Por qué la regla de los 5 cambios favorece que el pez grande engulla al pequeño

MADRID, SPAIN - MARCH 01: (BILD ZEITUNG OUT) Luka Modric of Real Madrid substitutes Isco Alarcon of Real Madrid  during the Liga match between Real Madrid CF and FC Barcelona at Estadio Santiago Bernabeu on March 1, 2020 in Madrid, Spain. (Photo by Alejandro Rios/DeFodi Images via Getty Images)
Luka Modric sustituye a Isco Alarcón durante un partido de esta temporada. (Foto Alejandro Rios/DeFodi Images via Getty Images)

Circunstancias excepcionales requieren medidas excepcionales. No es un dicho vacío ni un brindis al Sol. Por ello se entiende que dar cabida temporalmente a la regla de los cinco cambios tras unos meses de parón donde los futbolistas habían perdido la forma física, el ritmo competitivo y se adentraban en un terreno desconocido era una opción válida. Sin embargo, ampliar una norma que descaradamente dibuja sobre el tapete una ventaja sideral para los equipos grandes respecto a los conjuntos más modestos de la categoría solo hace que aumentar la brecha entre dos clases sociales que ya estaban separadas previamente.

Se podría argumentar que la decisión se sustenta en la salud física de los futbolistas y pretende fortalecer las competiciones que adopten esta regla. Una afirmación de marcador carácter publicitario, cuando uno comprueba que lo que de verdad exprime al máximo el vigor de los protagonistas de este deporte y perjudica al juego es un calendario excesivamente saturado de partidos. El Mundial invernal de Qatar, la Supercopa de España en Arabia Saudí, la Liga de Naciones, las giras internacionales en pretemporada o los amistosos de selecciones a miles de kilómetros de casa.

Lo cierto es que el dinero acumulado en el bolsillo pasa a primera plana y pesa más que el bienestar del deportista. A mayor número de partidos, más ingresos en una rueda que nunca termina de girar y se retroalimenta. Estrujar la gallina de los huevos de oro en nombre de la salud del deportista tan solo es un trampantojo, una argucia utilizada con la intención de seguir tensando la cuerda para no modificar una situación que pide a gritos una reestructuración de las fechas.

Algunos optimistas podrían pensar que al introducir definitivamente esta posibilidad, los equipos grandes apostarán por los jóvenes. Nada más lejos de la realidad, solo hará que reforzar las plantillas de los transatlánticos que puedan permitirse contar con un buen puñado de internacionales en comparación a unos conjuntos que tienden a deteriorar su conjunto desde el momento en que sustituyen a más de dos o tres futbolistas. La profundidad de banquillo, como la que tienen actualmente Real Madrid y Atlético de Madrid o la que debería tener el Barça si no hubiese diseñado la plantilla con los ojos cerrados, actuará de multiplicador de unas diferencias que ya existían en el campo.

La insistencia en reinventar un deporte que ya era divertido por sus propias particularidades está perjudicando al mismo irremediablemente. Las pausas de hidratación, los interminables minutos de uso del VAR para que luego se acabe aplicando con diferentes criterios y la regla de las cinco sustituciones ha inducido a cortar el ritmo del partido y con ello, a desvirtuar el espectáculo en el nombre del cual se basan para dar cabida a estas medidas. En lugar de dar espacio a la flexibilidad táctica y a los cambios de rumbo de los técnicos, las segundas partes se han convertido en un cambalache de fútbol de bajo nivel en el que se corta el ritmo de partido.

En definitiva y al ampliar la norma, la sensación que uno extrae de la norma es que volveremos a vivir un calendario rebosante de partidos cada dos o tres días donde los ingresos volverán a prevalecer por encima de la salud de los futbolistas. Algo que entronca con un discurso demasiado manido y que pocos deberían creerse atendiendo a los hechos. Especialmente si no se incluye algún tipo de limitación como que dos de los cinco cambios deban ser jugadores sub23 o canteranos con el objetivo de igualar las fuerzas.

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