La razón por la que Coutinho parece un nuevo jugador no es su musculatura
El rendimiento de Philippe Coutinho en estas tres primeras jornadas ligueras ha transformado la visión de una gran parte de la masa social azulgrana sobre el futbolista brasileño. Eléctrico en cada contacto con el balón. Veloz. Vertical. Dañino y agresivo en sus movimientos sin pelota. El mediapunta sudamericano es el principal encargado de revolucionar el ritmo de la jugada cuando el cuero viaja a campo contrario y se presenta como un recurso fantástico a la hora de multiplicar las amenazas ofensivas culés. La frescura mental y física que transmite está muy lejos de la apatía que padecía cuando se marchó cabizbajo del Camp Nou.
Que el Bayern de Múnich juega a un ritmo abrasador es tan cierto como que la mejora de Coutinho tiene muchas más aristas que la simple fortaleza física. Está más rápido, sí, pero la alegría que proyecta sobre el campo con Ronald Koeman en ataque no proviene tan solo de su estado físico, sino de su recuperación mental y de la autoconfianza que siente. En apenas una temporada, el brasileño ha pasado de ser un ser gris que deambulaba por el campo sin intervenir en el juego ni participar en la creación de ocasiones a brillar con luz propia y recuperar su aura de estrella.
En el apartado táctico, Koeman ha volado por los aires la cerradura de la jaula que mantenía preso a Coutinho en el sector izquierdo y le ha vuelto a entregar la frontal del área. Una decisión encaminada a desencadenar las virtudes de un jugador que, cuanto más libertad recibe, más genera. Sin ser un gestor del juego, el brasileño da continuidad a la circulación del balón si así lo pide la acción. Sin ser un atacante puro, siente el fútbol como un delantero.
Hablamos de un mediapunta que produce los suficientes goles y asistencias como para sumar dinamita a un equipo necesitado de perfiles versátiles en el último tercio. Y es que, cuando Coutinho recibe entre líneas a la espalda de los interiores y se gira, tarda muy pocos segundos en sacar ventajas de esa recepción, conectar con Ansu Fati y Leo Messi y generar ocasiones de gol. Esta temporada, además, está sumando profundidad por el carril exterior y una movilidad que desconcierta a los rivales.
¿Qué falló en la primera etapa? La primera razón fue el océano de expectativas que creó el propio club desde que el propio director deportivo culé, Robert Fernández, trajo a Coutinho para “hacer de Iniesta, no de delantero”. La segunda, la decisión de Ernesto Valverde de utilizarlo como un elemento puramente fijador, apartarlo del balcón del área y potenciar más la llegada de Jordi Alba que su libertad posicional. Y es que, si bien en su primera temporada como azulgrana no llegó a fluir en el modelo de juego, los 8 goles y 5 asistencias en 18 partidos contrastan con los 5 goles y 2 asistencias en 34 encuentros ligueros en la 2018/19.
El sudamericano dejó destellos de calidad en su primera etapa, pero nunca acabó por pesar lo suficiente de cara a incrementar las posibilidades ofensivas de un Barça carente de fantasía, colmillo y recursos tras la marcha de Neymar Júnior al PSG. Ahora, Coutinho vuelve a ser la acción ganadora de partidos y también la posibilidad de sortear la presión, desgranar el entramado defensivo a la espalda del rival y repartirse tareas ofensivas con Messi. Tan solo necesita que no lo desnaturalicen. Que juegue al fútbol como lo siente: sin estar atado a una posición. Él ya se encarga de poner el resto.