Anuncios
Elecciones México 2024:

Cobertura Especial | LO ÚLTIMO

Se acabó el Mundial, comienza el síndrome de abstinencia

Es 16 de julio y la montaña rusa ya no acepta más viajes. Es ahora cuando el confeti de los campeones se traslada a su país y el vacío de los días sin fútbol nos abofetea sin medicina. Se acabó el Mundial y millones de aficionados suspiramos al unísono para combatir un mal común: el síndrome de abstinencia mundialista.

Muchos nos despedimos del Mundial antes de tiempo. Dijimos ‘Adiós’ con un nudo en la garganta y escuchamos a otros llorar ‘Auf Wiedersehen’, ‘Adeus’ o ‘Ciao’ con acento argentino, uruguayo o colombiano. Compartimos ese escudo de la incomprensión que apareció, de la nada, clavado en nuestros corazones. Los equipos latinos se marcharon por la puerta de atrás o a hombros, da igual, porque al fin y al cabo abandonaron su suerte para fortalecer la de otras naciones, que a la postre, nos cayeron más o menos simpáticas. Superado (o no) el fiasco, en ocasiones enarbolamos otras banderas e intentamos vibrar con la alegría del prójimo para anestesiar nuestras propias penas.

Aficionados colombianos mientras soñaban con eliminar a Inglaterra. Foto: Getty Images.
Aficionados colombianos mientras soñaban con eliminar a Inglaterra. Foto: Getty Images.

¿Pero ahora qué hacemos con el mástil que soportaba el peso de nuestra pasión y curiosidad futbolera?

El mal de la abstinencia mundialista existe, es real y juega con nuestros sentimientos. Nos deja a la deriva y nos obliga a llenar nuestro tiempo y a buscar soluciones y entretenimientos que, dependiendo del caso, llegan más tarde o más temprano. Para entender el síndrome de abstinencia mundialista es necesario conocer cuán felices o infelices nos hace el fútbol, ese deporte rey que cada cuatro años nos regala un Mundial, pero que durante otros casi 10 meses al año ocupa un gran porcentaje de nuestras horas y, por ende, de nuestras emociones.

La Universidad de Sussex en colaboración con el Instituto Nacional de Economía y Estudios Sociales, ambas instituciones radicadas en Inglaterra, elaboraron un estudio en abril de 2018 que llegó a una conclusión arrolladora: el fútbol nos hace más infelices que felices Además, entre otras conclusiones, la publicación cataloga el fútbol como una adicción. Sólo así se puede entender que el sufrimiento nos ciegue y cambiemos de pareja, de ciudad o de desodorante, pero nunca lo hagamos de equipo.

Un aficionado argentino no puede creer la eliminación de la Albiceleste. Foto: Getty Images.
Un aficionado argentino no puede creer la eliminación de la Albiceleste. Foto: Getty Images.

Entonces, ¿por qué estamos dispuestos a soportar, a toda costa, el dolor que nos inducen nuestros clubes o nuestras selecciones? ¿Acaso no se trata de una irracionalidad absoluta en seres racionales?

El Mundial tiene varios ingredientes que juegan con nuestros niveles de dopamina. Nos hace esperar cuatro largos años, nos hace vibrar en lo más alto, nos emociona, nos extasía y nos provoca un placer similar al del orgasmo (según el estudio citado, vivir una victoria en el estadio hace que los porcentajes de felicidad se disparen de una manera comparable con “la felicidad comunicada tras hacer el amor”).

También es capaz de hacer que nos hundamos en la caída y quedemos desnortados cuando nuestro equipo sale eliminado o desde el momento en que una selección levanta la Copa del Mundo y el telón se cierra.

Dos aficionados rusos tras la eliminación de su país ante Croacia. Foto: Getty Images.
Dos aficionados rusos tras la eliminación de su país ante Croacia. Foto: Getty Images.

Además de la adicción al fútbol, otro de los motivos que precipitan el síndrome de abstinencia mundialista es la curiosidad que despierta el torneo de naciones entre los fieles y no tan fieles futboleros. Muchas personas que no siguen el fútbol de manera habitual se enganchan al Mundial y no sólo a sus selecciones, sino también a otras. Según el estudio, esto sucede por “el placer de anticipar el espectáculo de un partido de fútbol. Disfrutamos del desarrollo del drama y tenemos una curiosidad natural por ver cómo termina la historia”.

Como si fuera una telenovela, un libro o el cuento que una vecina susurra en la fila del banco. Nos interesa, luego necesitamos conocer el desenlace.

La gente tiene cierta necesidad de identificarse con algo. O creer en algo. En medio de la vida cotidiana, que es más adversa que benévola, el fútbol es una ‘valvulita’ de escape. Ese rato que estás mirando el partido estás disfrutando de algo más grato. Es como una necesidad de escaparse de la realidad, de creer en otras cosas. De hecho los espectadores sienten que forman parte del espectáculo. Esto está muy vinculado a lo que es la psicología de las masas”, argumentó Raúl Barrio, titular de la cátedra Psicología del Deporte de la facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires a Infobae.

Aficionados presencian el Mundial desde Puerto Príncipe, Haití. Foto: Getty Images.
Aficionados presencian el Mundial desde Puerto Príncipe, Haití. Foto: Getty Images.

Expuestas algunas de las razones que hacen que a partir de hoy echemos de menos el fútbol, hay quién se atreve a ofrecer soluciones. Lo cierto es que, como la vida misma, cada uno debe encontrar la manera de relativizar la falta de fútbol o la eliminación de su equipo. Simplemente porque siempre hay cosas más importantes que nos harán mucho más felices.

Y si la incapacidad aflora, habrá que seguir de cerca el mercado de fichajes, la línea argumental de la posible salida de Cristiano Ronaldo a la Juventus, si se le pasará o no a Neymar la depresión o si el presidente del Paris Saint Germain, Nasser Al-Khelaifi atenderá las llamadas de su homólogo del Real Madrid, Florentino Pérez.

Soluciones hay de sobra para la abstinencia mundialista, así que cada uno y cada una se aferre a la que más le plazca porque el fútbol, como la vida, es un sueño, y los sueños, sueños son.

También te puede interesar: