Rafa Nadal siempre vuelve: su lucha contra el último reproche

Spain's Rafael Nadal reacts as he plays against Germany's Alexander Zverev during their men's singles semi-final tennis match on day 6 at the ATP World Tour Masters 1000 - Paris Masters (Paris Bercy) - indoor tennis tournament at The AccorHotels Arena in Paris on November 7, 2020. (Photo by Anne-Christine POUJOULAT / AFP) (Photo by ANNE-CHRISTINE POUJOULAT/AFP via Getty Images)
Photo by ANNE-CHRISTINE POUJOULAT/AFP via Getty Images

Todos los palmareses tienen huecos. Algunos más grandes y otros más pequeños. Por ejemplo, en el de Novak Djokovic hay que hilar muy fino: el ganador de los cuatro grandes, de los nueve Masters 1000 y las ATP World Tour Finals, de la Copa Davis y la ATP Cup, nunca ha conseguido ganar el oro olímpico. Muchos pensaban que este iba a ser su año pero no hace falta que les explique cómo ha ido el año, ¿verdad? Quizá el que viene se pueda quitar ese peso de encima. Roger Federer no ha ganado nunca Montecarlo ni Roma... y no será porque no lo haya intentado unas cuantas veces (acumula ocho finales perdidas entre ambos torneos) y aunque tiene el oro olímpico en dobles, nunca lo ha conseguido en individuales.

Rafa Nadal sí ha ganado el oro olímpico en ambas categorías. Aparte, ha ganado los cuatro Grand Slams y todos los Masters 1000 menos Miami, Shanghai y París. Sin embargo, lo que más se le suele echar en cara en las comparaciones históricas es el hecho de que nunca haya ganado las ATP World Tour Finals, también conocidas en su momento como Masters Cup o, para los que peinamos canas, el Masters y punto. No es una ausencia cualquiera: Nadal se ha clasificado dieciséis veces para este torneo, aunque no siempre lo ha podido disputar por sus problemas con las lesiones. Pese a ser un torneo a tres sets que dura solo una semana, el simbolismo del Masters es tremendo: todos los grandes jugadores de la historia lo han ganado. Desde los tiempos en los que se disputaba en Nueva York, es la cita en la que los más grandes de entre los grandes miden sus raquetas. Aquí no hay cuadros más o menos fáciles, no hay días libres y no hay excusas. Los ocho mejores del mundo frente a frente y punto.

El problema para Nadal siempre ha sido que este torneo llegaba demasiado tarde y en unas condiciones que no se adaptaban a su juego. Todavía cuando era al aire libre, podía tener alguna opción, pero en indoor, pista ultrarrápida y después de todo un año compitiendo, sus opciones se reducen al mínimo. Es cierto que aun así llegó a las finales de 2010 (ante Federer) y 2013 (ante Djokovic), pero perdió ambas. El debate de si este torneo debería ir cambiando de superficie cada año para evaluar mejor los méritos de cada uno siempre ha estado presente pero por una cuestión de tradición y de patrocinio (Londres pone mucho dinero), eso parece inviable, así que las condiciones seguirán siendo las mismas y habrá que sobreponerse.

La que no ha sido la misma ha sido la temporada de Nadal ni la del resto de sus rivales. Todos los aficionados del mallorquín se habían hecho ya a la idea de que ese título quedaría como el gran agujero negro de su carrera... pero de repente este año se presenta una oportunidad histórica. No está Roger Federer. Novak Djokovic parece atravesar un momento de forma física y mental terrible tras sus decepciones en el US Open y en Roland Garros. La temporada ha sido intensa pero corta, lo que quiere decir que no hay cansancio en las piernas, como mucho fatiga en la cabeza. Sí, la superficie sigue siendo igual de rápida, pero no hay ningún “bombardero” entre sus rivales que se antoje imbatible.

Aunque nunca haya que descartar al número uno del mundo en un torneo que ha ganado cinco veces (la última en 2015, ojo), lo cierto es que los máximos rivales de Nadal en Londres parece que serán jugadores jóvenes a los que ha ganado en el pasado con una cierta regularidad: Daniil Medvedev, que viene de ganar en París; Alexander Zverev, campeón de la edición de 2018, y Andrei Rubliov, cuya temporada ha sido excelente sobre pistas rápidas, acumulando cinco títulos pese a los cinco meses sin torneos. Tampoco conviene dejar de lado a Stefanos Tsitsipas, vigente ganador, aunque algo desaparecido últimamente, ni a Dominic Thiem, campeón del US Open al fin y al cabo. El único que parece a un nivel algo inferior al resto es el voluntarioso argentino Diego Schwartzman, al que la superficie no beneficia en absoluto.

La versión que vimos de Nadal en París fue la habitual en las citas menores. Algo irregular en el saque, con despistes esporádicos, temeroso en el resto... Se complicó mucho la vida para llegar a semifinales y, una vez ahí, cayó fácilmente ante Zverev. Ahora bien, eso era París-Bercy, que a estas alturas le debe importar al mallorquín lo justo, y otra cosa es Londres. Ganar el Masters callaría todas las bocas de los críticos. No habría ángulo desde el que cuestionar la candidatura de Rafa Nadal como mejor jugador de la historia. Habrá quien prefiera a Roger o a Novak o a Rod Laver, pero estaría ahí, al nivel de todos ellos. Necesita cinco partidos buenos. Incluso con cuatro le podrían valer. Si hay un momento, es este. Nadie pensó en esta última oportunidad y no es probable que se repita en estas mismas circunstancias. Un jugador como Nadal, tan consciente en todo momento de la transcendencia de sus actos, seguro que empuja hasta el final para cerrar el año a lo grande. Otra cosa es que le baste, claro, un Masters es siempre un Masters.

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