Las 5 razones por las que nos quedamos atrapados en relaciones tóxicas

Los lazos que nos sostienen, también nos atan. [Foto: Getty Images]
Los lazos que nos sostienen, también nos atan. [Foto: Getty Images]

Las relaciones interpersonales pueden ser nuestra mayor fuente de apoyo y alegría, pero también pueden convertirse en una fuente constante de conflictos y malestar. A fin de cuentas, los lazos que nos sostienen, también nos atan. Cuando esos lazos afectivos son muy fuertes, perdemos la perspectiva y la objetividad, por lo que no es fácil darse cuenta del mal rumbo que está tomando la relación. Por eso podemos terminar atrapados en relaciones dañinas que nos roban el bienestar.

¿Por qué mantenemos relaciones que nos hacen daño?

1. Jamás sin ti, el miedo a la soledad

Muchas personas temen a la soledad. El silencio les aterra. No imaginan una vida sin alguien a su lado. Esos temores se proyectan en sus decisiones relacionales: son menos selectivas a la hora de elegir pareja y se conforman con relaciones amorosas poco satisfactorias, como comprobó un estudio de la Universidad de Toronto.

En muchos casos ese miedo a la soledad emana del hábito. Tras años de convivencia, es comprensible que nos cueste imaginar una vida lejos de la persona que ha estado a nuestro lado, hasta el punto de llegar a sentirnos perdidos o desvalidos sin él/ella. Se ha generado una dependencia emocional de la que nos resulta difícil escapar. No nos damos cuenta de que todos nacimos enteros, no necesitamos una media naranja que nos complemente.

Sin embargo, el miedo a la soledad es una de las peores razones para aferrarnos a relaciones que han perdido su razón de ser o que incluso resultan dañinas. Mantener una relación únicamente porque la soledad se proyecta como una sombra amenazante e insoportable es el camino más directo hacia la insatisfacción vital permanente. Ninguna relación que se sustente en el miedo es plenamente satisfactoria y desarrolladora.

2. Amarnos poco, la baja autoestima

Aceptamos el amor que creemos merecer. Ni más ni menos. Por eso, las personas que tienen una baja autoestima son más propensas a permanecer en relaciones tóxicas. Según la Teoría del Intercambio Social, tenemos la tendencia a buscar relaciones que nos brinden más recompensas que angustias. Sin embargo, nuestra autoestima determina las expectativas que alimentamos acerca de la relación.

Un estudio realizado en la Universidad de Carolina del Norte comprobó que las personas que se perciben como más atractivas y tienen una autoestima más alta tienen estándares más elevados y esperan más de sus relaciones. En cambio, las personas con baja autoestima tienen expectativas más bajas acerca de sus relaciones y están dispuestas a entregar más y recibir menos.

Creer que no somos merecedores de amor y respeto nos condena a un bucle tóxico en el que, cuanto más nos lastimen, más disminuirá nuestra autoestima y menos nos atreveremos a buscar otras relaciones que puedan ser más satisfactorias. Empezamos a vivir en una profecía que se autocumple y nos va arrebatando poco a poco las esperanzas y la confianza en que podemos ser felices.

3. Poner el listón bajo, el pesimismo relacional

Cuando una relación se convierte en tóxica y comienza a generar más malestar que bienestar, es normal que más temprano que tarde comencemos a preguntarnos si vale la pena seguir adelante. Entonces comenzaremos a valorar alternativas a esa relación que nos permitan sentirnos mejor.

Si vislumbramos una alternativa mejor a la situación actual, es más probable que rompamos la relación. En cambio, si solo vislumbramos opciones peores, es más probable que nos aferremos a esa relación, aunque sea insatisfactoria. De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Ohio con más de 200 mujeres que mantenían relaciones abusivas reveló que quienes pensaban que no tenían muchas alternativas tenían más probabilidades de permanecer en una relación tóxica.

El problema es que la baja autoestima tiene tentáculos largos. La falta de amor hacia nosotros conduce a una visión pesimista que nos hará creer que no tenemos alternativas a la relación actual. Así nos aferramos a la toxicidad y caemos en un estado de indefensión aprendida que nos hace pensar que lo que tenemos - no importa cuán malo o insatisfactorio sea - es lo único a lo que podemos aspirar.

Aceptamos y buscamos el amor que creemos merecer. Ni más ni menos. [Foto: Getty Images]
Aceptamos y buscamos el amor que creemos merecer. Ni más ni menos. [Foto: Getty Images]

4. Inversión emocional en la relación, la aversión a la pérdida

Todos sufrimos una aversión a la pérdida. La ciencia ha descubierto que nuestra aversión a perder es dos veces más intensa que nuestro deseo de ganar. Cuando hemos invertido tiempo, recursos y/o esfuerzo en una relación, la aversión a la pérdida es tan intensa que puede llevarnos a tomar malas decisiones que acrecienten el daño y el dolor.

