Rusia y Arabia Saudí como en la primera cita

Alexander Golovin dispara para marcar el quinto tanto de Rusia contra Arabia Saudí en el partido inaugural del Mundial 2018. (AP Photo/Victor Caivano)
Alexander Golovin dispara para marcar el quinto tanto de Rusia contra Arabia Saudí en el partido inaugural del Mundial 2018. (AP Photo/Victor Caivano)

El primer partido del Mundial me recordó a mis primeras citas. Rusia y Arabia Saudí se comportaron igual que yo en aquellas noches felices que aparecían de vez en cuando. Se sentaron a la mesa animosos pero con el corazón desbocado. Como desentrenados. Pañuelo en mano para tratar de frenar el Nilo que te cruza la frente y en realidad es una invisible gota de sudor. Repartiendo sonrisas encantadoras y muecas extrañas a partes iguales. Por cada frase afortunada dos veces que tiraron los cubiertos al suelo. De esa primera cita marcada por el peso de las expectativas, puro terremoto sentimental, salieron felices los rusos. Golearon a una floja Arabia Saudí y ya tienen una bonita historia que contar a su gente.

Las previas antes de un partido son como las fotos de Tinder. Todos los equipos tienen un perfil bonito hasta que te los encuentras de frente. Rusia llegaba como siempre llega, envuelta en desgracias e improvisaciones locas (la llamada al retirado Ignashevich como medida de todo) pero acabó dando la talla. En el conjunto árabe que rumiará una goleada en su primera noche rusa juega un tipo al que apodan el Modric saudí.

El partido, pobre de técnica, avanzó entre tartamudeos y algún ramalazo de genio, pero Rusia fue capaz de serenarse pronto gracias al talento de Gazinsky, Golovin y Cherishev. El equilibrio, la clase y el gol. El mediocentro del Krasnodar barrió con inteligencia cada metro, el jugador del Villarreal se marchó con un buen doblete y el centrocampista del CSKA bordó el fútbol por ambas bandas. No es que Rusia fuese gran cosa pero sí demasiada para la bisoña Arabia de Juan Antonio Pizzi.

De estos tres me encantó Aleksandr Golovin. El centrocampista del CSKA de Moscú reúne todas las condiciones para atraer el foco como una bombilla a las moscas en verano. Tiene 22 años y derrocha elegancia la zona donde se cuece el fútbol. Y después está su biografía. En estos tiempos de saturación informativa puede parecer irrelevante pero es que Golovin nació en la remota Siberia. ¡Un diamante siberiano! Eso debería ser suficiente para disparar la imaginación de cualquier aficionado nacido en los ochenta. Además hoy demostró con creces su talento. Con permiso de Cheryshev, fue el hombre que rompió el partido regalando dos goles y anotando otro con un tiro libre sensacional.

Qué decir de Arabia, la otra parte invitada a la mesa. Fueron una bomba de relojería para sí mismos. Superados por el compromiso, jamás pudieron mostrar sus mejores virtudes. El de Pizzi fue un equipo demasiado largo y desorganizado en la marca. Incapaces de competir en el cuerpo a cuerpo contra los rusos, su defensa hizo aguas en cada envite del rival. Sin embargo, Durante algunos tramos de la segunda mitad supieron organizarse en torno a la pelota, su especialidad, e hilaron un puñado de minutos decentes. Se mostraron ahí interesantes y a ese espejismo deben agarrarse para competir con dignidad hasta el final. Para volver a intentarlo en la asegunda cita.

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