La selección inclasificable: todavía no se sabe dónde está parada

Los números del ciclo Scaloni son mucho más alentadores que el brumoso funcionamiento de la selección: encadena 13 victorias, 5 empates y cuatro derrotas después de 22 partidos, pero la identidad no se afirma
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Hay resultados que engañan. Uno es intrascendente y dos o tres son casualidad, pero varios distorsionan el análisis. Algunos resultados no explican ni esconden el déficit de funcionamiento. Precisamente lo que le ocurre a la selección hace tiempo, demasiado tiempo. La coartada de la inactividad se derrumba: en los últimos 25 años, ningún entrenador dispuso de tantos partidos como Lionel Scaloni para preparar a la Argentina en la antesala de una eliminatoria mundialista. Encadenó 21 juegos, como técnico interino o confirmado, en juegos amistosos y oficiales, detrás del derrumbe en la Copa de Rusia. Un número inédito que no disfrutaron Daniel Passarella, Marcelo Bielsa, José Pekerman, Alejandro Sabella ni Gerardo Martino, por ejemplo. Un inusual período de pruebas que no consiguió sembrar certezas. La sintonía está pendiente desde mucho antes de la pandemia.

Ni el tercer puesto en la Copa América fue tan alentador como se lo describió, ni el 4-0 contra México reflejó la realidad de aquel partido. Tampoco una victoria sobre Marruecos cuando se agotaba el tiempo, ni el empate con Alemania en Dortmund se afirmó en argumentos confiables. Ni la agónica igualdad que rescató la Argentina con Uruguay en el cierre del año pasado, ni este opaco triunfo ante Ecuador en la apertura del camino a Qatar 2022. Ni esos, ni otros marcadores de aspecto alentador, desautorizan la esencia del análisis: ni la propuesta ni los intérpretes están bien definidos y la sensación de plan experimental se extiende mucho más de lo aconsejable. Parece que las eliminatorias también serán un tubo de ensayo.

Eliminatorias. Scaloni y la selección argentina, contra los libros: un plan diferente para jugar en la altura de La Paz

La selección insinúa, decepciona y reacciona porque algunas piezas demuestran carácter y rebeldía. Su identidad intenta abrirse paso entre revisiones y contradicciones. Probar, cambiar y corregir siembra desconfianza si es el método. Casi nada se asienta. Ni siquiera la funcionalidad de De Paul-Paredes, sin dudas las fichas referenciales del ciclo. Cuesta asumir que la idea esté incorporada si Lo Celso, presumible titular en ese equipo que Scaloni había anticipado que ya tenía definido porque descreía de la utilidad de las dos prácticas que dispondría, fue reemplazado por Acuña. Entonces, ¿cuál es la búsqueda, el patrón? El seleccionado espeja el perfil de un director técnico que sigue en construcción.

Scaloni ha podido trabajar, como corresponde, con toda tranquilidad. Arropado por quienes realmente importa que lo respalden: Claudio Tapia, el presidente de la AFA ("Scaloni es lo mejor que le podía pasar a la selección", exclamó hace diez días); César Luis Menotti, el manager ("Yo le pedí a Tapia que lo deje a Scaloni", el 2 de mayo de 2020); Lionel Messi, el capitán ("Nos da mucha tranquilidad que Scaloni siga con nosotros", después de la Copa América de Brasil) y los jugadores del ala renovadora. Atención con las lealtades de los futbolistas, porque son traicioneras. Si lo habrá sufrido Jorge Sampaoli. Lo cierto es que ni esa atmósfera sin turbulencias, ideal para consolidar un plan, le ha permitido a Scaloni darle vigor y profundidad a las raíces. Hace tiempo que definió un grupo, pero pasa el tiempo y no encuentra un equipo.

La Argentina es sinuosa, porque genera peligro y desconcierta. Hay un eje rector: varias veces gana (66,6% de eficacia, con 13 triunfos, 5 empates y 4 derrotas) y pocas veces conforma. No consigue estabilizarse. ¿Le faltaron ensayos? No, convendrá detenerse en la rentabilidad que tuvieron. Paredes participó en 20 partidos del ciclo y no han alcanzado para que comprenda la prolijidad que demanda la posición; Lautaro Martínez en 17; Tagliafico en 16; De Paul en 13; Acuña, Otamendi y Messi en 11. ¿Messi? Messi resuelve, o disimula, con su don restaurador. Su historia misma en la selección, y ya se sabe que no ha alcanzado. Entonces la propuesta sigue sin ser reconocible porque vive sujeta a correcciones.

Las grietas del plan: los tres elementos vitales que le faltan a la selección

Algo falló si tantas oportunidades no instalaron más certezas. Hay que creerle a Scaloni cuando garantiza que él siempre supo que Franco Armani sería su arquero ante Ecuador, pero en la lista original también había citado a otros cuatro y ya lleva diez guardavallas nominados en su etapa. Los hábitos previsibles, las seguridades de un equipo, también se construyen desde actos y elecciones con sustento.

¿Quiénes integran la zaga central? Hasta diez parejas probó Scaloni, desde Funes Mori-Kannemann, pasando por Martínez Quarta-Rojo, hasta llegar a Pezzella-Otamendi, la más empleada, que tal vez hubiese jugado ante Ecuador si el capitán de Fiorentina no estaba lesionado. Lo cierto es que jugaron Martínez Quarta-Otamendi..., por segunda vez en sus vidas (0-0 con Chile, la anterior). ¿Quién es el lateral derecho? ¿Renzo Saravia, Juan Foyth, o Gonzalo Montiel? O ninguno. Es cierto que aquí el técnico tampoco ha contado con actuaciones determinantes para ayudarlo.

Lionel Scaloni y Lionel Messi, durante un entrenamiento en Rusia.
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Asoma una pregunta básica: ¿a qué juega la selección? Depende. Intenta adaptarse a las características del rival: si se siente superior adopta más riesgos, pero si se asume inferior o en desventaja, se reserva piezas ofensivas y acepta el contragolpe. ¿Versatilidad? No, inseguridades. Por eso titila. Entonces se entrega a los forcejeos y a los esfuerzos. Ese sello es incuestionable, por momento puede ser un rebaño insoportable. Y vale como un elogio. Claro que esa contracción por la intensidad a veces desnuda al equipo: después de tanto afán por recuperar la pelota, no sabe cómo administrarla. Se apura o se estanca, así de paradójico.

Faltan sociedades porque las saltea, hasta amenaza con despreciarlas si apuesta en la misma formación por características explosivas como las de Ocampos, Acuña y De Paul. No se fabrican líneas de pases a distintas alturas, aparecen descoordinaciones y los apoyos llegan a destiempo; se anotan algunas superposiciones en las bandas y dolores en los centros cruzados... Pese a los 22 partidos en su disco rígido, todavía es una selección inclasificable. Alguien podría interpretarlo como una virtud, ya que no le ofrece referencias al rival..., pero no, se trata de una falla de origen: no se sabe exactamente dónde está parada.