Así podrían librarse los deportistas rusos de la sanción sin competir en los Juegos Olímpicos

El presidente ruso Vladimir Putin ante una bandera olímpica.
El presidente ruso Vladimir Putin dando un discurso ante una bandera olímpica. Foto: Shamil Zhumatov/POOL/AFP via Getty Images.

Pocos países hay en el mundo con la relevancia y la trascendencia internacional de Rusia en el ámbito deportivo. La nación más extensa del mundo es también una de las más pobladas, con cerca de 150 millones de habitantes. Semejante poderío demográfico, unido al hecho de social y culturamente la práctica de todo tipo de actividades físicas siempre se ha fomentado mucho bajo los distintos regímenes que ha tenido el país en el último siglo, convierten al coloso eslavo en una superpotencia.

Por eso la noticia que acabamos de conocer de que la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) ha decidido apartar a Rusia de todas las competiciones globales durante cuatro años como castigo por la trama institucional de dopaje ha caído como un terremoto. Las consecuencias son imprevisibles, ya que, con citas de importancia extrema como los Juegos Olímpicos a la vuelta de la esquina, muchísimos grandes campeones se podrían quedar fuera y dejar el camino despejado para que hubiera revoluciones pocas veces vistas en el orden establecido.

Sin embargo, hay recursos para evitar el desastre. La principal esperanza es el concepto de “bandera neutral”; el Comité Olímpico Internacional permite, bajo circunstancias determinadas, que atletas procedentes de países con algún impedimento (bien no estar reconocidos, bien haber sido suspendidos) compitan de forma “independiente”, sin distintivos de sus lugares de origen.

Aunque ha habido más, el precedente inmediato de más relevancia lo tenemos precisamente en los Juegos Olímpicos de Invierno disputados el año pasado en PyeongChang, en Corea del Sur. El Comité Olímpico Ruso estaba suspendido, precisamente debido a este mismo escándalo de dopaje, pero había hasta 168 deportistas “limpios”, que cumplían los requisitos establecidos. Se les permitió participar a condición de que formaran un equipo nuevo, denominado “Atletas Olímpicos de Rusia”, en el que no se viera por ninguna parte la bandera tricolor rusa (en su lugar ondeaban los aros olímpicos) ni llevaran la ropa oficial de su selección ni sonara el himno nacional en caso de ganar algo. Y sí que ganaron; sin ir más lejos, los chicos del hockey sobre hielo fueron campeones, igual que Alina Zaguitova en patinaje artístico.

El caso de esta selección de hockey demuestra que, técnicamente, existe la posibilidad de que no solo deportistas individuales, sino equipos compitan bajo bandera neutral. Esto, en principio, podría abrir las puertas a la selección nacional de fútbol para participar (si se clasificara) en el Mundial de 2022 que se disputará en Catar, aunque todo dependería de las decisiones que tomara al respecto la FIFA, que aún no se ha pronunciado. En principio, a falta de otros movimientos, ahora mismo Rusia está fuera. Eso sí, en la próxima Eurocopa, el verano que viene, sí que podrá participar, ya que la organiza la UEFA, quien considera que no es una competición global, sino regional, y por tanto la sanción no se aplica. Lo mismo ocurre con los clubes rusos, que (salvo cambio repentino e inesperado) podrán permanecer en la Champions y en la Europa League.

En cuanto a los Juegos Olímpicos, puede que algunos consideren un ultraje a la bandera el hecho de no competir con los colores patrios, pero probablemente la mayoría lo acabe aceptando como mal menor. Porque tampoco es la primera vez que ocurre. Poca gente se enteró, pero ya en Río 2016 los deportistas de Kuwait tuvieron que acudir como independientes debido a que, por injerencias gubernamentales, su Comité nacional estaba inhabilitado. Eso no les impidió llevarse un oro y una plata en la competición de tiro. Si echamos la vista atrás en el tiempo, el precedente más antiguo es Barcelona 1992, cuando los representantes de la antigua Yugoslavia, entonces en plena guerra, acudieron haciéndose llamar “Participantes Olímpicos Independientes”.

El principal problema para Rusia en este sentido es que, como la AMA entiende que el sistema de dopaje está instaurado como política de Estado, son los atletas los que deben ir demostrando, de manera individual, que no forman parte de ella y que están limpios. En PyeongChang, la propia AMA y el COI organizaron un comité encargado de ir aprobando, uno a uno, a los interesados en acudir. En otros casos (campeonatos mundiales, por ejemplo) fueron las federaciones de las diferentes disciplinas las que establecieron sus propios mecanismos para permitir o no la participación a los rusos, aunque siempre sin su bandera.

En cualquier caso, Rusia todavía dispone de 21 días para presentar un recurso ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) contra la decisión de la Agencia. No obstante, teniendo en cuenta que llevamos desde 2011 con problemas en materia de dopaje relacionados con este país, parece poco probable que las apelaciones prosperen. Y más teniendo en cuenta que la motivación principal tras el castigo de hoy es que Moscú presentó fuera de plazo algunos documentos... y que además, mostraban signos de haber sido manipulados.

Para hacernos una idea del impacto que una noticia así tiene en el deporte mundial, basta recordar el medallero de Río 2016, en el que Rusia fue ni más ni menos que cuarta, solo por detrás de Estados Unidos, el Reino Unido y China. Los europeos orientales lograron 19 medallas de oro, 56 en total, y eso teniendo en cuenta que selecciones enteras o casi enteras, como las de atletismo, halterofilia y remo, quedaron excluidas. Hay disciplinas, como la natación sincronizada o la gimnasia rítmica, donde su dominio es incontestable desde hace ya tiempo.

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