Por favor, seamos más como el Athletic de Bilbao

BILBAO, SPAIN - FEBRUARY 12: (L-R) Ander Capa of Athletic Bilbao, Vesga of Athletic Bilbao, Dani Garcia of Athletic Bilbao, Iker Muniain of Athletic Bilbao, Inaki Williams of Athletic Bilbao celebrates goal 1-0 during the Spanish Copa del Rey  match between Athletic de Bilbao v Granada at the Estadio San Mames on February 12, 2020 in Bilbao Spain (Photo by David S. Bustamante/Soccrates/Getty Images)
Jugadores del Athletic de Bilbao, el 12 de febrero de 2020. (Photo by David S. Bustamante/Soccrates/Getty Images)

El Athletic de Bilbao se siente en el interior exactamente como se ve desde el exterior. Para Aritz Aduriz, el delantero que se retiró del equipo esta semana, siempre tuvo un aire como de un “equipo de barrio enfrentándose al mundo”. Es un club en el que los jugadores comparten un contexto y una visión, en la que la línea entre la plantilla de jugadores y su público es borrosa hasta el punto de ser invisible, un equipo que pertenece a un lugar en el deporte que no conoce barreras.

Las raíces de esa identidad están bien documentadas. El Athletic es el equipo extraño en la élite del futbol que se niega a aprovecharse de la globalización que ha transformado el juego —principalmente para mejor, ocasionalmente para peor— en las últimas dos décadas. Está adherida a una política estricta de alinear solo jugadores nacidos o criados en las regiones vascas de España y Francia.

En la superficie es una gran desventaja competitiva. Después de todo, los rivales del Bilbao pueden reclutar jugadores en cualquier lugar del mundo. El Athletic depende de su propia academia juvenil y de su habilidad de arrancar jugadores de un puñado de otros equipos de la región: el Real Sociedad en San Sebastián, el Osasuna en Pamplona y, en años recientes, el Eibar.

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Ocasionalmente, un jugador de herencia vasca emerge en otro lugar: en los años noventa, el Athletic firmó a Bixente Lizarazu, un vasco francés, del Bordeaux. En el 2011, añadió a Ander Herrera, nacido en Bilbao, del Real Zaragoza. Cristian Ganea, un internacional rumano, pudo unirse al equipo en 2018 porque había pasado parte de su adolescencia en la región.

Sin embargo, no todos los jugadores cumplen con los criterios. Al parecer, el club no sintió que Marcos Asensio encajara del todo y rechazó la oportunidad de traerlo a sus filas siendo un adolescente. Ahora juega con el Real Madrid.

El hecho de que el Athletic siga siendo una fuerza en el futbol español —nunca ha sido descendido, y ya había asegurado su aparición en la final de la Copa del Rey antes de la suspensión de la temporada— es entonces una especie de pequeño milagro. Ayuda que la región vasca ha sido tradicionalmente un terreno fértil de jugadores. También le ayuda que el club tenga la solidez financiera para soportar casi todas las ofertas —menos las más lucrativas— por sus estrellas, lo que le ha permitido mantener a su plantilla unida.

Y, por supuesto, ayuda que los jugadores como Aduriz disfruten de la sensación que el club genera, que se comprometan con lo que eso significa, que les dé placer jugar para un equipo que te hace sentir como si creyeran en algo más grande.

BILBAO, SPAIN - FEBRUARY 06: Aritz Aduriz of Athletic Bilbao celebrates the victory at the end of the Copa del Rey Quarter Final match between Athletic Bilbao and FC Barcelona at Estadio de San Mames on February 06, 2020 in Bilbao, Spain. (Photo by Quality Sport Images/Getty Images)
Aritz Aduriz. (Photo by Quality Sport Images/Getty Images)

Durante toda la carrera de Aduriz, algo le hizo volver sin remordimientos al Bilbao. Firmó con el club tres veces en total. Nunca pudo realmente decir que no, ni siquiera después de que fue vendido por segunda vez y terminó reducido en lágrimas al pensar en tener que irse de nuevo. Cuatro años después, cuando el Athletic le pidió que regresara, no se pudo resistir. Quería retirarse allí, para “cerrar el ciclo”, como lo dijo, en el club de su corazón.

Pero más que nada, el Athletic de Bilbao funciona gracias a los aficionados.

El futbol moderno condiciona a sus fanáticos a pensar de una manera muy específica. Lo que importa, en última instancia, son los resultados. Para la élite, el éxito se mide con la plata y el oro de los trofeos y las medallas. Para todos los demás, se mide en la tabla de la liga, una revisión anual celebrada cada fin de semana. Si la posición de tu equipo es muy baja, si no está cumpliendo con las expectativas, estás en tu derecho de exigir cambios inmediatos.

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Los entrenadores deben ser despedidos, jugadores deben ser vendidos —y otros, adquiridos— y, si es necesario, hasta ejecutivos deben ser destituidos: lo que sea que aplique, pero debe haber algún cambio, y ese cambio casi siempre luce como una contratación de algún tipo.

