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Los españoles que no se alegran del triunfo de Rafa Nadal en Roland Garros

Rafa Nadal lamentándose de un fallo durante la final de Roland Garros.
Rafa Nadal durante la final de Roland Garros. Foto: Xinhua/Gao Jing via Getty Images.

La noticia deportiva del fin de semana, y probablemente de todo el mes (y no decimos “del año” porque estamos ya más que acostumbrados a que se repita una y otra vez) es la victoria de Rafael Nadal en la edición de 2020 de Roland Garros, tras derrotar en la final de París a Novak Djokovic. Ni más ni menos que trece son ya las ocasiones en las que el tenista mallorquín se ha proclamado campeón del Abierto de Francia. Toda España, ya sean aficionados al tenis o gente a quien este deporte les preocupa entre poco y nada, ha reconocido el éxito y se ha alegrado y enorgullecido de la hazaña de su compatriota.

¿Toda? Quizás nos hayamos precipitado. Habrá muchos a quienes les resulte inconcebible, pero dentro de su propio país hay una cierta cantidad de gente, por supuesto minoritaria pero en número suficiente para llamar la atención, que se muestra no ya indiferente, sino abiertamente hostil al competidor manacorí incluso en momentos de gloria como el actual. Si uno se pone a rebuscar en ese termómetro de la sociedad que son las redes sociales salen fácilmente unos cuantos ejemplos.

De hecho, los odiadores son capaces de encontrar abundantes motivos. El más burdo y tópico, por supuesto, es el de que “los deportistas ganan mucho dinero”. Se ve que no les parece bien que una persona que, en concepto de publicidad gracias a la relevancia de su figura, genera muchísimo más para sus patrocinadores, se lleve un premio de poco más de un millón y medio.

El tema económico es precisamente uno de los que más duele a cierto sector de la opinión pública. Sobre todo porque acusan a Nadal (y a prácticamente cualquier deportista de élite) de no pagar a Hacienda todo lo que le corresponde. En honor a la verdad sí que hay que reconocer que el tenista se ha encontrado alguna vez en dificultades por tener entramados fiscales para pagar menos de lo que le correspondería. En concreto, en 2012 se le obligó a cambiar su domicilio fiscal, que estaba ubicado en el País Vasco aprovechando la normativa autonómica ventajosa sobre el impuesto de sociedades mientras él seguía residiendo en su Mallorca natal. Desde entonces (que se sepa) su situación es totalmente regular.

¿Muy muy de derechas dice ahí? Lo cierto es que Nadal no acostumbra a meterse en política. Las pocas veces que se le recuerda haberse involucrado en el debate público han sido, en general, para mostrarse en contra de una hipotética independencia de Cataluña (asunto en el que coinciden gentes de ideología variada, y también hay discrepantes en cualquier sector del espectro). Sin embargo, algunas voces insisten en situarle en posiciones conservadoras y, a partir de ahí, convertirle en el enemigo cuyos méritos merecen minusvalorarse.

Luego hay también una fuente particularmente creativa de razones para sentir desprecio por Rafa Nadal: el fútbol. Porque más allá de lo que haga o deje de hacer con la raqueta, resulta que el sobrino de Miguel Ángel Nadal, quien fuera central del Barça y de la selección española durante los años ‘90, es seguidor confeso del Real Madrid, e incluso aspira a ser su presidente algún día. No son pocos los que (suponemos que en un tono más jocoso) consideran esto como una causa más que suficiente para desear su derrota, sobre todo entre los colectivos de aficionados más contrarios a lo blanco.

Aunque en el caso concreto de la final de ayer, hay que reconocer que lo tenían un poco difícil para elegir.

Hay un último grupo de “despreciadores” bastante peculiar, y que, quizás, en el fondo, sea el más respetable porque, al menos, tiene su argumentación y su razonamiento. Se trata de aficionados al tenis que, como tales, reconocen que Nadal es un jugador excelente. Pero, sin embargo, le consideran sobrevalorado porque la inmensa mayoría de sus éxitos han sido en la misma superficie: tierra batida. Opinan que las alabanzas a Nadal son desmesuradas porque sigue habiendo otros tenistas como Federer más grandes y completos que él.

De todo esto hay dos conclusiones que se pueden extraer. La primera, que la libertad de expresión ampara absolutamente todo tipo de opiniones. La segunda, que si ni siquiera una figura como la de Rafa Nadal es capaz de generar un consenso, es poco probable que jamás el pueblo español encuentre algo que le una.

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