Un año metidos en casa para que tú vayas a ver a Rafael Nadal para insultarle

MELBOURNE, AUSTRALIA - FEBRUARY 11: A fan yells out abuse at Rafael Nadal of Spain during his Men's Singles second round match against Michael Mmoh of the United States during day four of the 2021 Australian Open at Melbourne Park on February 11, 2021 in Melbourne, Australia. (Photo by Cameron Spencer/Getty Images)
Photo by Cameron Spencer/Getty Images

Un año encerrados en casa. En el mejor de los casos, algún respiro en forma de película de cine, obra de teatro, visita fugaz a la playa. Un año, en definitiva, sin poder ver un mísero espectáculo deportivo. Ni en España ni en media Europa ni en buena parte del mundo. Partidos con gradas pixeladas y sonido del FIFA, canchas de tenis vacías, pabellones NBA con no más de mil espectadores cuando hay suerte... El incidente de ayer de Rafa Nadal, cuando su partido se tuvo que parar durante unos minutos para desalojar a una aficionada borracha que no dejaba de insultarle e incluso le mostró una peineta con su dedo corazón, no habla tanto del tenis o del deporte como de la vida. La increíble capacidad para el egoísmo de algunas personas.

Aunque todos los focos se han puesto en el pobre Rafa -al que no le afectó nada la pantomima, afortunadamente-, yo no puedo dejar de pensar en los aficionados que tenemos que ver todo esto por televisión porque no nos queda otro remedio. No ya el Open de Australia, que los vuelos a Melbourne salen muy caros, sino cualquier competición, por pequeña que sea. Nosotros aquí, muertos de envidia porque los australianos pueden ir a ver a nuestros ídolos en directo (podían hasta este próximo fin de semana por un brote de Covid-19) y saborear el deporte profesional como hay que saborearlo, desde la pasión y el entusiasmo, y esta señora que va solo para emborracharse y montar el circo hasta que la expulsan.

El debate sobrepasa con mucho las etiquetas tradicionales del tenis. No es solo que en este deporte no se admitan tales o cuales conductas o que en el fútbol desde luego una peineta y unos cuantos insultos salgan gratis, es la oportunidad, el momento elegido. Los tenistas piden silencio pero conviven con el ruido, saben que alguien habrá hablando en algún lado y entre punto y punto algún exaltado les dirá alguna cosa. Ese es un debate que podemos abrir en otro momento, y aunque es cierto que la única competición que coqueteaba con la algarabía -la Copa Davis- ha sido sustituida por un formato bastante aséptico, también es verdad que en cuanto se vuelvan a servir cenas en la Arthur Ashe, el US Open volverá a ser un run-run constante de gente comiendo y bebiendo mientras el Djokovic de turno cruza un revés a dos manos. El tenis tiene fama de "blandito" pero hablamos del único deporte donde han acuchillado a una superestrella en la propia pista.

Si gastarse el dinero en insultar a alguien ya es de por sí discutible aunque sepamos que es una terapia muy utilizada en el mundo occidental, gastárselo en medio de una pandemia en que te expulsen de un recinto deportivo es de gente con muy pocas luces y muy poca conciencia de la situación mundial. Hace poco pasó algo parecido en un partido de la NBA: un grupo de niñas ricas con asientos de pie de pista en Atlanta se liaron a insultos con LeBron James. Al baloncestista le multaron con 25.000 euros porque la NBA es muy cuidadosa con ese tipo de ejemplos. A las señoritas y su séquito directamente los desalojaron del pabellón. Es inevitable que a uno le lleven los demonios en situaciones como estas.

Afortunadamente, este tipo de espectáculos acabarán quedando en anécdotas, tanto en Australia como en el resto del mundo. O eso esperamos. Tal vez estos primeros escarceos con la nueva normalidad nos presenten en realidad un nuevo tipo de público, un nuevo tipo de personas. Y no sabemos si, como se repite constantemente, "saldremos mejores de esto" o al revés, saldremos más desesperados. No sabemos si sabremos aprovechar la oportunidad de volver a los estadios y a los pabellones para disfrutar del deporte que nos apasione o para soltar toda la bilis y toda la rabia acumulada en meses y meses de enfermedad, muerte y restricciones. Como decía Alex Corretja en la retransmisión de Eurosport, lo de Nadal y la exaltada ebria no se había visto nunca antes. Habrá que ver qué más nos depara 2021...

En cuanto a los deportistas, en fin, ya digo que no creo que les afecte demasiado. Son profesionales y están a lo que están. Ayer mismo, Rafa se partía de risa cuando veía a aquella mujer desquiciada y se ponía a hacer gestos de incredulidad como viniendo a decir "¿pero esto me lo está diciendo a mí?". Su siguiente golpe fue un "ace". De hecho, yo creo que a los deportistas de verdad la ausencia de público se les tiene que estar haciendo eterna. Me imagino a Ugo Humbert en su partido contra Nick Kyrgios lamentándose de que el apoyo de la grada levantara al inestable australiano... pero a la vez diciéndose a sí mismo: "Este es el tenis con el que yo crecí, este es el tenis que yo soñaba con disfrutar de pequeño". El resto no son aficionados, son payasos. Payasos con suficiente dinero como para echar por la borda una oportunidad que miles de millones de personas estamos deseando disfrutar.

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