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Si queréis salvar el fútbol, volved al carrusel de los domingos

MADRID, SPAIN - MAY 16: Luis Suarez of Atletico Madrid celebrates after scoring their team's second goal with Yannick Ferreira Carrasco  during the La Liga Santander match between Atletico de Madrid and C.A. Osasuna at Estadio Wanda Metropolitano on May 16, 2021 in Madrid, Spain. Sporting stadiums around Spain remain under strict restrictions due to the Coronavirus Pandemic as Government social distancing laws prohibit fans inside venues resulting in games being played behind closed doors.  (Photo by Denis Doyle/Getty Images)
Photo by Denis Doyle/Getty Images

Yo sé que es imposible. Que La Liga necesita vender cada partido de forma individual y que nadie se contraprograma a sí mismo. Sé que es necesario que haya distintos horarios para enganchar a distintas audiencias de distintos países y sé que, además, en cierto modo, el fútbol español consigue así tener presencia informativa casi en cada minuto del fin de semana. Ahora bien, que sea imposible no quiere decir que no vaya a intentarlo: hay que volver a los carruseles de fin de semana. A la catarata de partidos programados a la misma hora que nos tiene durante noventa minutos con el corazón en un puño, un chute de adrenalina que nos retrotrae -al menos a los más viejos- a los tiempos más felices de nuestra juventud.

Reservar esta coincidencia de horarios exclusivamente a las últimas jornadas tendrá su lógica empresarial pero rompe con la lógica sentimental de muchas generaciones. ¿Cuántos se pasaron el domingo por la tarde pegados a la radio? ¿Cuánto tiempo hacía que no se asomaban al medio que marcó probablemente su infancia? ¿Qué sentido tiene hacer macroprogramas de siete, ocho, nueve horas a lo largo de los cuales solo puedes escuchar la narración de un partido de primera y otro de segunda al mismo tiempo? El fútbol, y con "el fútbol" me refiero a "el fútbol competitivo" era otra cosa e incluía un paisaje. Hemos arrasado con el paisaje y hemos puesto un montón de torres. "Es que así ganamos más dinero". Estupendo, pero estáis prácticamente todos en quiebra.

En tiempos de atención dispersa, de inmediatez, el formato de noventa minutos a toda velocidad, se hace aún si cabe más atractivo. Puede que La Liga quiera lo contrario. Puede que La Liga quiera que languidezcas viendo un partido tras otro y así no caigas en otras tentaciones de ocio... Un Betis-Huesca. Y luego un Getafe-Levante. Y luego un Alavés-Granada. Y así, sucesivamente, de manera que nadie se levante de su sillón durante horas sin saber muy bien ni qué está viendo. Ahora bien, esos tres mismos partidos, juntos, en un contexto de competición brutal, de saber que cada gol en cada momento saca o mete a uno de esos equipos en la lucha por la permanencia, en la lucha por entrar en Europa... son más interesantes, y al ser más interesantes los partidos, son más interesantes los equipos, la competición, todo.

Estamos despiezando el fútbol español porque así entendemos que habrá más beneficio, pero perdemos el concepto como tal. Perdemos "la clasificación" como un todo. "La Liga" como un conjunto de veinte equipos y no diez parejas de dos cada fin de semana. Si muchos se engancharon ayer a los carruseles de las radios, a esos gritos inesperados de "gol" que no sabías de dónde venían, a ese código morse que atruena y te pone al borde del infarto porque no hay manera de saber de qué campo procede, tantos otros lo hicieron a las imágenes del "multifútbol". Pocas cosas hay más bellas en el mundo que el "multifútbol" de las últimas jornadas. El frenesí, el cambio de cámara, de estadio, de narrador. La conexión en la que suplicas que aparezca tu equipo con el balón y no el contrario, señal de que algo bueno está por pasar.

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Habrá quien considere que precisamente eso no es fútbol. Que el fútbol es algo más que los "highlights" y los goles. Entiendo el argumento. Ahora bien, si el fútbol como deporte, como juego, como materia de análisis requiere del visionado completo de cada jugada, su atractivo tendrá poco alcance en el futuro dentro de una cultura del espectáculo que, insisto, requiere una velocidad vertiginosa. El fútbol puede ser el análisis sosegado dentro del canal donde echan tal partido en cuestión (o su multidifusión) pero también puede ser el "totum revolutum" del pasado domingo o del próximo sábado. El ver el partido sabiendo que va a pasar algo, no ya algo bonito, interesante, tácticamente excelso. No. Algo que cambia tu vida, tu humor, tu tarde.

Algo como un gol de Nacho en San Mamés, un gol de Kubo en el Alfonso Pérez, un gol postrero de Luis Suárez en el Metropolitano. Algo heroico o con apariencia heroica. Algo que te deje con una sonrisa en la boca durante una semana. O, al contrario, algo terrible, algo que te condena como condena a tu equipo, algo que te hunde en la miseria pero al menos no te hunde solo, sino en compañía. Porque cuando todos nuestros equipos juegan a la vez, de alguna manera, todos los aficionados estamos juntos, todos cantamos y lloramos al mismo tiempo... y no sé si eso es comercial, pero al menos es bonito. Goles del Cádiz y goles de la Real Sociedad. Paradas de Herrera y paradas de Courtois.

Toda esta experiencia de unidad, junto a las preciosas imágenes de -¡por fin!- aficionados en las gradas de algunos estadios, nos devolvió a algo parecido al pasado que bien podría ser a la vez el futuro, la esperanza. Como espectadores, el mejor fin de semana en muchísimo tiempo. Como aficionados, bueno, eso dependerá de cómo le fue a cada uno en la partida. Hay que repetirlo. Y no solo dos veces al año, no tiene sentido. Vender un producto es vender un producto entero y confiar en que el todo valga más que las partes. Tal vez no siempre, pero sí suficientes veces. De lo contrario, no tienes un concesionario, tienes un desguace. Punto.

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