Un estudio realizado en la Universidad del Miño con más de 1.000 personas comprobó que invertir tiempo, esfuerzo y dinero en una relación de pareja nos hace más propensos a permanecer en ellas. Sin duda, tener una casa o hijos juntos, así como un proyecto de vida compartido, nos ata.

Por tanto, cuanto más hayamos invertido en una relación de pareja, más no lo pensaremos antes de cortar los lazos y más nos esforzaremos para intentar que funcione. Así podemos caer en un bucle tóxico que acreciente los conflictos, resentimientos y decepciones. La idea de que no debemos rendirnos juega en nuestra contra y nos impide darnos cuenta de que, cuando nos mantenemos en relaciones heridas de muerte, en vez de “recuperar” nuestra inversión emocional, solo conseguiremos perder más tranquilidad y estabilidad psicológica.

5. Una de cal y otra de arena, el apego ambivalente

Las decisiones que tomamos en nuestras relaciones suelen estar fuertemente influenciadas por las emociones. Rara vez son fruto de una deliberación racional. Por eso, una de las razones más fuertes que nos llevan a permanecer en relaciones tóxicas es precisamente el amor y el apego.

Una relación dañina no suele ser completamente tóxica, sino que brinda refuerzos intermitentes; o sea, las discusiones y humillaciones se alternan con atenciones y momentos de alegría o intimidad. Esos refuerzos inconsistentes suelen ser suficientes para alimentar el amor o la esperanza de que el otro cambie y atarnos a una relación que nos hace más mal que bien.

Cuando se establece esa dinámica, la alineación entre los componentes afectivos, cognitivos y comportamentales se rompe. Nos asaltan pensamientos negativos sobre la relación que nos alertan de que no es lo mejor para nosotros, pero en los momentos positivos volvemos a sentir amor y esperanza. Entonces se genera un conflicto ambivalente. Por una parte, somos conscientes de que la relación es dañina, pero por otra existe un fuerte vínculo afectivo que todavía nos ata. De hecho, se ha comprobado que solemos experimentar sentimientos ambivalentes por las personas más significativas de nuestra vida.

La prueba de las cinco “A” para detectar las relaciones tóxicas

Una relación debe proporcionarnos atención, afecto, aprecio, aprobación y aceptación. [Foto: Getty Images]
Una relación debe proporcionarnos atención, afecto, aprecio, aprobación y aceptación. [Foto: Getty Images]

Si no estamos completamente satisfechos con una relación y sospechamos que puede ser tóxica, podemos hacerla pasar por la “prueba de las cinco A” que propuso el psicoterapeuta David Richo.

Atención. ¿Nuestra pareja nos brinda suficiente atención? ¿Comparte con nosotros su tiempo, energía y esfuerzo? ¿Nos hace sentir que le importamos?

Afecto. ¿Nuestra pareja se mantiene atenta a nuestras necesidades? ¿Nos sentimos lo suficientemente amados? ¿Existe intimidad y cercanía emocional? ¿La relación genera sentimientos positivos de alegría, amabilidad y gratitud?

Aprecio. ¿Nuestra pareja aprecia lo suficiente nuestras cualidades positivas? ¿Se siente afortunada por tenernos en su vida? ¿Muestra gratitud y aprecio por lo que hacemos por él/ella?

Aprobación.¿Nuestra pareja nos anima a ser auténticos? ¿Nos permite expresar nuestros deseos, ideas o necesidades sin juicios, desprecio o burlas? ¿Nos sentimos lo suficientemente cómodos en la relación como para ser nosotros mismos?

Aceptación.¿Nuestra pareja nos acepta tal como somos, con nuestras virtudes y defectos? ¿Nos respeta? ¿Nos apoya, anima y valida emocionalmente cuando más lo necesitamos? ¿Sabemos que podemos contar con él/ella?

Una relación debe satisfacer nuestras necesidades emocionales y hacernos sentir especiales, queridos y respetados. Si una relación nos ahoga y somete, y tras varios intentos no hemos logrado ningún cambio positivo, lo más sensato sería explorar nuevos horizontes. En vez de aferrarnos a un vínculo tóxico, deberíamos considerar la posibilidad de dejar ir lo que nos está dañando.

Si durante mucho tiempo hemos sido una caja de resonancia del otro y estamos emocionalmente exhaustos, quizá ha llegado el momento de poner punto final o al menos poner un punto y aparte. Por supuesto, terminar una relación implica asumir algunos riesgos y la incertidumbre que se genera suele ser incómoda, pero atravesar ese “desierto” vale la pena porque más allá nos espera la paz interior y la felicidad.

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