River ganó el juego de ajedrez, rompió dos largas rachas y se instaló donde más le gusta: en la zona de definición de la Copa Libertadores

River celebra el segundo gol de Braian Romero, la figura de la noche ante Argentinos.
LA NACION/Mauro Alfieri

Si los 18 goles en 18 partidos internacionales que había marcado en Defensa y Justicia en el último año no eran carta de presentación suficiente, Braian Romero se encargó de demostrar en solo 180 minutos por qué Marcelo Gallardo lo eligió sin dudarlo para reemplazar a Rafael Borré en su nuevo River. A la asistencia que le había dado a Matías Suárez en el partido de ida, ayer en La Paternal le sumó una actuación para el recuerdo. A pura potencia e inteligencia, el delantero de 30 años fue el gran artífice de la clasificación a los cuartos de final: construyó con su jerarquía el 1-0 y estampó el 2-0 para empezar a construir un maridaje prometedor con Suárez, su compañía que parece ser ideal para el ataque. Una noche soñada en la que todo salió como se pensó.

En la etapa inicial, a los 34 minutos, Romero aprovechó el primer traspié de una férrea defensa del local con su presión habitual. Tras un pelotazo largo de David Martínez en una salida rápida, el nuevo número 19 presionó a Kevin MacAllister, ensució la acción y Suárez le ganó la posición a Miguel Torrén para puntear la pelota de espaldas. Ahí, cuando la jugada se desvanecía, el flamante refuerzo millonario aprovechó el resbalón de Quintana, se llevó la posesión, se acomodó y sacó un derechazo al ángulo desde la medialuna del área. Un golazo de Romero a lo Romero.

Romero y Suárez, la nueva dupla de ataque que disfruta River.
LA NACION/Mauro Alfieri


Romero y Suárez, la nueva dupla de ataque que disfruta River. (LA NACION/Mauro Alfieri/)

Previamente, en el primer cuarto de hora, ya había mostrado su presencia en el área con un cabezazo en un córner que se fue muy cerca. Y durante todo el partido se mostró como opción, volviendo a presentar sus credenciales: se esfuerza al máximo para ser el primer defensor, tira diagonales para mostrarse de forma constante, presiona a los rivales con inteligencia, aprovecha su velocidad con y sin la pelota y pivotea si el equipo lo necesita. Además, en el segundo tiempo, reconfirmó su cuota goleadora: a los ocho minutos, Suárez lo volvió a asistir con un pase hacia adentro para dejarlo en soledad y establecer el 2-0 final.

“La clave va a ser la eficacia”, había anticipado el Muñeco en la previa. Y la fría y ventosa noche en el Estadio Diego Armando Maradona confirmó su teoría. En una serie muy pareja, River fue más efectivo que Argentinos Juniors y pegó en los momentos justos aprovechando los errores del rival. A eso, le sumó el temple habitual en los momentos cúlmines y sumó tramos en los que pudo desplegar parte del repertorio de su juego característico.

Se disputó un “partido clásico de Copa”, como suele decir Gallardo. Friccionado, charlado, con pocos espacios, mucha intensidad y algunos momentos más aislados que constantes de entretenimiento. Los dos equipos mostraron sus armas y apostaron por la constante dinámica para jugar cada pelota como si fuese la última. Por momentos, el equipo de Milito se tornó insoportable para el de Gallardo por su marca indeleble: traba, mete, muerde y deja el alma en cada jugada hasta el pitazo final.

David Martínez forcejea con Gabriel Ávalos: fue un partido de pierna fuerte.
LA NACION/Mauro Alfieri


David Martínez forcejea con Gabriel Ávalos: fue un partido de pierna fuerte. (LA NACION/Mauro Alfieri/)

Para romper con la paridad, Gallardo volvió a sorprender con la formación y dispuso tres cambios respecto al equipo de ida. Fabrizio Angileri entró por Milton Casco en un cambio que se preveía, pero además apostó por el ingreso de Bruno Zuculini por Agustín Palavecino y de Jorge Carrascal por Julián Álvarez. Así, optó por un 4-1-3-2 con Enzo Pérez de referencia en el eje y dejó atrás el 4-3-3 que usó en la ida para contrarrestar con otras variantes el 3-4-3 de Argentinos que se transforma en un 5-4-1 para defender.

La idea estaba clara. Su equipo necesitaba mostrar otra cara después de lo que habían sido los apáticos 45 minutos del segundo tiempo en la da en el Monumental con el Bicho volcado a ocupar espacios, cerrar caminos e impedir el avance del Millonario. Por eso, pobló el mediocampo con otro futbolista intenso como Zuculini para darle otra dinámica al movimiento de la pelota y también aportarle una rueda de auxilio a Enzo Pérez para marcar y recuperar. Además, ubicó a De La Cruz y Carrascal recostados por los costados y limitó las proyecciones de Elías Gómez y Jonathan Sandoval, quienes habían sido las figuras y un dolor de cabeza en el primer cruce. Los dos carrileros locales no pudieron salir a cruzar constantemente las salidas de Gonzalo Montiel y Fabrizio Angileri por las bandas.

Gallardo aplaude: su River, otra vez en instancias decisivas de la Libertadores.
LA NACION/Mauro Alfieri


Gallardo aplaude: su River, otra vez en instancias decisivas de la Libertadores. (LA NACION/Mauro Alfieri/)

Se trató de un juego de ajedrez con mucha interacción adentro y afuera. Todo se habló. De principio a fin. En la cancha y en las tribunas. A pesar de ser sin público por las restricciones sanitarias, la cercanía del campo con la platea se hizo sentir con constantes gritos, reclamos, pedidos y aplausos. “¿Es con público hoy, che?”, gritó un futbolista millonario desde la tribuna baja y recibió insultos y protestas desde la delegación del Bicho. El cruce de vuelta de los octavos de final se vivió como una final. Y los de Núñez volvieron a demostrar por qué se sostienen en los primeros planos internacionales desde hace siete años: en siete ediciones de Libertadores con Gallardo, en seis logró superar esta instancia.

River llevaba más de 23 años sin ganar como visitante en Argentina por Copa Libertadores con 13 encuentros en su racha más extensa en la historia por países: la última vez había sido el 3-1 a Colón en Santa Fe por los cuartos de final de 1998. Además, no había podido derrotar a Argentinos en cuatro encuentros en la Copa entre la edición de 1986 y la actual. Anoche, rompió dos rachas de una en La Paternal. Demostró que todavía sabe cómo cambiar y reaccionar a tiempo para dar la talla. Y será, además, el único equipo argentino en cuartos de final en el torneo que mejor juega y más le gusta.

Lo mejor del partido