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Una refriega de ascenso, el gol a los ingleses y el homenaje que más habría disfrutado Maradona

El árbitro Franco Acita aplaude durante el minuto de homenaje a Diego Maradona por el aniversario número 35 del gol a Inglaterra en México 1986.
Julián Bongiovani

Cientos de homenajes hubo. Ediciones memorables del derrotero sobrehumano de Diego Maradona en el Azteca. Fueron remasterizados los videos gastados de tanto repetir la cinta original. Hablaron los testigos directos. Sus compañeros, sus rivales, el público y los periodistas. También lo contaron los que no estuvieron pero lo siguieron por un televisor. Volúmenes fueron escritos de su corrida celestial. Y hasta los que aún no habían nacido el 22 de junio de 1986 pero aprendieron por medio de sus mayores que nadie había hecho –ni hizo– algo semejante. Jamás.

Esta tarde, también, miles de nostálgicos se asomaron por las ventanas o salieron a los balcones para gritar hasta lastimar gargantas en busca de una emoción que no sienten desde hace 35 años. Ese 2 a 1 sobre Inglaterra en México 86 que supo encapsular en un Aleph futbolero muchas de las virtudes y defectos que conforman la identidad argentina.

El homenaje al gol de Maradona, en Colegiales vs. Flandria

Sin embargo, es muy posible que Diego Maradona, el rebelde, el desafiante, hubiera elegido como el mejor de todos los homenajes de este martes ese minuto de aplausos que los jugadores le dieron en las canchas del ascenso, mientras el relato emocionado de Víctor Hugo Morales tronaba distorsionado desde los megáfonos de la voz del estadio. ¿Qué no se entendió mucho en esos aparatos viejos y oxidados? No hizo falta. Cada uno de los presentes conoce la lírica de memoria.

Por sus orígenes, es probable que Maradona sintiera que lo representan mejor esas canchas gastadas y de césped amarillento, con tribunas pegadas a la raya de cal y árboles asomando detrás de plateas bajas. Le hubiera gustado, eso sí, que la gente pudiera poblar esos estadios, desnudos por la pandemia. Para abrazarlo en el agradecimiento. Para sentirse tan querido otra vez. Como aquella vez.

También podría haber ocurrido que Maradona disfrutara con una carcajada el hecho de que la detención del partido entre Colegiales y Flandria, que debía ser puntualmente a las 16.09, la hora en la que marcó su segundo tanto ante los ingleses, tuviera que demorarse hasta las 16.10. Porque el árbitro Franco Acita tuvo que esforzarse para desanudar el entrevero en el que se metieron Santiago Camacho, del local, y Francisco Solé. Todo por un repiqueteo de piernas severas en el centro del campo, algún manotazo desubicado y el recuerdo indecoroso de anatomías familiares. Incluso cuando ya estaba en marcha el homenaje, algunos seguían protestando desde los bancos de suplentes por la refriega. Por eso el juez tuvo que explicarles la razón de la detención del partido. Con las dos manos abiertas les aclaraba y pedía respeto: “el Diez”.

Ese contraste mismo le hubiera quitado una sonrisa: la mayor gesta de la historia futbolística de nuestro país y el cruce picante entre Colegiales y Flandria. Y diría, seguro, que en los genes del futbolista argentino la misma pasión habita en una cosa o en la otra. Aunque todos sepan que no debería haber manera de relacionarlos.

Porque hay que ser claros. De aquí no saldrá una historia cinematográfica de esas que terminan con el joven esforzado alzando la Copa del Mundo. Para nada. Esta es una historia común. De ese guión solo se garantiza la parte del sacrificio.

Algunos soñaran con ser Maradona, puede ser. Aunque estos futbolistas no habían nacido cuando Maradona ponía de pie a un país confundido, que mezclaba guerras y fútbol en busca de una alegría. Tiempos en los que, por desconocida, la libertad de la primavera alfonsinista se transitaba con la timidez y desenfreno por igual.

El ascenso homenajeó a Maradona a 35 años del mejor gol de la historia del fútbol argentino; en este caso, en Colegiales vs. Flandria.
Julián Bongiovani


El ascenso homenajeó a Maradona a 35 años del mejor gol de la historia del fútbol argentino; en este caso, en Colegiales vs. Flandria. (Julián Bongiovani/)

Camacho y Franco Tisera podrán contarles a sus nietos que en una tarde de invierno de 2021 portaron la camiseta número 10 el día que partido se paró para homenajear al 10. Que había una bandera con la cara de Maradona y la Copa del Mundo. Que había otra con la cara del Che Guevara y con el mapa de las Islas Malvinas (¿casualmente?) Que estaba, también, la de siempre, la de “La Banda del Cole”.

Seguramente, para ese entonces, nadie recordará que Colegiales ganó por 2 a 0, con goles de Fabricio Palma y Enzo Serrano. Pero sí sabrán la fecha exacta con facilidad. Por la oración más corta que no merece explicación alguna, que es capaz de contar una historia interminable en siete palabras: “El gol de Diego a los ingleses”. El centro de todas las referencias. Y en el primer aniversario sin él. Distinto por eso, pero que no se olvidará. Jamás.