramos. Tanto para la bueno como para lo malo, el cuatro blanco siempre está ahí y cuando más sufrió su equipo, mejor jugó el sevillano. Luego, metió la pata hasta el fondo. Lo explicamos.

El nivel del central ha subido como la espuma en el último mes, pues entonado físicamente tras una pretemporada deficiente, el camero ha vuelto a demostrar porque es considerado uno de los mejores centrales del mundo.

Ramos lidió con un revoltoso Tadic durante todo el encuentro. Lo maniató y no le permitió despegar su poderoso fútbol, sobre todo de espaldas a portería. El capitán fue el sustento del equipo blanco cuando más apretó el Ajax, en una primera parte espectacular de presión alta y juego rápido, aunque los holandeses no pudieron superar nunca la muralla impuesta por Sergio Ramos.

Da la sensación que con el capitán merengue a este nivel, el Real Madrid puede aspirar a lo que sea. Cuando Ramos es capaz de jugar tan bien, su fútbol racial contagia a todo el equipo y el grupo entero sube muchísimo su producción. Éste ha sido uno de los motivos que han llevado al conjunto blanco a ganar cuatro de las últimas cinco Champions League, contando con un Sergio Ramos que siempre ha dicho presente en los momentos clave.

Sin embargo, Ramos vive en un constante ying y yang. Con el partido finiquitado, en el minuto 88, forzó una tarjeta amarilla para así cumplir ciclo y llegar limpio a los cuartos de final –en caso de que el equipo mantuviera la renta cosechada en Holanda en la vuelta en Madrid. Hasta ahí todo entraba dentro de los cánones no escritos del fútbol moderno.

La metedura de pata llegó tras el encuentro, cuando al ser requerido por la prensa, el capitán prácticamente confirmó a los medios que sí, que había forzado la tarjeta por los motivos ya explicados, para así no correr riesgo de sanciones en instancias más avanzadas cuando el equipo pueda necesitarle más.

Horas después del encuentro, Ramos quiso arreglar la situación con un tweet en el que explicaba que él no había forzado la amonestación, pues se dio en un lance del juego. Quedó como un gesto forzado y seguramente no ayude para nada a su caso.

Si la UEFA entra de oficio en esta situación, que debería dada la obviedad de la situación, Sergio Ramos se expone a dos partidos de sanción, con lo que no sólo se perdería la vuelta contra el Ajax en el Bernabéu, sino también el primer partido de cuartos –de nuevo, en caso de pasar. La situación podría ser crítica para el Real Madrid si en ese hipotético sorteo de cuartos de final el equipo queda emparejado contra un PSG, FC Barcelona, Bayern Munich, Manchester City o similar, por lo que no se entiende muy bien cómo a todo un profesional y veterano como Ramos se le pudo escapar este detalle.

Por eso el camero es especial. Capaz de ser ángel y diablo a la vez. Un futbolista que no suele medir ni sus acciones ni sus palabras, y que se deja llevar por sus impulsos, los mismos que le han engrandecido a lo largo de su carrera, pero que en esta ocasión pueden hacerle mucho daño a su equipo.

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