River convirtió Lima en un desborde de pasión: la fiesta de la llegada y los primeros pasos

LIMA.- "Ser la mejor hinchada nos une. Seamos buenos anfitriones". La frase saborea un enorme cartel luminoso de una clásica bebida gaseosa doméstica. El tráfico es el de siempre: un suplicio. La simpatía es natural: traspasa el tiempo. Son las 17.43 en una sombría y fresca Lima: acaba de aterrizar el campeón de América, el que quiere volver a ser. "Vamos a hacer lo posible por volver todos felices", se presenta en sociedad Javier Pinola y resume el mundo River: la final ya empezó a jugarse.

La delegación millonaria descansa, luego de la efervescencia del calor del público desde Buenos Aires hasta Perú, en un pequeño paraíso limeño. San Isidro es un barrio distinguido, luminoso. La gente, a veces, mira desde arriba. Es el centro financiero y uno de los núcleos más pintorescos por sus áreas verdes y sus exclusivos barrios residenciales. Está habitado por familias de un nivel socioeconómico alto y lo rodea hoteles de lujo y exclusivas tiendas de moda y restaurantes. Centros comerciales, galerías de arte, cafés y casinos: hay, casi, casi, uno cada cinco cuadras.

Y en las puertas del hotel, decenas de hinchas, cánticos y esperanza. El vallado colapsa, la seguridad parece militar. Sin embargo, no hay comparación: por cada hincha de River, hay al menos cuatro o cinco fanáticos de Flamengo. Pero los millonarios se hacen sentir, a toda hora, también en Miraflores, en donde este viernes habrá un banderazo, esa liturgia que se paseó por Japón y Emiratos Árabes Unidos.

River no vino en modo turista: hoy se entrenará a la tarde en el estadio de Alianza Lima, en el populoso barrio Matute. Habrá un nuevo ensayo defensivo -¿de verdad Gallardo va a disponer de una defensa de cinco hombres, para contrarrestar el poderío de Flamengo, que solo en el Brasileirao en 34 partidos marcó 73 goles?- y la ansiedad irá en aumento. En las pocas horas libres, para descomprimir, podrá contemplar el Parque El Olivar, un bosque de la época colonial, declarado Monumento Histórico en 1959, que se convirtió en un parque ideal para un rato al aire libre.

Declinar Santiago y aferrarse a una sede de una convulsionada América del Sur no fue fácil. Perú no está ajeno a los conflictos sociales y políticos, pero en las últimas semanas se vive una tensa calma, motivada por el éxito económico -solventado por la minería y el turismo- y alejada de la ebullición de Chile, Bolivia, Ecuador o Venezuela, por ejemplo. Sin embargo, la imagen de Martín Vizcarra bajó considerablemente. El presidente, en septiembre pasado, disolvió el Congreso, en una medida que causó un fuerte impacto. En enero, habrá elecciones para la renovación de esas bancas. Pero no escapa al destino de los últimos presidentes peruanos: todos caídos en desgracia, acusados por actos de corrupción.

El mandatario asumió la presidencia tras la renuncia del banquero Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018) por el escándalo de corrupción de la constructora brasileña Odebrecht. Durante largos años, Perú fue un oasis de estabilidad en Latinoamérica. Entre los acusados figuran dos alcaldes de Lima, legisladores y expresidentes, como Ollanta Humala, Alejandro Toledo y Alan García, que en abril pasado se suicidó.

River está ajeno a las desventuras políticas de un país que siempre admiró al fútbol argentino. El equipo millonario siente esa simpatía. La primera final única de la historia se jugará en el estadio de Universitario, este sábado, a las 17 de nuestro país. "Y Universitario es como si fuera River, Alianza Lima es Boca. Por eso, van a sentir el cariño de los peruanos. Nosotros le agradecemos que nos dieron a Ricardo Gareca. ¡Lo queremos de presidente!", se entusiasma Rubén Colan, un empresario de 61 años. El conjunto que dirige Marcelo Gallardo lo vivió en carne propia en el aeropuerto, con varios peruanos con la camiseta del campeón de América.

Son las 22.10, River relaja las piernas, mientras afuera hay clima de campeón. "Hay que jugarlo con el corazón caliente y la cabeza fría", resume Nacho Fernández. Ahora, busca ganar por primera vez el bicampeonato ante un adversario brasileño, todo un símbolo de los nuevos gloriosos tiempos. Casi, casi, seis temporadas de una serie exitosa.