Lo más atractivo del modelo del Athletic es que le impide a sus aficionados tener la oportunidad de pensar de esa manera. Por supuesto, hay momentos en el que el San Mamés, el estadio del equipo, rugirá su rechazo. Hay temporadas en los que el club pasará por varios entrenadores, o en los que jugadores caerán en desgracia, o la junta directiva estará en el ojo del huracán.

Hasta cierto punto, el Athletic ha decidido darle prioridad a su modelo —el cual, más de un siglo después, no tiene una normalización oficial— sobre sus ambiciones. El éxito en el Athletic radica en hacerlo tan bien como un equipo de barrio que tiene que enfrentar al mundo. Algunos años, eso podría significar alcanzar una final importante. Muchos años no será así, y sin embargo, la abrumadora mayoría de sus seguidores apoya la política. No hay ningún anhelo de cambio, pequeño o grande.

BILBAO, SPAIN - FEBRUARY 12: teamphoto of Athletic Bilbao (L-R) Unai Nunez of Athletic Bilbao, Raul Garcia of Athletic Bilbao, Inigo Martinez of Athletic Bilbao, Vesga of Athletic Bilbao, Inigo Martinez of Athletic Bilbao, Unai Simon of Athletic Bilbao, Inaki Williams of Athletic Bilbao, Ander Capa of Athletic Bilbao, Dani Garcia of Athletic Bilbao, Iker Muniain of Athletic Bilbao, Ander Capa of Athletic Bilbao during the Spanish Copa del Rey  match between Athletic de Bilbao v Granada at the Estadio San Mames on February 12, 2020 in Bilbao Spain (Photo by David S. Bustamante/Soccrates/Getty Images)
(Photo by David S. Bustamante/Soccrates/Getty Images)

Hay algo en esto que quizás podría ser un ejemplo útil a seguir para otros clubes lejanos de la región vasca, en este momento en el que el futbol termina de aceptar su nueva realidad pospandemia.

Muchos ejecutivos aceptan que el mercado alcista de 30 años del futbol ha terminado, al menos por el momento. Los clubes tendrán que gastar menos, en el corto plazo, e invertir mejor para tener éxito. Los cambios no serán tan fáciles de realizar en un mercado alterado, y los problemas tendrán que resolverse, en ocasiones, con cosas diferentes al dinero.

Para los fanáticos también podría ser momento de interiorizar una idea diferente del éxito, de aceptar que algunos años podrían ser mejores que otros, que construir el camino a una cima lentamente y con precaución no solo pudiera ser preferible, sino necesario.

La idea de que cualquier otro equipo pudiera limitar voluntariamente sus opciones, como lo hace el Athletic de Bilbao, es fantasiosa. Su modelo no es uno que pueda ser fácilmente franquiciado. Sin embargo, las consecuencias de ese modelo pueden ser internacionales, si se lo permitimos. El cambio no siempre tiene que ser percibido como una virtud. El valor de un equipo no siempre tiene que estar medido por una posición en la liga. A veces, el éxito puede sencillamente tener un equipo que es de un lugar, y que tiene que conquistar al mundo.

¿Qué estamos mirando?

Como todos sabemos, existen océanos enteros de diferencia entre el futbol que se juega en la Premier League y el que ofrece, por ejemplo, la Serie A. Lo mismo sucede con La Liga y la Bundesliga: es el mismo deporte, por supuesto, pero las interpretaciones de cada liga son ampliamente diferentes.

Son tan diferentes, de hecho, que se podría asumir que habría un impacto significativo en los datos que cada país produce. Tendría que haber más pases cruzados en Inglaterra que en España, donde lo que se estila son los pases cortos delicados y complejos. Tendría que haber más goles en Alemania, donde nadie sabe defender, que en Italia, donde les enseñan la trampa del fuera de juego desde niños.

Y, sin embargo, considerados únicamente en términos estadísticos, los resultados de las cuatro ligas principales de Europa son asombrosamente similares. Por supuesto, hay variaciones menores, pequeños puntos de inflexión, pero haría falta un ojo muy bien entrenado para identificar cada liga correctamente viendo solo sus datos básicos.

Siempre ha parecido extraño, entonces, que tantos fanáticos —y jugadores, entrenadores, expertos y periodistas— se consideren devotos de una liga en particular. Eso sucede especialmente entre aquellos que prefieren la Premier League (lo que en muchos sentidos, es activamente consentido por la misma Premier League). El futbol italiano es desestimado por aburrido, el español es predecible, el alemán es hípster y arrastrado. (Francia, como suele suceder, es ignorado por completo).

Los planteamientos son diferentes, por supuesto, pero los resultados son básicamente los mismos. Así que en algún nivel, lógicamente, si disfrutas ver futbol, deberías al menos obtener algo de placer de un juego, sin importar dónde se realice.

La explicación es obvia: la liga que parece ser más entretenida para un aficionado es con la que el aficionado esté emocionalmente involucrado. Lo que eleva una competición sobre otra no es su calidad innata, sino lo mucho que nos importa.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company