Scaloni, su jugador fetiche y el momento de tomar decisiones

Los aún frescos amistosos frente a Alemania y Ecuador pueden volver a servir de ejemplo para poner de manifiesto la leyenda del optimista y el pesimista. Nada más relativo que el fútbol para encontrar mitades de vasos vacíos y llenos. Estos 180 minutos iluminan parte del camino con algunas señales alentadoras, pero simultáneamente obligan a revisar algunos detalles de funcionamiento, lectura de partidos y potencialidades de rivales, para no caer en la tentación del triunfalismo vacío y efectista.

En el camino de la renovación de la selección, necesario pero indefectible luego del traumático mundial de Rusia, Lionel Scaloni fue delineando un grupo con el ensayo y error como fórmula y con algunos resultados positivos como bandera. El desarrollo de la obra fue paralelo con su aprendizaje profesional y una Copa América con claroscuros en el juego y un tercer lugar en el podio, impulsaron su continuidad en el cargo.

La dificultad para medir fuerzas con los mejores, léase selecciones europeas, fue entregando lecturas absolutamente relativas del comportamiento individual y colectivo en la veintena de partidos jugados. Victorias ante rivales menores en algunos encuentros con fines meramente recaudatorios plantaron la base, pero cuando Colombia, Brasil e incluso Paraguay o Venezuela estuvieron enfrente, la estructura crujió y las costuras salieron a la superficie.

De la ventana FIFA reciente pueden darse miradas múltiples. En el plano individual, Alario y Ocampos aprovecharon sus chances, Acuña confirmó que siempre vigoriza con su presencia, Marchesín se proyecta como la tercera posición entre Armani y Andrada aún con su complicidad en el gol ecuatoriano y Nicolás Domínguez es la dinámica con llegada que el fútbol moderno reclama y que el Vélez de Heinze sabe cómo trabajar para exponer ante el mundo. Del mismo modo Rojo se vincula más con un pasado repleto de emociones que con este presente flaco de juego y continuidad y Correa deberá esperar otra chance en la que no pague el precio del fallido plan de juego diagramado para enfrentar en el arranque a Alemania.

Los amistosos invitan a analizar rendimientos más que resultados, pero además obligan a medir fuerzas en función de las que se tengan como oposición. Argentina supo cómo hacerle media docena de goles a Ecuador en una buena exhibición de contundencia, pero será un error grosero no reconocer la debilidad del rival con un presente, que en el concierto futbolístico sudamericano lo ubica solo por encima de Bolivia, y que aún con todas esas debilidades será otro rival en la altura de Quito en el contexto de las eliminatorias. El partido ante Alemania por su carácter de encuentro excepcional (por diseño de competencias cada vez será más complejo jugar ante selecciones europeas), es el que estimula a revisar el funcionamiento si se quiere sacar conclusiones más profundas.

De ese primer tiempo en el que sonaron todas las alarmas se desprende una idea central. Si Paredes definitivamente es el jugador "fetiche" del ciclo, será imprescindible dotar al equipo de un funcionamiento que lo proteja ante rivales que presionen cuando pierden la pelota y atraviesen con gran velocidad y precisión la mitad del campo cuando disponen de la bola. Es legítimo pensar a la primera fase de la gestación del juego con un jugador de esas características y pensar los partidos desde la tenencia, pero sin apoyos la valentía se volverá ingenuidad y la osadía suicidio.

Es verdad que ya nadie juega con el viejo mediocampista cuya única función es la marca, tanto como que ese mediocentro además de buen juego tiene control posicional de ese espacio sensible del campo. Por citar solo algunos ejemplos, N´Goló Kanté, Casemiro, Busquets, Kimmich, Verrati, Witsel, Jorginho, Henderson, Fabinho, todos completan el formulario con la doble función en los mejores seleccionados o equipos del mundo. Hace falta una estructura colectiva muy sólida para soportar y sostener esa idea definida. Los germanos anotaron dos goles pero la diferencia en el juego, se insiste que es eso lo que se debe mirar, fue enorme. De un lado un plan definido y bien ejecutado y del otro escaso sostén colectivo con el lógico desorden de las individualidades. Las correcciones con los cambios, la buena disponibilidad de los ingresados y cierto contagio colectivo, sumado a la caída de tensión rival, cambiaron el rendimiento y el score. Valió la experiencia si se la usa para crecer. Se gana o se aprende, y a veces no hace falta una derrota para sacar conclusiones.

Montiel y Martinez Quarta, pero sobre todo Palacios, ocuparán casilleros que en la actualidad tienen un signo de pregunta. Su jerarquía indudable puede darle al equipo algo de esa seguridad defensiva que aún escasea, pero definir una idea y plasmarla con funcionamiento será el mejor soporte para terminar de consolidar las ideas de un entrenador que ya dejó de tener el cartel de "interino" y que por ende debe ser evaluado en consecuencia. Messi se insertará como la frutilla sobre el postre y Agüero como el faro en el que deberá mirarse Lautaro Martínez para luego tomar su legado.

Asumir la ausencia de jugadores de excepción salvo los casos conocidos, es una buena manera de entender el lugar en el que el fútbol argentino está posicionado en el concierto futbolístico. Acertar en el diagnóstico también. Ni el triunfalismo ni el pesimismo en exceso deberán marcar el camino, pero así como encandilarse con algunos resultados puede aparecer como una lógica aunque errada lectura, remarcar los errores a corregir lejos de poner palos en la rueda, debería ser tomado como imprescindibles llamados de atención.

Solo dos partidos separan al seleccionado del inicio de las eliminatorias. Se acabó el tiempo para tubos de ensayo y banco de pruebas. El futuro ya llegó y obliga a dar la talla.